Si hay algo que tiene claro Sergio Flores Thorija, es su oficio. Aunque hasta hace apenas unos años comenzó a dirigir sus primeros títulos, el cineasta mexicano ha sabido desde una muy temprana edad que quería dedicar su vida al séptimo arte. Con eso en mente, también ha determinado el tipo de cinematografía que desea producir, una que incentive al espectador a reflexionar. “El cine que a mí me interesa, el cine de autor o de arte, al menos para mí, es el único”, asegura en entrevista.
Flores Thorija, quien estrenó su segundo largometraje tras siete años desde el primero, considera que el tiempo invertido en una película es como aquel que los padres dedican a sus hijos. “A mí me deprimiría dedicarle cuatro años de mi vida a una peli que no es lo que quería hacer, que no estoy orgulloso de ella, que no di todo, que hoy mismo me restringí, o yo mismo la hice de una forma mucho más convencional sólo para poder hacerla, o para que le vaya mejor. Porque esos años de tu vida nadie te los va a devolver, entonces quiero estar orgulloso de lo que hice”, abunda.
La visión sobre el cine que tiene el realizador mexicano se ha nutrido en buena medida de su paso por la Academia de Cine de Sarajevo, en Bosnia y Herzegovina, del reconocido cineasta húngaro Béla Tarr. Ahí pudo convivir de primera mano con algunos de los grandes realizadores a los que Flores Thorija admira, figuras como la de Pedro Costa, quien ha sido reconocido en festivales de cine como el de Locarno o Cannes, formaron parte de la vida cotidiana del mexicano.
Eso le permitió hallar claridad en algunas de las incertidumbres que preocupaban a Sergio. “Como no hay un camino claro, lidias con una cantidad de inseguridades importantes”, admite. En sus interacciones con otros cineastas, el mexicano notó que “nadie era un superdotado, y lo que tenían todos en común es que eran unas máquinas de trabajar. Y la otra es que les valía 10 kilos… todo lo que la gente pensara de ellos. Por eso su cine era diferente”, cuenta.
Haber vivido esa experiencia también le dio otro tipo de resultados: su película 3 Mujeres (o despertando de mi sueño bosnio), producida por el propio Tarr; y una sensación que terminaría dando como resultado Travesías, su más reciente película. “Siempre me sentí como un extraño en esta cultura. Fue muy difícil hacer amigos locales, ahí siempre tienes esta noción de: ‘yo no soy de aquí’. Y ese sentimiento lo quería plasmar en mi segundo largometraje”, explica.
Basada en cosas reales
Encontró una buena forma de hacer un paralelismo con eso en la frontera norte de México, entre las ciudades de Tijuana y San Diego, donde el gran contraste se puede notar a muy poca distancia. “Quería tocar este tema de que el lugar donde naces, por desgracia entre más pobre es el país, determina las oportunidades que vas a tener en la vida”, señala.
Así que se le ocurrió que para lograr el contraste era bueno narrar dos vidas paralelas y distantes al mismo tiempo, y colocó a sus protagonistas en cada lado de la frontera. Flores Thorija también quería lograr un sentimiento de autenticidad, de modo que trabajó con personas sin formación actoral, e inició un proceso de investigación de campo que lo llevó a mudarse a Tijuana por un tiempo.
“Y la película viene de estos sentimientos que tuve en Tijuana, de una mezcla de cosas que vi, que sentí, de historias que me contaron, de las vidas de los actores, es un híbrido de todo eso”, explica. Si bien Travesías es una ficción al desarrollarse de la forma en que el cineasta deseaba, también “está completamente basado en cosas de la realidad, y con muchas técnicas del documental”.
La manera en que Sergio ha decidido hacer su cine proviene de la forma en que estructura las historias en su cabeza. “No pienso tanto en si es ficción o documental, no imagino nunca en géneros cinematográficos, más bien una película tiene que ser lo que tiene que ser”, estima.
Sin embargo, haber optado por tener una forma propia de pensar y producir sus películas también le ha significado algunos obstáculos. “Pierdes, tal vez, difusión al no contar con grandes nombres, lo hace un reto muy grande no conseguir los recursos. Es casi imposible aplicar en México para una película que no tiene actores conocidos, no tiene diálogos escritos y la vas a hacer con un equipo de cinco personas. Te tiran de a loco. Por desgracia tienes que fingir un poco que la vas a hacer de una forma un poco más clásica”, explica.
Pero también ese tipo de decisiones, considera el director, contribuyen a dar a sus películas otras cualidades. Decidir trabajar con gente que no actúa, por ejemplo, “para mí le da mucho a la cinta. Siento que de entrada ayuda al espectador a conectar más con el filme porque te lo crees más, porque son caras que nunca has visto en tu vida, no estás viendo por veinteava vez a tal actor”, considera.
Y mientras por un lado la manera de trabajar que tiene Sergio es muy flexible, en la parte de la fotografía ocurre al contrario. “Es fundamental que la cámara no sea sólo el registro, que no esté contando un cuento. Es fundamental utilizar los recursos del cine, del lenguaje cinematográfico, para sugerir cosas. Soy un loco de cómo se filma y de esta estética”, admite.
Para Flores Thorija, “en realidad no hay una sola forma de hacer cine”. Razón por la que le gustaría poder acceder a recursos sin necesidad recurrir a los mismos formatos ya establecidos. “Sería ideal que en México hubiera fondos de cine para formas diferentes de hacerlo, porque todos los recursos en el país –que hay bastantes y por suerte han incrementado, y es cierto que se producen bastantes pelis con fondos– pero los requisitos para todas son super cuadrados”, critica.
Aun con los sacrificios que ha tenido que hacer, el cineasta aprecia poder hacer su trabajo como él lo desea, “esa libertad es invaluable”. Llevando a cabo esa labor es donde Sergio encuentra mayor felicidad, “es como un amor/adicción, esto es lo que hago y es lo que sé hacer, y esa es la razón una, dos y tres para hacerlo, no por un premio o por un ego”, explica.
Travesías ya está disponible en salas de cine.