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Política

2022-10-17 06:00

Nosotros ya no somos los mismos

Heredero de la polémica caída del sistema, Carlos Salinas de Gortari gobernó entre 1988 y 1994, cuando comienza el TLC y nace el EZLN. Aquí, en 2017.
Heredero de la polémica caída del sistema, Carlos Salinas de Gortari gobernó entre 1988 y 1994, cuando comienza el TLC y nace el EZLN. Aquí, en 2017. Foto Marco Peláez
Periódico La Jornada
lunes 17 de octubre de 2022 , p. 10

En entregas anteriores tuve ya la oportunidad de introducir ante ustedes a un distinguido personaje, muy conocido y reconocido en los más altos círculos sociales de la gran ciudad en la que vivía. Este privilegiado estatus se explicaba, sin duda, por otras virtudes esenciales que lo identificaban como un auténtico WASP, o sea, blanco, anglosajón y protestante. Evidentemente se olvidaban de otras siglas: RDM (por su versión en español: rico di’a madre). Pues para que tengan una imagen más completa de nuestro personaje, agreguemos que era elegante, fino de trato y maneras, alambicado y faceto. Siempre se expresaba bien de todos y de todo (lo cual obviamente ya lo hacía poco confiable). (Aprovechando el punto, la columneta se disculpa pues, en la anterior entrega escribió, influenciado por la fama del actor Danny DeVito, incorrectamente el nombre del papá de la criatura, Guillermo de Vito).

Pues comenzaba a decir que, pese las singularidades que distinguían al doctor Merengue del resto de los mortales, había una característica que lo hacía semejante a la inmensa mayoría de los terrícolas: rara vez decía en voz alta lo que en su interior sentía o pensaba. (Inevitablemente recordé una cita de Ortega y Gasset: “El orador moderno ni dice lo que piensa, ni piensa lo que dice y rara vez hace lo que dice o piensa:”) En el dibujo de la historieta que comentamos, aparecía el doctor interactuando con una o varias personas. El diálogo era breve: “¿Qué le pareció mi intervención en la conferencia, doctor?” “¡Como siempre: lúcida, precisa y dicha con toda galanura!” En un globito que salía de la cabeza del doctor se leía: “Viejo torpe. Dijiste puros lugares comunes y farfullaste en todo momento”. Otro ejemplo. “Doctor, mire la foto de mi nieto recién nacido, ¿no es un querubín?” Doctor: “cuídelo, doña Eduwiges, si lo ve un caza bellezas de Hollywood se lo arrebata”. Pero en el globito: “a este horrible niño lo van a apedrear en la primaria”.

Pero dejemos los ejemplos y apliquemos el modelo que llamaremos “El otro yo” para tratar de conocer qué sucedió aquella mañana en los patios de Palacio Nacional. Al centro de la línea que formaron los cinco ex presidentes se situó el actual mandatario, quedando a su derecha, Peña, Calderón y Fox. A su izquierda, Zedillo y Salinas. El acto, además de fríos y distantes saludos (casi muecas), fue como un documental del cine mudo. Un viejo del staff allí presente dijo algo que la mayoría de los jóvenes no entendió: me sentí como si hubiera tenido la suerte de encontrarme en un estudio de Hollywood con Lon Chaney, Béla Lugosi, Boris Karloff, Buster Keaton y Harold Lloyd juntos. O sea, los grandes de las películas de terror y los cómicos geniales del lenguaje corporal. Los fotógrafos y camarógrafos se recrearon a más no poder: primero, evidentemente los long shots, los medium y por supuesto, los close up no sólo de rostros, sino de detalles: la carcajada hilarante, la esclava en la muñeca derecha que tenía incrustado con piedritas muy brillantes, un nombre, creo que decía TITANIC o TU TANIA. Unos ojos enrojecidos y dormilones y otros de apipizca, pequeños pero fulminantes, conminatorios (Woody Allen dice que los japoneses no miran, sospechan. Pues éstos no sospechan, condenan). Así que cuando ya los ex pasaban a retirarse, el inevitable Fox se les atravesó e impidió la salida diciendo: “No desperdiciemos esta excepcional oportunidad. Antes de retirarnos, dejemos una huella inequívoca del compromiso que hemos contraído con nuestra solitaria (quiso decir insólita) reunión. Pongámonos en círculo, mandemos un rotundo mensaje a todos los mexicanos: unámonos en un team back y gritemos tan sólo una palabra: ¡MÉXICO! El pueblo vibrará al ver unidos en este acto a los máximos líderes de esta ‘suave patria’, a la que, con nuestra actitud, estamos loando”. Se congregaron todos en círculo, unieron sus diestras, una sobre otra (se vio muy mal el que de inmediato se desinfectó con su gel de bolsillo) y con diversos tonos gritaron la proclama: “¡MÉXICO!” El presidente AMLO, lo dijimos la semana pasada, después de una despedida, sobria, afable y cortés, desapareció en pop, es decir, de improviso.

El propósito inicial era comentar con ustedes lo que “el otro yo” de los participantes de esta reunión realmente procesaba sobre sus contertulios. ¿Qué, en verdad, opinaban unos de otros? Pero de nueva cuenta, tiempo, espacio e impericia, limitan las intenciones, por eso la columneta pregunta: ¿Vale la pena continuar con este ejercicio o seguimos de frente con lo de hoy y, posiblemente, con lo de mañana?

Twitter: @ortiztejeda

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