Guanajuato, Gto., Pachucos de todas las edades, ataviados con sus mejores prendas multicolores, abrieron el baile que la Única Internacional Sonora Santanera ofreció en el Festival Internacional Cervantino (FIC). El área al aire libre conocida como Los Pastitos fue el cielo para 5 mil almas que se contonearon con sabrosura toda la noche.
Los cuerpos alegres, relajados y cachondos de señoras, jovencitas, hombres solitarios y chicos gozaron y bailaron al ritmo jacarandoso de la agrupación musical que llevó a Cuévano el ambiente del Salón Los Ángeles, en la Ciudad de México, donde se convive de la mejor manera: bailando.
Para sentir el calor del movimiento, las parejas se apretujaban entre el gentío. Con sonrisa nerviosa, los solteros miraban a las chicas para preguntar: “¿Bailamos?” Las jóvenes que no alcanzaban pareja terminaron bailando entre ellas.
En esta noche de fiesta cervantina nadie era amateur, todos sacaron sus mejores pasos de baile. Las doñitas danzan de manera suavecita, pero con discreta elegancia. Todos están bajo el conjuro musical de la Sonora Santanera, que dirigen Arturo Ortiz y Antonio Méndez.
Aparecieron las Yolandas
Al sonar los primeros acordes del “bómboro, quiña, quiña”, la gente gritó enardecida y luego llegó el ritmo que todos saben... “es la boa, es la boa... mi corazón es para ti”. Entre la multitud aparecieron las Yolandas, que con toda su energía bailaban mientras escuchaban al vocalista preguntar: “¿dónde estás, dónde estás, Yolanda? ¿Qué pasó, qué paso, Yolanda?”
Los Pastitos está a reventar y los integrantes de la sonora no ocultan su felicidad, así que piden a la gente que se encuentra más alejada encienda la luz de su celular para enviarles un saludo y, posteriormente, se solicita un aplauso para los guanajuatenses. “Nos hace muy felices ver a todos disfrutando de la música de la institución musical número uno de toda América Latina, que festeja 67 años”, expresó el vocalista.
Las mujeres que acompañaron a los pachucos son maestras del movimiento, pues mientras sonaba la música de la sonora, ellas seguían bailando en una parte del escenario. Sus cuerpos se ajustaban al son que les tocaban y con sus atuendos llamativos daban el toque de vida nocturna de la Ciudad de México, invitada de honor de esta edición de oro del Cervantino.
La Sonora en cada pieza revienta el silencio de la noche y en la enorme pista de baile el ritmo nunca se va. Suena Amor de cabaret y la cerveza fría se desliza por la garganta de varios jóvenes que no perdían oportunidad de ir con sus six de chelas. Mientras varios calman su sed, de fondo se escucha: “Amor de cabaret que no es sincero. Amor de cabaret que se paga con dinero. Amor de cabaret que poco a poco me mata”.
La gente está feliz y no deja de aplaudir las interpretaciones de la Santanera. En este concierto, que se extendió hasta la madrugada, se interpretaron también El mudo, Los aretes de la Luna y Pagarás, que se canta con dolor: “No estoy triste... No es mi llanto, es el humo del cigarrillo que me hace llorar. ¿Quién te crees? Una diosa, flor hermosa que algún día se marchitará”.
La Sonora Santanera hizo un recorrido por sus más de seis décadas de trayectoria y trajo un pedacito de la Ciudad de México al Cervantino a través del Salón Los Ángeles.