En un deporte como el beisbol, en el que llaman caballos a los peloteros más consolidados, al sonorense Esteban Quiroz lo apodan el Pony. Apenas rebasa el 1.65 de estatura y abundan reportes de lo difícil que fue abrirse camino en un circuito donde las figuras suelen ser altos.
Las dos estrellas en boga de Grandes Ligas son el multifuncional japonés Shohei Ohtani, con 1.93 de estatura, y el célebre por alcanzar 62 jonrones con los Yanquis de Nueva York, Aaron Judge, quien rebasa los dos metros.
“La estatura pudo ser un problema para llegar a Grandes Ligas”, cuenta a La Jornada durante su visita a la Ciudad de México; “pero yo siempre tuve una buena actitud. Para mí no lo fue porque creo que me hice fuerte para eso. Obvio que cuando era más joven había carrilla, pero siempre supe manejarlo. En Grandes Ligas pudo ser un problema, pero creo que la llegada de José Altuve nos abrió las puertas a todos los bajitos”.
El Pony se refiere al descomunal pelotero venezolano José Altuve, de los Astros de Houston, y quien con una estatura similar a la del mexicano es considerado uno de los mejores de todos los tiempos.
“Hay que reconocer que lo que logró Altuve fue casi una revolución, sobre todo cuando las estrellas del momento como Judge y Ohtani son muy altos. Altuve destaca en ese mundo y dejó claro que no importa el tamaño para jugar el me-jor beisbol.”
El nacido en Ciudad Obregón en 1992 debutó el 17 de septiembre con los Cachorros de Chicago. Una aparición a los 30 años que puede parecer tardía, pero la paciencia y el deseo por cumplir la meta de todo pelotero con ambiciones, le protegieron contra la frustración.
“De pronto sí me sentía un poco desesperado y con ganas de regresarme, creo que la actitud y ganas de salir adelante me hicieron tener paciencia y esperar a que me pusieran el ojo y dijeran: ya eres parte de las Grandes Ligas.”
Reconoce que aún no termina por creerse que ya debutó en las Ligas Mayores. Quizás fueron los años de imaginarlo, de ver un espectáculo masivo por televisión, que cuando lo recuerda parece como si reviviera un sueño y no la experiencia real de pisar el diamante con los Cubs hace un mes. Ahora piensa en lo que viene y la presión que significa.
“El beisbol es el mismo en cualquier parte, pero uno se mete una carga extra a la hora de jugar en Grandes Ligas donde todo parece irreal, como si fuera imaginario, quizás de tanto verlo por televisión parece una fantasía. Pero si lo pensamos bien es la misma pelota, se juega igual en cualquier parte. Sólo hay que controlar las emociones, no meterse tantas cosas en la cabeza, porque estrés siempre va existir y siempre van a haber expectativas de mucha gente que nos está mirando la espalda. Lo fundamental en un pelotero es no dejar de disfrutar el juego. Esa es la clave, porque si dejas de gozarlo, deja de ser un juego y se convierte en un trabajo como cualquier otro”, resume.