El secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, ha hallado el modito de potenciar sus posibilidades de ser candidato presidencial morenista: ha tratado de mostrarse eficaz en encomiendas políticas delicadas, cuya resolución su jefe mucho agradece, y se ha esforzado en asentar en la clase política morenista la percepción de que él es un eficaz negociador y componedor, amigable o enemigable, según sea necesario.
Ayer se esforzó de manera especial en lucirse ante diputados federales de la llamada 4T como tejedor de acuerdos salvíficos, capaz de procesar con velocidad y puntería las opciones que la política de negociaciones cupulares ofrece. Narró extensamente el proceso que llevó a cerrar una alianza con los priístas a los que durante semanas se sometió al escarnio público en la persona de Alejandro Moreno Cárdenas, el Alito tan famoso que ahora goza de impunidad gracias a esos arreglos.
Confidente ante las masas con curul (secreto que saben más de dos ya no es secreto, reza algún proverbio), justamente para mostrar el grado de gestión en la confidencialidad suprema (la de Palacio, el poder de la interlocución máxima), López Hernández reveló que los acuerdos con los priístas, en materia de fuerzas armadas y Guardia Nacional, incluyen la posibilidad de extenderlos a las áreas que se creían canceladas: las reformas eléctrica y electoral.
Mencionó que a los jefes del partido tricolor se les ocurrió proponer una iniciativa para extender la duración del transitorio militar hasta 2028, y así la presentaron a Nacho, el coordinador de la bancada guinda (quien así gana bonos rumbo a la sucesión gubernamental en Puebla), que a su vez la planteó a Adán Augusto y éste a López Obrador: y colorín colorado, la Guardia Nacional y Alito Moreno (y el priísmo en general) se han salvado.
Con aire de socarronería tropical detalló Adán Augusto tales entretelones e informó que con los priístas hay “un acuerdo político, más allá de lo constitucional, que permitirá al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador transitar de otra manera y consolidar la gobernabilidad que el país y él requieren en el último tramo de su sexenio” (nota de Georgina Saldierna y Enrique Méndez: https://bit.ly/3ep5Viy). El PRIMor en todo su esplendor. Cierre de sexenio a tambor, guinda y tricolor, batiente.
Las andanzas del otro López, también tabasqueño, se producen mientras Claudia Sheinbaum se potencia en las giras a los estados, las visitas de la clase política morenista a su oficina y la evidencia de que su figura política tiene un tratamiento superior especial (aparentemente definitorio), y en tanto Marcelo Ebrard cumple con protocolos propios de su encargo, lejos en cuanto la diplomacia le lleva a lo externo, fríamente eficaz, cuadradamente institucional, esperanzado en un péndulo de sexenio que al siguiente, como sucedió con Lázaro Cárdenas, ceda a las circunstancias y favorezca a un Manuel Ávila Camacho y no a un general Francisco José Múgica.
Por lo pronto, las confesiones de Adán, en el paraíso legislativo de la 4T, significan una estocada final a lo que quedara de esperanza en la amalgama partidista y empresarial que alguna vez soñó con una alianza electoral 2024: el PRI se les ha escapado y ha vuelto a los entendimientos gananciosos con Morena, así que sólo queda el PAN, con lo que resta del PRD, más los financistas X. y los membretes de ilusionismo como el más reciente, Unid@s.
Como era natural, Alito Moreno declaró de inmediato que no hay tales acuerdos de fin de sexenio y que los legisladores del tricolor se mantendrán adversos a la reforma eléctrica y, en lo electoral, pues, digamos que no aprobarán nada que dañe a las instituciones de ese ámbito. Los panistas bien podrían dar fe de lo confiables que son las expresiones de Alito, el ganador de la rifa del jaguar. ¡Hasta mañana!
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