¿Y qué sucedería si el próximo miércoles se desfonda la verdad de la guacamaya?
No quiero decir que así vaya a suceder, pero, ¿qué pasaría? Por lo pronto, quienes invirtieron en la sagaz hazaña quizá estén reclamando la efectividad del producto adquirido, porque de momento no se mira muy preocupados a los uniformados ni a los no uniformados.
Los militares han caído en ese silencio a veces culposo, a veces desdeñoso, que alimenta la especulación, pero esa indiferencia no ha satisfecho el apetito del desastre que parecía ser el motivo del asalto a la intimidad institucional del Ejército.
Es difícil hablar en términos técnicos de la posibilidad de que el hackeo, como hasta ahora se le ha descrito, sea real. Cuando se nos dice que se extrajeron seis terabytes de información del búnker verde, no tenemos, bien a bien, cómo medirlo, aunque, por ejemplo, los llamados Papeles de Panamá sólo tenían un par, y la cantidad de información que contenían fue inconmensurable.
Hay quien asegura que detrás de la información que se atribuye a Guacamaya hay alteración en los despachos, pero por lo pronto nadie se ha atrevido a desmentir, formalmente, lo que de ese grupo proviene.
Lo que sí es verdad es que desde varios puntos, no sólo del gobierno, se está tratando de saber quién o quiénes son Guacamaya, porque también existe la sospecha de que el hackeo se financió desde la cúpula de algunos grupos empresariales enemigos del gobierno actual.
Los expertos de las Fuerzas Armadas también están en busca de quien rompió, supuestamente, la seguridad cibernética de la institución, aunque cabe decir que hay sospechas de que el golpe fue interno. La hipótesis parte del tiempo que se utilizó para sustraer la información.
Según esa idea, se requirió de mucho, muchísimo tiempo para transferir seis terabytes, y resulta casi imposible que nadie se hubiera dado cuenta de lo que sucedía. Alguien tuvo que percatarse de alguna de las anomalías que provoca el hackeo, según nos informan, y eso no sucedió.
Así las cosas, la investigación empezó por casa, lo malo es que será muy difícil enterarnos de lo que el Ejército logre hallar en sus pesquisas, porque ellos no saben transparentar la información y es probable que la verdad del caso se quede encerrada en algún otro archivo que en algún otro momento será hackeado o vendido. Así es la historia de esa corporación.
De pasadita
En lo que queda del PRD en la Ciudad de México, es decir, unos cuantos que ya no tienen cabida en ningún lado, hay, imagínese usted, una rebelión contra los chuchos.
No, no es broma. Alguien que no ha querido entender que el PRD no tiene líder, sino dueño, o dueños, reclama democracia dentro del organismo.
Y si no fuera porque lo hemos visto escrito, simplemente no lo creeríamos. Desde hace un buen tiempo los amarillos se convirtieron en un negocio electoral.
No obstante, y con todos los datos frente a sus ojos, muchos políticos metidos en el partido decidieron mantenerse en el organismo en espera, seguramente, de mejores tiempos y haciendo caso omiso a una realidad aplastante.
Ahora parece que ya no hay remedio; por el contrario, lo más probable es que cualquiera de los Chuchos despida de su negocio a quienes se han atrevido a cuestionar la pertenencia del PRD.
Lo malo para todos los que se quedaron en ese partido, y que ahora pueden perder la chamba, es que ya no hay lugar en otro partido. Ni modo, así es esto de la grilla.