Desde el inicio de relaciones diplomáticas con Alemania, en 1832, con el primer encargado de negocios, Tomás Murphy, empieza una campaña para que México sea reconocido como país soberano. El diplomático pone todo su empeño ante los países europeos y, especialmente, con el gobierno alemán. La encomienda era informar y convencerlos de que con el país americano posrevolucionario se podían concretar acuerdos comerciales, convenios de investigación científica y otros sin problemas diplomáticos. A partir de ese momento, la relación y la cooperación entre los dos países fue relativamente constante.
Durante la dominación del nazismo representado por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, la diplomacia entre ambos países se deterioró y en 1941 se suspendió la relación. Alemania, por su parte, ataca a México el 13 de mayo de 1942, cuando un submarino de su flota bombardea y hunde el buque petrolero Faja de Oro.
En esos años, el armamento que poseía el Ejército Mexicano estaba a la altura de cualquier país. Por lo tanto, México podía participar en la lucha contra los países del Eje. Aunque no hubiese podido estar, en ningún momento, al nivel de la Alemania nazi ni del arsenal estadunidense. Dicha situación se entiende por el hecho de que la política económica mexicana se basa en otro tipo de producción, en lugar de la armamentista.
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, se restablecieron las relaciones, tanto diplomáticas y comerciales como en otras áreas. Correspondió entonces al país germano la tarea de recuperar las relaciones comerciales que le beneficiarían para salir de los problemas económicos ocasionados por el excesivo gasto en armamentos y por las deudas sociales y financieras que provocó la aventura del Tercer Reich.
En los años de posguerra, la geopolítica cambió, se perfilaban rumbos democráticos a través de las corrientes socialistas en el mundo. La Alemania democrática ofrecía interesantes proyectos económicos a sus aliados y buscó la inversión en países de otros continentes, incluido México.
Se amplió, para nuestro país, el panorama industrial con las nuevas relaciones comerciales con ambas Alemanias: Federal y Democrática, ya que la diplomacia mexicana ha contemplado las relaciones con todos los países, independientemente de su ideología política.
Es importante hacer hincapié en el empeño, por parte de ambas naciones, de llegar a tratados comerciales más amplios. Sin embargo, la profunda desconfianza sobre la solvencia financiera viene desde el México posrevolucionario.
Fue hasta que el general Lázaro Cárdenas, presidente de México, dio muestra de seguridad y fortaleza soberana al apoyar al gremio petrolero para formalizar la expropiación petrolera en 1938. Pero también la riqueza en hidrocarburos fue una de las razones por las que los gobiernos europeos subsecuentes, a excepción del régimen fascista, consideraron hacer tratos con México, país petrolero, con un futuro positivo y atractivo para invertir. El mandato de Cárdenas, no obstante el carácter cercano al socialismo, no fue un obstáculo para un acercamiento entre los dos países, ya que mostró posibilidades concretas para reforzar la economía alemana. Y, por supuesto, también favoreció a la industria automotriz y a otras de diferentes rubros.
Después de una década, tenemos la visita de un mandatario de alto nivel. Frank-Walter Steinmeier, presidente de la República Federal de Alemania, quien busca en esta visita un pacto comercial para abastecer de gas a su país, ya que se han cerrado las puertas comerciales de Rusia y no podrán proveerse del importantísimo combustible.
La complicidad con Estados Unidos, buscando proteger la política de la OTAN y de la Unión Europea, ha costado mucho dinero a los países miembros de la primera, una situación de riesgo ante el cambio de clima que se aproxima. El invierno no pueden afrontarlo sin la seguridad de contar con el gas suficiente para la vida cotidiana y para evitar problemas de salud, de alimentación, de seguridad y otros inconvenientes.
Wolfang Dold, embajador alemán en México, resalta que el encuentro de los presidentes es, además de un acercamiento comercial, un desafío político. La relación de ambos países no es una señal para Rusia de que el presidente Andrés Manuel López Obrador le esté dando la espalda. Mucho menos en este momento cuando el presidente Vladimir Putin y su homólogo mexicano han firmado un acuerdo de cooperación para el desarrollo espacial.
Para el actual gobierno alemán, México “es un país, miembro del G20, con peso regional”. Y le atribuye, por esta razón, la responsabilidad de ayudar a conseguir un mundo de paz, de bienestar y de seguridad. Seguramente, se le informó al funcionario que, justamente, esa es la política del presente gobierno mexicano y la lucha es por consolidar la Cuarta Transformación en el país.
Al presidente Steinmeier podríamos recalcarle que es precisamente Alemania, su país, el que tiene la enorme responsabilidad de parar la guerra en contra de Rusia, pues el estado de guerra que Ucrania ha mantenido en contra del país de Putin beneficia únicamente a los fabricantes de armas y a los movimientos neonazis. Y, de paso, a Estados Unidos, pues el mercado del necesario hidrocarburo para Europa lo manejará el país de Joe Biden, sin obstáculos rusos.