En la guerra todos los países pierden, aunque se declaren triunfadores. En el caso de Rusia, además de los gastos militares, se presenta una salida masiva de empresas occidentales. Firmas europeas, japonesas y estadunidenses decidieron cancelar operaciones en ese país, lo que se traduce en enormes pérdidas, tanto para esta nación como para las propias empresas.
El problema escala a nivel global. La conflagración dividió al mundo: los que están con Ucrania y los que están con Rusia. Las naciones poderosas ya se alinearon con alguno de los participantes: China, India y los miembros de la OPEP con Rusia, y Europa Occidental y EU, con Ucrania.
A nivel de la geopolítica, la guerra fría y el desarrollo militar ganan presencia. A nivel económico, la industria y el comercio se reconfiguran. En el caso de los semiconductores y la tecnología de punta, por ejemplo, EU y Europa Occidental bloquean a China y a Rusia en el acceso de sus aplicaciones. Rusia bloquea el acceso de Europa a su gas y a su petróleo.
China sustituye a Europa en la compra de los hidrocarburos rusos y la OPEP reduce la producción para mantener altos precios, en beneficio propio y de Moscú.
Japón también vive una realineación con sus aliados estratégicos. Sus empresas salen de Rusia. Nissan Motor, por ejemplo, “venderá” sus activos al Instituto Central de Investigación y Desarrollo de Automóviles y Motores de Moscú a un precio simbólico de un euro, con pérdida multimillonaria.
Esta reconfiguración de las alianzas entre países se traduce en un nuevo “feudalismo” de economías cerradas. Los grandes mercados globales que se conformaron con la caída de la Unión Soviética y la apertura de China son cosa del pasado; vivimos una nueva etapa de proteccionismo.
Por ahora se conforman dos grandes bloques mercantiles, con cadenas de producción y de distribución regionales. El resultado será un menor dinamismo en la economía, en el comercio y en la integración tecnológica global.
Las barreras políticas y económicas han existido desde siempre, pero ahora se reafirman. La guerra local entre dos naciones puede escalar a nivel global y ya afecta profundamente el equilibrio entre las grandes potencias de Oriente y Occidente.