Nierstein. Con los veranos cada vez más calurosos, las bodegas alemanas no logran satisfacer la demanda de vinos blancos secos y ligeros, así que tomaron la decisión de recurrir a variedades históricas, que suelen madurar mucho más tarde.
A pesar del inicio temprano de la vendimia, las uvas suelen tener un alto contenido de azúcar, lo que fácilmente conduce a un aumento de los niveles de alcohol en las barricas. Además, contienen menos ácido que en los años más fríos.
“La Gelber Orleans es para nosotros la respuesta al cambio climático”, dice la enóloga Gina Gehring mientras señala las grandes uvas de color amarillo verdoso de su viñedo ubicado en el Roter Hang de Nierstein, en el oeste de Alemania. Los vinos se caracterizan por las notas minerales de la pizarra arcillosa de color rojizo.
“El año pasado tuvimos problemas para que madurara la uva porque (el tiempo) estaba muy fresco. Pero este año todo está saliendo bien para la Gelber Orleans”, explicó la alemana.
En el Instituto de Cultivo de la Vid de la Universidad de Geisenheim, en el centro-oeste de Alemania, se midieron a finales de la primera semana de septiembre 83 grados de la escala de Oechsle para el Riesling, pero sólo 54 para la Gelber Orleans. La escala de Oechsle mide el contenido de azúcar de las uvas.
El director del instituto, Joachim Schmid, comenta que en siglos pasados había pocas regiones vitivinícolas como Roter Hang o Rüdesheimer Berg, en Rheingau, en los que podía madurar la Gelber Orleans con suficiente luz solar y la pendiente adecuada.
“Desde 1988 estamos bendecidos con temperaturas más altas, ahora casi que nos asustan”, alerta. Agrega que ahora hay claras ventajas para las variedades de uva históricas de maduración más tardía.
El viticultor Martin Koch vincula la Gelber Orleans con los monjes cistercienses, que en la Edad Media trajeron esta variedad de uva de Francia al Rin.
“Nos resulta muy atractivo volver a cultivar estas uvas en el mismo lugar que los cistercienses”, indica. Según Koch, es comprensible que la Gelber Orleans dejara de cultivarse en una época de temperaturas más frías. “Pero hoy eso es precisamente una ventaja.”
Además del vino Gelber Orleans, ahora también se cultiva y embotella el vino Heunisch, que fue una variedad de vino blanco común en Europa Central hasta mediados del siglo XIX.
“Pero también descubrimos una gran cantidad de otras variedades de uva históricas que se adaptan mejor a los climas más cálidos que las variedades de uva clásicas”, cuenta el viticultor Ulrich Martin, de Gundheim, en el estado federado de Renania-Palatinado.
Una de las uvas favoritas de Martin es la Grüner Adelfränkisch. “Esta variedad se siente realmente a gusto a 40 grados. Con el aumento de las temperaturas, el Riesling, al igual que el Chardonnay, tiene el problema de que la acidez desaparece. El Grüner Adelfränkisch conserva la acidez y es un ganador climático”, aclara.
Hasta 2007, esta variedad de uva, probablemente originaria de Moravia y emparentada con la Traminer, se consideraba extinguida.
“Es muy importante preservar los recursos genéticos de las variedades de uvas históricas”, destaca Schmid. “Tenemos que conservar la gama completa de alguna forma, preferentemente en el campo”, es decir, en el cultivo comercial.
El mantenimiento de las variedades de uva histórica en instalaciones científicas no ofrece una garantía de que sigan existiendo.
En su opinión, preservar un acervo genético lo más completo posible también tiene sentido porque la obtención de nuevas variedades de uva con vistas a un cambio de las necesidades aún no ha terminado.
Hasta ahora se ha centrado la atención en las Piwis, variedades de uva resistentes a los hongos que son menos susceptibles a las enfermedades fúngicas y, por lo tanto, requieren menos protección fitosanitaria.
“Sin embargo, muchas Piwis maduran relativamente pronto”, subraya Schmid. “Ahí es donde los cruces con variedades de uva históricas tienen mucho sentido”, sostiene el experto.