Un canto festivo, de fraternidad, amor y esperanza fue el que tributó anoche Joan Manuel Serrat a la Ciudad de México, que lo vio cantar por primera vez hace 53 años, el 2 de noviembre de 1969, en el Palacio de Bellas Artes.
No fue un concierto de despedida, como se ha difundido desde hace varios meses. Fue un concierto de hasta pronto.
Más aún, fue, en realidad, una noche de fiesta, como lo dice uno de los temas más emblemáticos del cantautor, situación que él mismo aclaró al comienzo de su presentación.
“Ustedes habrán oído decir que estamos celebrando un concierto de despedida. No hagan caso, esto es una fiesta adorada que vamos a disfrutar todos. Así que aparten cualquier atisbo de nostalgia, de melancolía y piensen en que a partir de ahora absolutamente todo es futuro”, dijo ante el júbilo de las 80 mil almas que, según cifras de las autoridades capitalinas, acudieron al evento.
Y de allí pa’l real, el Zócalo de la otrora gran Tenochtitlán se cimbró e hirvió durante las dos horas en las que Serrat compartió a través de 24 canciones su poética de lo cotidiano, en una atmósfera de intimidad, camaradería y gozo que ni la lluvia que cayó 20 minutos antes y durante los primeros 30 del concierto logró amainar ni eclipsar.
Serrat mantuvo todo el tiempo comunicación directa con la audiencia. Entre algunos de sus temas hizo, por ejemplo, la confidencia de que el personaje al que se refiere El carrusel del Furo es su abuelo, a quien así apodaban en la familia.
“En realidad nunca manejó un carrusel, pero sí tuvo un nieto que escribió una canción en la que lo convirtió en personaje. Los personajes no son ni de verdad ni de mentira, son fantasías con gotas de realidad y realidades con pellizcos de fantasía (…) Mis personajes viven a caballo entre realidad y fantasía. Todos, todas seríamos mucho más pobres sin las maravillosas criaturas ni las espléndidas mentiras que nos regala la ficción.”
Amainó la lluvia y el ánimo seguía in crescendo con el amplio repertorio preparado por el artista como parte de su gira de despedida por México: El vicio de cantar. 1965-2022, que ya lo tuvo un par de ocasiones en el Auditorio Nacional en mayo pasado y que ahora lo llevará a Guanajuato para presentarse mañana en el 50 Festival Internacional Cervantino, en la Alhóndiga de Granaditas.
Serrat cantó de todo y para todos. Temas como Dale que dale, Barquito de papel, Lucía, Señora, Nanas de la cebolla, Para la libertad y Esos locos bajitos dieron paso a canciones de gran arraigo, como Cantares, Mediterráneo y Penélope.
Parecía que su actuación había llegado a su fin a la vigésima canción, pero ante la insistencia de la concurrencia accedió a interpretar cuatro más. Incluso, la última la dejó a elección popular.
“Agradezco a toda la gente que me enseñó a conocer y entender este país y me permitió caminar con ella tantos años. Mi gratitud para con quienes puedo echarme un alipús y con quienes se fueron antes. No quiero discursos, más vale que mi agradecimiento quede escrito musicalmente”, expresó antes de finalizar.
Y así cantó Fiesta, cuya parte final coronó con el “¡Viva México, cabrones!”, que fue respondido con un ¡Viva! estremecedor por el público. El cantautor abrió los brazos como para dar un enorme abrazo, luego se llevó en repetidas ocasiones las manos al corazón en señal de cariño y salió del escenario.