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Cultura

2022-10-19 13:23

Documentales mexicanos arrancan aplausos en el festival DOK Leipzig

Los realizadores mexicanos Luis Armando Sosa Gil y Mariana Flores Villalba en el festival de documentales DOK Leipzig en Alemania.
Los realizadores mexicanos Luis Armando Sosa Gil y Mariana Flores Villalba en el festival de documentales DOK Leipzig en Alemania. Foto Alia Lira Hartmann

Leipzig. Los aplausos al final de las funciones no se hicieron esperar como reconocimiento al trabajo de los jóvenes realizadores mexicanos que participan en el Festival de cine documental y de animación DOK Leipzig en Alemania.

Desaparición de pesca artesanal y extrema contaminación del mar

Hombres de Sal, cortometraje de 7 minutos de Luis Armando Sosa Gil (1990) participa en la sección de competencia de cortometrajes internacionales. Ha sido seleccionado en varios festivales que van desde Canadá hasta Nueva Zelanda. El trabajo de este joven contó además de instituciones y autoridades mexicanas, con importantes apoyos como la Sociedad National Geographic, organización mundial que entre muchos otros objetivos promueve la conservación del medio ambiente y el patrimonio histórico.

La exhaustiva investigación detrás de este documental respalda el resultado que conmueve al espectador de la mano de la historia de Cristóbal, un pescador del puerto de Lázaro Cárdenas, quien regresa de Estados Unidos a su pequeña comunidad para apoyar a sus padres en su labor como pescadores artesanales. El joven documentalista revela en su trabajo como la pesca industrial sin freno alguno está llevando a familias de pescadores artesanales a su desaparición con las consecuencias económicas y sociales que esto implica; “los grupos de pescadores de las comunidades se unen para protegerse y proteger al mar, hay problemas de corrupción y algunas voces que se levantan son silenciadas”.

Hombres de Sal alerta también sobre la falta de escrúpulos por parte de algunas empresas que vierten sus desechos y son responsables del lamentable estado de contaminación del mar en esa región. La fotografía de escenas del fondo del mar con Cristóbal recolectando basura bajo la cámara del mismo realizador resultan conmovedoras. El testimonio del padecimiento de una enfermedad degenerativa del pescador Cristóbal es utilizado hábilmente como una metáfora de unión entre el hombre y el estado actual del mar en esa región.

La frontera invisible celebra estreno mundial

La joven realizadora Mariana Flores Villalba (1991) trae a Leipzig una historia en que el espectador es testigo de la existencia de una base naval mexicana que desde 1957 se encuentra oficialmente a cerca de 700 kilómetros de la costa de Colima; se trata de la Isla Socorro en la que un grupo de soldados mexicanos se encargan de resguardar el territorio nacional. La presencia de los soldados es remplazada alrededor de cada seis semanas lo cual los convierte en una especie de huéspedes que al mismo tiempo se encuentran prisioneros por el difícil acceso.

La realizadora comenta en conversación con La Jornada el largo, tal vez larguísimo camino recorrido para obtener los permisos para realizar su trabajo. Se trata de su ópera prima aunque ha desarrollado ya un exitoso trabajo en la realización de cortometraje.

La belleza de la flora y fauna de la isla acompañados por una atmósfera de idílica tranquilidad son captados por una trabajo excelente de fotografía; “trabajé con tres fotógrafos muy talentosos con amigos míos, con quienes me entiendo muy bien y con los que estudié, Luis Montalvo en el primer viaje, Jose Estefan y Claudia Becerrill”.

Los soldados son captados en escenas realizando algunos ejercicios obligatorios en el sistema militar, dando mantenimiento a sus armas, compartiendo juegos de mesa, haciendo un papalote, celebrando el cumpleaños de algunos de ellos, cantando, reposando en una hamaca, conversando. De acuerdo con información de la realizadora, todos los soldados realizan diversas actividades para el sustento de sus familias cuando está en tierra y sólo durante seis semanas son comisionados a la custodia de la Isla del Socorro.

“Fuimos recibidos con amabilidad, aunque algunos de los soldados se negaron a posarse detrás de la cámara lo cual entiendo, en general el recibimiento fue cordial, aunque el último viaje fue más difícil, todavía no se cómo fue que me permitieron filmar, ofrecimos entonces unos talleres de escritura creativa para así ganarnos su confianza”, comentó.

La narración de los soldados giran alrededor de la cotidianidad de la violencia en tierra y la reflexión sobre los motivos que los llevaron a decidirse quedarse del lado de la justicia y no del lado del crimen organizado, otros se han visto inmersos en el desempeño de su labor o el uso de la violencia misma como un recurso interno siempre presente en la naturaleza de algunos de ellos.

La pesca a manos limpias y cómo con el animal aún vivo procede alguno de ellos a destriparlo o cortarle la cabeza se instalan de alguna manera en el espectador como expresiones de ese componente de violencia interna que muy probablemente caracteriza o subyace en miembros de las fuerzas armadas.

Los testimonios de los soldados de la Isla del Socorro que habitan la isla en una misión sin contratiempo alguno, no podrían ser más impactantes por el contraste que imprime la atmósfera de absoluta tranquilidad de la isla del Socorro.

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