A cerca de Sol y Sombra Quijote torero, enriquecedor libro de José Cueli, el historiador taurino José Francisco Coello señala: “En historia, ‘el pasado nos constituye’, afirmó Edmundo O’Gorman, referente en la formación de sinnúmero de historiadores. Si nos centramos en la tauromaquia, tenemos que hacerlo pensando en el andamiaje de siglos y milenios que han intervenido y procesado esta expresión para verla y entenderla como patrimonio, como legado que lleva el paso ritual de la vida a la muerte.”
“Sol y Sombra Quijote torero es más que un libro de toros por su hechura y logrado por una pluma cuyos escritos publicados desde 1984 y hasta hoy en La Jornada, son como una bocanada de aire fresco con rasgos muy peculiares, resueltos con una capacidad de síntesis que a muy pocos les es dado. Cueli es uno de ellos.
“Sorprende positivamente el gesto de La Jornada de incluir un libro taurino en su ya larga y plural trayectoria, lo que celebro de veras, y más tratándose de un autor que elogiamos gozosamente. Destaca a lo largo del libro la selección de un centenar de los escritos semanales de Cueli, que hoy deben superar con facilidad mil 500 registros imprescindibles.
“Ciertas expresiones conmueven: ‘…de ahí que la fiesta brava sea luz y sombra, religiosidad y erotismo, ritual que se escenifica desde la antigüedad como un eterno retorno que nos revela el misterio de la vida y de la muerte’. Aparece Michel Leiris, gracias al atinado ojo de Cueli para aproximarnos a entender que ‘La crueldad es una dimensión de lo intangible’, si es que tal estancia existe. El poder expresivo de la palabra se quiebra donde la sensibilidad y el entendimiento quedan perplejos. En el ritual torero ‘lo sublime y lo abyecto; la profanación y la celebración no son otra cosa que un auténtico estado de excepción porque el hombre ante la bestia representa una totalidad indivisible, un sujeto absoluto enfrentado a la voluntad de poder más allá de los límites que las libertades individuales imponen’. Y es todo esto, al fin y al cabo el proceso de una ecuación que nos desvela, justo en el paso de la vida a la muerte, donde se impone un dictado maniqueo que trata de una confesión transferencial en tanto yo me explico por otros, soy explicado por vivos o muertos en tanto son ellos mismos.
“En el desenlace del libro aparece esta expresión contundente: ir a los toros con limpieza es ir a estar presentes, a testimoniar algo −un misterio, un sacrificio, no se sabe bien, algo evidentemente muy oscuro para todos−. En este libro privan dos pulsiones: la de la vida y la de la muerte, sin más. Aun así, a lo largo de su discurso se crea una tercera pulsión que acaba por alcanzar la dimensión tridimensional de profundidad o de espacio: la del toreo”, concluye Coello.
Una sugerencia: Así como el gobernador de Zacatecas, sin pedir permiso, solicitó la ayuda de Estados Unidos por medio de su embajador en México para pacificar ese estado −incapacidad mata soberanía−, ¿no se podrá solicitar al embajador de España una asesoría de especialistas para recuperar la fiesta brava de México? Entre autoridades omisas, taurinos indolentes y animalistas compasivos, las cosas van de mal en peor, tanto en seguridad como en el sustento de la multicentenaria tradición taurina del país, donde ha faltado capacitación y sensibilización en autoridades, interesados y público. Juececitos y grupitos denunciantes no califican porque, sin conocer de esta tradición, son subsidiados por el animalismo internacional como sustituto del humanismo real, ese que respeta los valores identitarios de cada pueblo.