Al inaugurar el 20 Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), el máximo dirigente de esa potencia asiática, Xi Jinping, afirmó que China se encuentra “en un momento crítico”.
En efecto, la época de relativa estabilidad mundial que permitió a Pekín convertirse en una potencia industrial, comercial y tecnológica parece estar llegando a su fin, en tanto que en lo interno el modelo de desarrollo impulsado por el PCCh y por el propio Xi desde hace una década requiere de ajustes tras la emergencia sanitaria que se inició en Wuhan a finales de 2019, y debido a la disminución del crecimiento económico que ya venía manifestándose desde antes de la pandemia.
El nuevo escenario internacional no sólo está marcado por la guerra en Ucrania sino también por los realineamientos que ésta ha inducido; y en lo que respecta a China, por un recrudecimiento de las tensiones ya no sólo comerciales, sino también militares, con Estados Unidos.
En efecto, si la administración de Donald Trump comenzó una guerra comercial con el gigante asiático, el gobierno de Joe Biden abrió un nuevo frente al acentuar las pretensiones geopolíticas de Washington en el Mar de China.
Como parte de esa proyección, la presidenta de la Cámara de Diputados estadunidense, Nancy Pelosi, efectuó una visita a Taipéi, la capital de Taiwán, para atizar los afanes independentistas de esa isla, cuya soberanía es reclamada por Pekín desde que se constituyó la República Popular China, en 1949.
El gobierno que encabeza Xi ha logrado conciliar con éxito el desarrollo y el bienestar, ha conseguido elevar en forma significativa el nivel de vida de una población de más de mil millones de personas, ha atenuado algunas de las tendencias negativas de la etapa previa de crecimiento –como la desigualdad social, la corrupción y el deterioro ambiental– y ha dado al país un poderío económico, militar y tecnológico formidable: para ser más precisos, el segundo en el planeta después de Estados Unidos.
China ya no sólo es la fábrica del mundo sino también el principal motor del comercio, una potencia espacial, un factor de desarrollo y cooperación en zonas tan remotas como África y Sudamérica y se ha convertido incluso en una potencia espacial.
La preservación y consolidación de semejantes logros en un entorno nacional e internacional que ha sufrido profundas alteraciones de unos años a la fecha requiere sin duda de ajustes y modificaciones en la estrategia gubernamental.
La suerte del propio Xi Jinping, quien se encamina a un tercer periodo de gobierno, depende de ello. Y eso es justamente lo que se procesa en el congreso en curso del partido gobernante.