En la constante confrontación contra la patronal cada grupo sindical que haya sido registrado a través de su toma de nota se puede decir que ga-nó una batalla al capitalismo. Es, también, un episodio a favor de la clase obrera y una derrota para el dueño de los excedentes de producción de su empresa. De todas formas, la existencia de los síndicos organizados no perjudica al patrón ni deja de multiplicar su riqueza. Sin embargo, mientras las necesidades del personal obrero crecen, el sueldo, en la mayoría de los casos, no sube a la velocidad de los precios de los artículos básicos para la manutención de las familias.
La historia nos dice que la Revolución Industrial en el siglo XVIII da origen al sindicalismo. Y que los obreros pasaron a un segundo plano debido a que las máquinas iban sustituyéndolos poco a poco. De esa forma, la economía se transforma de artesanal a industrializada, conforme fue aumentando la demanda y la oferta de los productos que se convirtieron en mercancía. Por tanto, la clase obrera buscó la defensa a su derecho al trabajo y mejores condiciones para realizarlo.
Conforme fue consolidándose el sindicalismo en México, su desarrollo y justificación se han basado en el artículo 123 de nuestra Carta Magna, en cuya fracción XVI dice que toda persona tiene el derecho de un trabajo digno y útil para la sociedad.
En cuanto a la formación de un frente de defensa, la militancia sindical fue un extraordinario logro para la clase obrera y un reto para las patronales.
La fracción XVI del artículo 123 señala que “tanto los obreros como los empresarios tendrán derecho para coaligarse en defensa de sus respectivos intereses, formando sindicatos, asociaciones profesionales, etcétera”.
Los antecedentes del sindicalismo los encontramos en todo el mundo y casi en todas las áreas sociales. Los vemos en diversos momentos del desarrollo comercial mundial en diversas formas de organizaciones altruistas, solidarias con el trabajo manual de obreros y obreras, excepto en algunos grupos especiales, como los religiosos. Por ejemplo, las monjas que realizan varias tareas como cocineras, artesanas, asistentes de enfermería, trabajo doméstico y otras actividades, no tienen una institución que las defienda de los abusos. Las aspirantes que hacen votos de pobreza no reciben ningún sueldo, viven, prácticamente, en una situación de esclavitud.
Por otro lado, existen sindicatos que no se dan por vencidos y mantienen las huelgas hasta por varios años. De éstos, tenemos diversos ejemplos.
Este es el caso del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana, dirigido hoy por el senador Napoleón Gómez Urrutia, quien fue perseguido político y obligado al exilio, por grupos y líderes empresariales del gremio, de cuestionada honestidad.
Una vez recuperada su actividad como líder sindical, las tareas pendientes continuaron con mayor fuerza.
Recordemos que en 2018, el Sindicato Minero obtuvo con amplio margen, la mayoría de votos en el recuento por la titularidad del contrato colectivo de trabajo (CCT) del sindicato de Teksid Hierro de México SA de CV, empresa que lidera a escala mundial el vaciado en hierro gris para la fabricación de maquinaria pesada y motores para camiones de uso industrial. El triunfo no fue reconocido por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), encabezada en ese momento por Alfonso Navarrete Prida y al final del sexenio por Roberto Campa Cifrián.
En el presente gobierno, la nueva revisión del CCT del sindicato de la misma empresa automotriz vuelve a triunfar sobre la CTM, en esta ocasión participó el personal de los tres turnos. Las cifras obtenidas fueron: 642 a favor y 172 en contra. La diferencia de 470 fue suficiente para otorgarle el triunfo al Sindicato Minero.
Pero la lucha no queda aquí, es un triunfo importante, sí, pero la lentitud y obstáculos por parte de la directiva empresarial y la propia STPS generaron costos económicos, sociales y de salud entre el personal, en ocasiones difíciles de resarcir, los cuales en general no son considerados como efectos secundarios de una obligada huelga. Nos falta ahondar en el estudio de las secuelas de las violaciones a los derechos laborales, además de redoblar los esfuerzos para una educación sindical más organizada, pues es un derecho inalienable de la clase trabajadora.
La capacitación o educación sindical es la actividad que le dará sentido a la lucha obrera actual y del futuro. Las circunstancias laborales, además de ser diversas, están cambiando. Las nuevas condiciones del trabajo también podrían modificarse debido a la tecnología cambiante. Los nuevos retos industriales nos obligan a visualizar y a diseñar nuevas y mejores leyes de calidad que no permitan ningún resquicio de injusticia.