Maltratados en ambos lados de la frontera, migrantes venezolanos que fueron expulsados de Estados Unidos a territorio mexicano narran a La Jornada la incertidumbre que han vivido los últimos días, el hambre y las humillaciones que pasaron y la angustia actual, pues recibieron un plazo de 20 días para salir del país.
“Nos expulsaron a 42, porque si de verdad nos hubieran deportado, lo habrían hecho directamente a Venezuela”, expresa Nataly de los Ángeles Prieto Morales, originaria de Maracaibo, quien entre lágrimas pide al gobierno estadunidense una nueva oportunidad “para demostrar que no somos malas personas, que simplemente queremos trabajar”.
En las instalaciones de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social de la Ciudad de México, donde 14 de ese grupo lograron llegar el viernes, comenta que se sienten desamparados y solos. “No tenemos a nadie, hemos buscado en varios sitios refugio –en la capital del país–, pero simplemente nos dicen que no nos pueden tener, que somos muchos”.
En la madrugada del pasado 12 de octubre, después de un largo peregrinar desde su natal Venezuela, cruzaron la frontera de Estados Unidos y se entregaron a las autoridades migratorias.
Creyeron que habían logrado su sueño, pero no fue así. Los trasladaron a un albergue en Texas, donde “nos hicieron botar la ropa mojada, las mochilas, y nos dejaron con una bolsa, una identificación y nos colocaron una manilla con nuestro nombre. Luego nos tomaron huellas, foto”, recuerda José Apóstol.
Insultos en inglés y español
El peor trato fue de los agentes de migración estadunidenses de origen latino. “Nos tuvieron parados como hora y media y uno de esos oficiales le decía en inglés a sus compañeros: ‘llévense esta mierda, hay otro grupo por llegar”’, recordó Paolo Gutiérrez.
Los insultos fueron también en español. “Hijo de la chingada, ¿eres bruto?”, le gritó otro agente. En el refugio continuaron las órdenes intimidantes: “¡Avancen, están en Estados Unidos, no vienen de turistas, son ilegales!”
Nataly recuerda que estuvieron menos de un día en ese sitio, ya que a las cuatro de la tarde fueron sacados del refugio, sin informarles a dónde los trasladarían. Fueron llevados a Piedras Negras, Coahuila, y ya los esperaban agentes migratorios mexicanos.
“Lo más triste e injusto es que las autoridades del gobierno de México tampoco nos comunicaban nada, a pesar de nuestra desesperación. Nos subieron a un autobús y sólo dijeron que iríamos al sur”. Su destino fue la estación migratoria de Morelia. Asegura que les robaron sus pertenencias. “Yo me quedé sin ropa, a otra compañera le quitaron 100 dólares”.
En Morelia les entregaron el documento en el que se ordena su “salida definitiva del país con vigencia de 20 días naturales”. Todos “estábamos en shock, llorando, ante la certeza de que también de aquí nos expulsan, de que ni siquiera tenemos para comer”.
Aconsejados por un abogado, se trasladaron a la Ciudad de México para encontrar refugio, pero no tienen dinero para nada. “No lo creemos justo, somos un grupo de gente trabajadora, algunos universitarios… yo no iba a Estados Unidos a hacer nada malo, de verdad”, enfatiza.