La historia reciente de Estados Unidos se resume como la historia de la energía en el siglo XX, el uso de lo que se tiene y la búsqueda de lo que no se tiene. Junto con su aliado en Medio Oriente y de facto líder de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Arabia Saudita, Estados Unidos dictó la política energética y monetaria del mundo durante los últimos 40 años.
Todo esto cambió con la llegada del demócrata Joe Biden al poder. Biden, envalentonado por la (absurda) idea de que tan pronto como 2030, el petróleo ya no importaría, afirmó durante la campaña presidencial, que aislaría a Arabia Saudita, que dejaría de venderles armas y que los exhibiría como unos parias. Los eventos del año 2020, cuando el petróleo cotizó con precios negativos, aumentaron la confianza de Biden.
Estados Unidos siempre ha entendido el valor geopolítico de controlar el suministro energético. Desde la crisis de la década de 1970 implementó políticas para buscar independencia energética y creó la Reserva Estratégica de Petróleo (SPR, por sus siglas en inglés) como un instrumento pensado para aminorar las consecuencias de “disrupciones en el suministro”.
La realidad le dio un duro golpe al presidente de Estados Unidos. En cuanto su administración impuso sanciones a Rusia, los precios de las gasolinas se dispararon. Los republicanos de inmediato usaron el tema para atacar al gobierno demócrata. Con la inflación desatada, y con, hasta ese momento, una agenda legislativa paralizada, Biden, desesperado, tuvo que repensar sus palabras e ir a pedir al príncipe Muhammed Bin Salman que aumentara la producción de petróleo para que los precios en Estados Unidos pudieran disminuir. Muhammed Bin Salman no aceptó. Ahora Biden –con sus índices de aprobación por los suelos y con la posibilidad, cada vez más real, de perder las elecciones intermedias– decidió liberar desde marzo, un millón de barriles durante seis meses, es decir, 180 millones de barriles, llevándola a su nivel más bajo desde 1985.
Estados Unidos decidió apretar aún más a la economía de Rusia y declarar un límite de precio a las compras de petróleo en el mundo. Como respuesta, la OPEP+ anunció nuevos recortes a la producción petrolera por un total de 2 millones de barriles diarios. Rusia anunció que no venderá petróleo a quien quiera implementar el tope. Ahora queda la duda de si Biden decidirá seguir vaciando la SPR con tal de llegar a las elecciones intermedias de noviembre con algún “logro” tangible, tener un bajo precio de la gasolina.
Joe Biden parece estar dispuesto a sacrificar una de las más grandes herramientas geopolíticas con las que cuenta Estados Unidos con tal de que su partido, contra todo pronóstico, retenga la Cámara de Representantes.
¿Qué pasará una vez que se lleven a cabo las elecciones? Sin duda, los altos precios del petróleo benefician a la OPEP, por lo que se podrían esperar aún más recortes. Pase lo que pase, estamos presenciando un momento de realineación de fuerzas internacionales.
La OPEP+ está abiertamente desafiando al “gobierno más poderoso del mundo”. Lo más interesante de todo es ver cómo Estados Unidos y la Unión Europea, quienes representan 42 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial, han quedado relegados a expectadores en este juego donde la OPEP (6 por ciento del PIB mundial) tiene todas las cartas. Un error garrafal, cambiar el imperio por unas elecciones.
* Especialista en temas energéticos y maestro en finanzas en el sector energético por la Universidad de Edimburgo.
Twitter: @aloyub