Leonora se encuentra de pie en el cuarto de baño; observa a su madre, quien está bajo la regadera, y le da instrucciones despacio, con una voz muy dulce.
Leonora: –Acuérdese: primero se talla la cabeza, después el cuello y… ¿qué hace?
Madre: –Voy a correr la cortina. No quiero que me veas desnuda, me da vergüenza.
Leonora: –¿Por qué? Soy su hija, o qué, ¿también eso ya se le olvidó?
Madre: –¿De dónde sacas que me olvido de todo?
Leonora: –El otro día que la encontré llorando, usted me lo dijo. Mejor ya no hable tanto y cierre los ojos para que no le entre el jabón cuando se lave la cabeza. ¿Quiere que le ayude?
Madre: –¿Crees que no puedo hacerlo yo sola?
Leonora: –Claro que sí, pero no me gusta que se suelte de la agarradera. Imagínese qué van a decir mis hermanos si se me cae.
Madre: –De chiquita, cuando te metía a la tina con tu pato amarillo, me costaba trabajo sacarte. (Se vuelve hacia su hija.) A veces, de tanto estar en el agua, se te arrugaban los dedos. Entonces, yo decía que ya estabas viejita y te reías. (Sobresaltada.) –¿Qué fue eso?
Leonora: –El timbre, mamá, no se asuste.
Madre: –¿Qué esperas para ir a ver quién toca?
Leonora: –Cómo cree que voy a dejarla sola mientras se baña.
Madre: –¿Qué me va a pasar? (En voz baja.) Esta me habla como si fuera una niña. (Con energía.) Ya me quiero salir, tengo frío.
II
La madre, en bata, está sentada en la orilla de la cama, mientras Leonora le seca el pelo con una toalla.
Madre: –¿Por qué tengo el pelo mojado? ¿Está lloviendo?
Leonora: –No, se bañó, y mire que buena falta le hacía. (Advierte que su madre se estremece.) ¿Qué le pasa?
Madre: –Me jalaste el pelo muy feo y me dolió.
Leonora: –Lo que pasa es que ya tiene el cabello muy largo, y como es rizadita… ¿No le gustaría cortárselo?
Madre: –No, a tu padre le gusta que lo traiga así.
Leonora: –Mamá: él murió hace nueve años.
Madre (se vuelve hacia su hija.) –Hace rato vino a despedirse de mí. Traía su abrigo.
Leonora (acaricia el hombro de su madre):
–Sí, claro, porque hace frío.
Madre: –Ya me acordé por qué me encontraste llorando el otro día: me di cuenta de que se me olvidan las cosas.
Leonora: –A todos nos sucede, no nada más a usted.
Madre: –Cerrar las llaves del agua, para qué encendí la estufa…
Leonora (encara a su madre): –Pues hizo muy mal. ¿Qué no vio el papelito que puse en la puerta de la cocina? Dice claramente: “No prender la estufa?”
Madre: –Tenía hambre. ¿Eso es malo?
Leonora: –No. Lo malo es que no quiera comer.
Madre: –¿Voy a comer?
Leonora: –Sí, pero despacito y masticando muy bien para que la comida no se le atore en la garganta.
Madre: –Como los bebés, así estoy. Me bañas, me peinas, me dices que haga esto o deje de hacer lo otro. ¿Qué me pasa? (Observa a su hija.) No, no me digas. Lo sé: me estoy perdiendo y es algo muy feo. ¿Qué vas a hacer conmigo?
Leonora: –Cuidarla, quererla mucho siempre.
Madre: –¿Hasta cuando no vienes?
Leonora: –Aunque no esté aquí, siempre pienso en usted. Por cierto: recuerde que mañana no voy a venir, pero la acompañará mi hermana Lety.
Madre: –No es necesario. Antonio va a quedarse conmigo. No tarda en volver. Voy a salir a esperarlo.
Leonora: –¿Cómo? Todavía no se ha vestido.
Madre: –¿No? Entonces, esto que me pusiste, ¿qué es?
Leonora: –Su bata. ¿Recuerda que se la regalé en Navidad?
Madre: –¿Ya va a ser Navidad?
Leonora: –Faltan dos meses.
Madre: –¿Crees que tu padre vaya a venir?
Leonora: –Sí, claro.
Madre: –Entonces, ¿por qué lloras?
Leonora: –Lloro por tonta, porque no es justo… (Se cubre la cara con las manos.) Si yo pudiera detener eso, le juro…
Madre: –No está bien jurar. Te dije que cerraras los ojos para que no te entrara jabón, pero no me hiciste caso y, ya ves, estás llorando. Con los años te olvidarás.
Leonora: –¿De qué voy a olvidarme?
Madre: –De llorar. Yo ya no sé. Mira, tócame: tengo la cara seca. Tú no, ¿por qué?
Leonora: –Por nada, por tonta: ya se lo dije.
Madre: –Acuérdate de lo que te estoy diciendo: con el tiempo, con los años, te olvidarás de todo, hasta de llorar. (Alerta.) ¿Tocaron otra vez?
Leonora: –Es el timbre de al lado.
Madre: –No, es el de aquí. Debe ser tu papá. Como siempre, se le olvidó la llave. Pobre Antonio: ya se está haciendo viejo, pero qué le vamos a hacer: así lo quiero.