La quiebra bursátil del 19 de octubre de 1987 fue una crisis producto de una economía que con tal inflación había hecho que la bolsa se viera como algo mágico y no lo fue.
A 35 años de uno de los peores momentos financieros en la historia, en la que cientos de inversionistas perdieron su fortuna, Manuel Somoza Alonso, quien fuera presidente de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) de 1986 a 1988, recuerda que la gente no le daba valor a las cosas por la inflación.
La inflación estaba entre 80 y 100 por ciento
“Recibíamos la quincena y lo primero que hacíamos era gastarla porque en la quincena entrante la televisión estaba más cara; las inflaciones estaban entre 80 y 100 por ciento; el dinero no tenía ningún valor. Y la gente de repente encontró que la bolsa podría ser una alternativa para protegerse, pero como siempre hacemos los mexicanos, le exageramos”, asevera Somoza en entrevista con La Jornada.
En 1986 los mercados internacionales habían tenido un desempeño muy importante. En 1987, el S&P había subido de enero a agosto 40 por ciento. Y en México, que se tenía una bolsa chica y poco profunda, tuvo un crecimiento anormal.
“En el mundo hay crisis bursátiles de vez en cuando y en 1987 se juntaron: el hambre y las ganas de comer”, afirma Somoza.
La Bolsa Mexicana de Valores creció 340 por ciento nominal en 1986. Somoza sostiene que en pesos era un horror porque con inflaciones de 105 por ciento todo se distorsionaba.
Mientras tanto, en Nueva York, se empezaron a cuestionar que el S&P 500 no podía estar ganando 40 por ciento en siete meses, vino una toma de utilidades “feroz”, se empezó a caer el índice estadunidense y eso contagió a todo el mundo.
México no se iba a quedar atrás. Era un contagio sicológico porque en aquel entonces sólo dos acciones mexicanas cotizaban en Nueva York: Teléfonos de México y Tubos Acero de México, y los inversionistas mexicanos al ver eso también se espantaron y empezaron a vender acciones.
“En ese entonces había una práctica que pudo haber sido culpa de nosotros como intermediarios porque la debimos de haber restringido”, reconoció el ex presidente de la BMV.
Las personas comenzaron a comprar valores a futuro; se ganaba tanto dinero, pues las acciones subían 10 por ciento cada 15 días, pero como los inversionistas querían más dejaban en garantía esta ganancia para comprar otro paquete y pagarlo en 90 días, cuando se dio el desplome bursátil ya no se cubrían las garantías, y tenían que pagar lo que debían, pero no tenían con qué. Y para liquidar tenían que vender acciones y nadie las compraba.
El presidente Miguel de la Madrid describió la quiebra bursátil como: “Un problema de avaricia colectiva”.
“No me limites, es mi dinero, yo quiero comprar”
Además de ser presidente de la bolsa, Somoza Alonso era director general de Inverlat. “Me sentaba con mis colaboradores y les decía que le pararan. No podemos seguir vendiendo todo lo que quiere la gente, detengan a la clientela. Me tocó atender personas muy ricas, con grandes fortunas que me decían: “no me limites, es mi dinero, yo quiero comprar. Ya te hice caso el mes pasado y deje de ganar 15 por ciento”, relató.
Y luego vinieron los llantos porque después de haber subido un 700 por ciento, de octubre a diciembre, la bolsa perdió tres cuartas partes de su valor.
“El que perdió hasta la camisa fue el que entró apalancado para entrar a la bolsa; el que metió dinero y se esperó, en dos años se hinchó de dinero porque las bolsas siembre rebotan y siempre se recuperan.
“El gobierno no lo entendió y se satanizó a la industria. El mercado mexicano no es tan grande como para haber originado una quiebra bursátil mundial”, concluye Manuel Somoza.