De pronto, la cúpula del Partido Revolucionario Institucional (PRI) parece haber vuelto a la vida electoral, a la esperanza de triunfos o cuando menos premios de consolación. De un estado casi latente en que se había mantenido durante los dos primeros tercios del obradorismo ha saltado, sin mayores obstáculos, a una aparente normalización: foros para discutir el futuro del país, discursos emotivos, proclamas futuristas y precandidaturas presidenciales.
La recolocación priísta en el foro tiene como antecedente inmediato y propiciatorio la especie de rehabilitación que ha sucedido luego de que la mayoría de las bancadas de tres colores en las cámaras federales votaron a favor de la continuidad militar en la Guardia Nacional.
La rehabilitación alcanzó al político con mayor densidad judiciable hasta hace semanas, Alejandro Moreno Cárdenas, autodenominado Alito, quien ganó una impunidad ostentosa, pero también a sus compañeros legisladores y a la militancia priísta en general.
En ese tenor, en las horas recientes se han producido (o, con más precisión, se han confirmado, pues expresiones previas en ese sentido ya se habían hecho) dos autodestapes priístas a la Presidencia de la República . La primera ha sido Beatriz Paredes Rangel, poseedora de una larga historia política que comenzó con Luis Echeverría Álvarez, quien llegó a la Presidencia de la República más de medio siglo atrás. La siguiente fue Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari, hija de quien fue gobernador de Guerrero, José Francisco, asesinado en el 1994 sangriento de finales del salinismo, y sobrina del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.
Claudia, por cierto, usa el apellido compuesto del padre, Ruiz Massieu, pues este fue hijo del doctor Armando Ruiz Quintanilla y María del Refugio Massieu Helguera, escritora y periodista. Pero no usa el Salinas de Gortari, también compuesto (el padre de su madre, Adriana Salinas de Gortari, fue Raúl Salinas Lozano), sino sólo el Salinas cuando, en buena lid heráldica, parecería justo usar ambos apellidos compuestos.
Por lo pronto, el muy discutible relanzamiento priísta pareciera incapaz de proponer alternativas de futuro. Paredes evoca la más depurada práctica priísta tan repudiada en las urnas. Ruiz Massieu Salinas (de Gortari) de inmediato ha provocado esperanza en el debilitado segmento ciudadano que considera positivas las hechuras del salinismo. Otro aspirante, Enrique de la Madrid, también tiene como nomenclatura distintiva la correspondiente a su padre, Miguel de la Madrid, iniciador de la etapa neoliberal en México, consolidada por Salinas.
En otro tema: el Presidente de la República llevó a Tamaulipas a miembros de su gabinete para anunciar un Plan de Apoyo al gobierno morenista de Américo Villarreal. La reunión, realizada en Ciudad Victoria, se retrasó casi media hora debido a que López Obrador había tenido una conversación telefónica con Joe Biden.
Tamaulipas, hasta ahora, ha vivido bajo la realidad del predominio de grupos delictivos con diversas denominaciones. Los gobernadores han sido meros gerentes del negocio más relevante. Algunos de ellos están o han estado en la cárcel por sus vínculos o entendimientos con los cárteles. Otros, como Egidio Torre, consumieron su tiempo constitucional con chaleco antibalas, lo más alejado posible de cualquier punto de confrontación con la “maña” que había ejecutado a su hermano, Rodolfo, cuando éste era candidato priísta a gobernador.
Ya se verá si la llegada de Américo Villarreal al gobierno de esa entidad norteña significa un cambio de fondo, una recuperación del poder civil o, simplemente, se traduce en un cambio de equipos administradores, especulación esta última a la que ciertos hechos preocupantes abonan.
Y, mientras la fiscalía federal especializada en delitos electorales ha citado a Pío López Obrador a comparecer, en carácter de imputado, por los videos relacionados con entrega de dinero por parte de David León, de la oficina del entonces gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, ¡hasta mañana!
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