Emir Kusturica & The Not Smoking Orchestra recordaron que “la vida es un milagro”, durante el concierto gratuito en el día inicial de la Feria Internacional del Libro (FIL) del Zócalo. “¿Qué hacemos antes del final? ¡Bailar!, ¡bailar!”, dijo en la última vez que el cineasta serbio y su banda tocan en la Ciudad de México con su gira de despedida.
La carpa Ricardo Flores Magón se vio rebasada, una masa corpórea humeante alcanzó la mitad de la plancha de la plaza de la antigua Tenochtitlan. Aproximadamente 12 mil personas acudieron al llamado para bailar por última vez el Unza unza balcánico y gitano de tecno rock de los invitados serbios.
Los primeros acordes sonaron a las 8 de la noche con Tarantela. Algunas de las librerías nómadas, bajo las carpas, aún estaban abiertas. Muchos todavía aprovecharon para asomarse a la irresistible mesa con el letrero fosforescente de “Remate. Libros a 50”, o más allá otro: “Desde 60 hasta 70”.
Entrar a la carpa era imposible, tan sólo se podían observar las flores que se proyectaban en el techo blanco, entre luces violetas, amarillas y rosadas. Kusturica, en su gira del adiós con la banda a la que el cineasta se unió en los años 80, advirtió que esa era la última vez en “México ciudad”, ante el que llamó “el mejor público en el mundo, porque comparten con la gente balcánica asuntos de sensibilidad”. La respuesta fueron ojos de devoción, saltitos de júbilo y brazos en alto.
“Estoy muy contento, pero también un poco triste porque es una noche especial, la gira final de Emir Kusturica y The Not Smoking Orchestra”, y al empezar con los temas de películas dijo: “Remember, la vida es un milagro”.
La fiesta se extendía hasta las orillas de esta masa danzante, a la que acudieron incluso con bicicletas y perros. Los niños también bailaban ya en el espacio libre de la plancha o sobre los hombros de sus padres. Un bebé en una carriola no resistió y también movía contento el torso.
De Maradona a Pancho Villa
El cielo permaneció gris todo el concierto. Parecía esperar la explosión final de alegría. Sonó un homenaje a Diego Armando Maradona: “¡Maradó, Maradó!”, otro a Tito Puente, la mención a Pancho Villa, también la pregunta constante de: “¿Quién es el verdadero Francisco I. Madero?”, una canción llamada Adiós, ¿cómo estás?, con un saxofón frenético incluido, y no faltó una pieza alegre dedicada a la cerveza y así, en español, como aparecen en el último disco Corps Diplomatique, en cuya portada visten sombrero y sarape, en una evocación de la Revolución Mexicana.
Llegaron a sonar instantes del brillo del diamante enloquecido de Pink Floyd, al igual que otra bastante importante en la larga biografía de 23 años, la canción se llama Fuck You, MTV. Guitarras, acordeón, teclado, saxofón, trompeta, batería y violín sonaron fuerte.
Y al final, en la cumbre musical, comenzó a llover, mientras cerraba el concierto con Comandante y Bubarama a las 9:30 de la noche. Algunos se fueron, pero la gran mayoría permaneció ahí, a desbocar el cuerpo más alegres y jubilosos, saltando y moviendo los brazos. Hasta siguieron los de espíritu voyerista que observaban por una de las rendijas que quedó entre las uniones de la carpa, donde se adivinaba la figura rubia y camisa amarilla de Kusturica.
Para entonces ya habían cerrado los estantes libreros. Apenas fue el primer día de una decena que anticipan más de 230 actividades, entre presentaciones de libros, conferencias, mesas, homenajes y más conciertos. “Creemos en los libros”, se leía en una de las grandes carpas nómadas, como gitanos que llevan historias por el desierto de concreto.