La ciudad maya de Ichkabal, ubicada a sólo 30 kilómetros de lo que será la estación Bacalar del proyecto del Tren Maya, fue descubierta hace 28 años, pero en este año entró en una etapa de investigación profunda con vistas a su apertura turística. Foto Luis Castillo
El director del Centro INAH de Quintana Roo, Margarito Molina, prevé la revitalización de la cultura viva en la región, de la mano de dependencias como la Secretaría de Cultura federal y el mismo INAH. Foto Luis Castillo
El grupo arquitectónico principal consta de cinco extraordinarios edificios, denominados con sencillez del uno al cinco. La investigadora describió que el primero de ellos tiene una base similar a la de la Pirámide del Sol de Teotihuacan, de 250 metros por lado, aunque sólo tiene una altura de 40 metros. Foto Luis Castillo
La arqueóloga Sandra Balanzario, también adscrita al Centro INAH de Quintana Roo, refiere que hay mucho por descubrir, pues existen indicios de que en Ichkabal está el origen de la dinastía Kaanu’l (Serpiente), una de las más poderosas de la civilización maya. Foto Luis Castillo
Foto Luis Castillo
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Con una antigüedad de al menos dos mil 400 años, el conjunto central abarca una superficie de siete hectáreas, superior a las casi cinco que ocupa el Zócalo de la Ciudad de México. Foto Luis Castillo
Las estructuras, recubiertas aún por la vegetación en varias de sus caras, congregan en sus orillas el verde selvático y la piedra ennegrecida por el tiempo y la intemperie. Foto Luis Castillo
El nombre del asentamiento se deriva de las palabras "ich", que significa "entre", y "kabal", "bajos", porque fue construido en terrenos altos, rodeados de bajos o humedales, los cuales, deducen los expertos, eran aprovechados para la agricultura. Foto Luis Castillo
En el resto del asentamiento se cultivaba frijol, maíz, así como variedades de calabaza y chile. Los mayas que habitaron Ichkabal gozaban de autosuficiencia alimentaria, sostiene la arqueóloga. Foto Luis Castillo
El complejo central está organizado en armonía con los puntos cardinales. Aún luce decorados ceremoniales en negro y rojo, por los que se presume que los habitantes tuvieron que comerciar con poblaciones de Guatemala para adquirir hematita especular, un mineral que produce un color rojo intenso y brillante en la oscuridad, que también fue usado en Teotihuacan. Foto Luis Castillo
Otras edificaciones poseen decorado de mascarones modelados con estuco que miran hacia el oriente, mismos que después de ser excavados volvieron a ser cubiertos para su protección. Foto Luis Castillo
Una laguna artificial se observa en la entrada del complejo. Esa aguada fue nombrada De los cocodrilos, por ser hábitat de dichos reptiles. Esos animales perpetúan la obra maya, pues, explica Balanzario, han removido y asentado sedimentos en el fondo, como necesita una gran obra de ingeniería hidráulica a fin de evitar la filtración del agua. Foto Luis Castillo
El espacio ceremonial comenzó a ser investigado en 1994, cuando fue registrado por el destacado arqueólogo de origen español Enrique Nalda Hernández (Logroño, 1936-CDMX, 2010) junto con Javier López Camacho. Foto Luis Castillo
Los estudios del también antropólogo y cofundador de este diario permitieron atisbar la enorme complejidad arqueológica de esa región cercana a Bacalar, cuya importancia política y económica alcanzó la de sitios emblemáticos como Tikal o Calakmul. Foto Luis Castillo
Balanzario relata que desde 1930 había datos sobre la existencia de un sitio monumental en la región, provistos por personas que explotaban chicle, y que en los años 70 se descubrieron asentamientos arqueológicos cercanos, pero no se encontró Ichkabal. Foto Luis Castillo
De dos de las construcciones no se ha retirado la tierra ni la vegetación de todas las escalinatas ni en sus costados y fachada trasera, ya que los trabajos se han concentrado en descubrir las estructuras que se levantan de forma ceremoniosa hacia donde se pone el Sol. Foto Luis Castillo
Desde la cima, se atisban, a una decena de kilómetros, los promontorios de la zona arqueológica de Dzibanché, con la que la ciudad maya se hallaba conectada por medio de calzadas prehispánicas, ahora casi destruidas. Foto Luis Castillo
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