De los tres tipos de cáncer de mama que se conocen, el llamado triple negativo representa el mayor desafío para los especialistas porque es de los más agresivos, “con muchas mutaciones” y no existe un tratamiento específico que logre su control, afirmó Claudia Arce, oncóloga del Instituto Nacional de Cancerología (Incan).
Comentó que de los aproximadamente 20 mil casos con ese tumor que se diagnostican en México al año, 15 por ciento son triple negativo y generalmente afecta a las mujeres con menores ingresos.
En conferencia de prensa, a propósito del Mes de la Lucha contra el Cáncer de Mama, la especialista resaltó que con un diagnóstico de triple negativo también hay mayor riesgo de recurrencia, es decir, que vuelva a crecer en poco tiempo.
Los otros dos tipos de la neoplasia son los que tienen receptores de hormonas, provocan de 60 a 70 por ciento de los tumores mamarios y el que contiene el receptor 2 del factor de crecimiento epidérmico humano (HER 2, por sus siglas en inglés), causante de 15 a 25 por ciento de casos.
Para ambos existen alternativas terapéuticas y su éxito depende de la etapa en que se encuentre al momento del diagnóstico, pero incluso en los casos donde las células cancerígenas han invadido otros órganos (metástasis), las pacientes pueden lograr una sobrevida de seis o más años.
Cuando se trata de un tumor triple negativo llegar a sobrevivir cinco años puede ser de 50 por ciento, señaló.
Ante la falta de un tratamiento específico lo único disponible en el país es la quimioterapia, pero se logra controlar la enfermedad durante nueve meses. Después vuelve a aparecer en el mismo lugar o en otros órganos como intestino, hígado, pulmón y cerebro.
Por eso es importante la detección temprana del cáncer de mama y el acceso rápido al tratamiento que con un triple negativo puede ser la cirugía de inicio o la quimioterapia, depende de la valoración de los médicos.
La especialista recordó que entre los factores de riesgo de la enfermedad, los más relevantes son los que se pueden modificar, entre otros, las mujeres deben evitar el consumo de alcohol, el sedentarismo y la obesidad. También aumenta la probabilidad de desarrollar el padecimiento en quienes se embarazan después de los 30 años, así como en las que no amamantan.
El factor de riesgo que no se puede cambiar es el genético, pero representan menos de 10 por ciento de los casos.