“Me levanto y miro ¡sangre a la derecha! ¡a la izquierda, sangre! Mañana dejo mi casa, dejo los bueyes y al pueblo. ¡Salud! ¿Adónde vas, dime? Voy al quinto regimiento Soy del quinto regimiento…”
Y ya entrado en gastos, cantaba Rafael por alegrías: su famoso “Galope” de musicalidad flamenca en las que vibraba Andalucía:
“Las tierras, las tierras, las tierras de España, las grandes, las olas, desiertas llanuras. Galopa a caballo cuatralbo jinete del pueblo al sol y la luna. Galopa, galopa hasta enterrarlos en la mar. A corazón suenan resuenan, resuenan. Galopa jinete del pueblo caballo cuatralbo, caballo de espuma. Galopa, galopa…” Sangre a la derecha y a la izquierda sangre. “Ritmo, taconeo con redoble de palmas en un constante estribillo Las tierras, las tierras Suenan, suenan, suenan Galopa, galopa, galopa Caballo cuatralbo Galopa, galopa que la tierra es tuya”.
Instante de ritmo erótico de las estrofas que convergen semánticamente y son la expresión imaginativa del sonido del galope, in crescendo, como en las grandes faenas de los toreros flamencos las de Morante de la Puebla... los Gallos o Rafael de Paula al golpe de las palabras y los bailes de la Niña de los peines... galopa, galopa: suena, suena, resuena: anda, venga, niña! Galopa, galopa, suenan las palmas.
Alberti canta por alegrías, al revés de García Lorca, que canta por seguidillas. Dos cuerdas distintas, dos concepciones de la Andalucía y del venero del baile flamenco.
Federico García Lorca es canto tremendista andalucista: introvertida, estética, mágica del duende torero; los demonios, Alberti tiene un canto movedizo, luminoso, de garra, de ansias infinitas de vivir para hacer poesía ligera en las madrugadas soleadas de su Cádiz, y Morante de la Puebla, que enloqueció a la Maestranza de Sevilla hace dos semanas y torea hoy en Zaragoza en su feria tradicional las 100 corridas en que acabó con el cuadro.... mezcla sevillana de García Lorca y Alberti.