Veracruz, Ver., Los actos más llamativos del Festival Internacional Afrocaribeño de este año han sido los musicales. En el Zócalo de la ciudad de Veracruz, locales y turistas aprovechan que las noches son más frescas para reunirse con sus familias, parejas y amigos en torno al escenario del que emergen sones jarochos y montunos, así como ritmos afroantillanos o jazz.
Como suele ocurrir en otros encuentros culturales y artísticos, hay algo en la música que atrae a las personas, y en el caso de celebración que se lleva a cabo en el puerto de Veracruz, el baile también aparece como una de sus respuestas y complementos más inmediatos y espontáneos. No es casualidad que el festival tenga en su programación talleres de danza africana, a los cuales principalmente jóvenes curiosos se han acercado.
Herencia africana
Pero en el acto dedicado a la herencia africana en México, lo mismo se han impartido cursos de cocina, percusiones o de son jarorocho y charanga en los barrios que se encuentran en la periferia veracruzana. Y mientras que algunas de las actividades se han visto a rebosar de público, otras han pasado casi desapercibidas, lo que no exime a quienes asisten de demostrar un gran entusiasmo que se observa en los aplausos y el apoyo que brindan a los espectáculos ofrecidos.
Este año, una de las principales sedes del Festival Afrocaribeño ha sido el Teatro de la Reforma, administrado por el Instituto Veracruzano de la Cultura. Ahí, además de la inauguración del encuentro, también se llevó a cabo la presentación de Surada por parte de la bailadora Rubí Oseguera y el ensamble Tnk 12, que fusiona jazz con música regional del istmo de Tehuantepec. Sin embargo, y a pesar de haber sido un espectáculo gratuito, el público ha sido poco.
En contraste, Son Raza de Bronce, Pregoneros del Recuerdo y Los lobos de Melón, quienes se presentaron la noche del viernes en el Zócalo veracruzano, interpretaron su música ante cientos de personas. Frente al escenario, las sillas instaladas se ocuparon en su totalidad minutos antes de iniciar el concierto, y una vez comenzado, los espacios vacíos que sobraron fueron ocupados por las parejas, en su mayoría conformadas por adultos mayores, que ansiaban moverse al ritmo de la música.
Quienes no encontraron pareja, o bien acudieron con algún acompañante estoico, no repararon en moverse a solas. Casi al centro del escenario, una mujer de alrededor de 50 años dejaba que su cuerpo se moviera al ritmo de aquella mezcla entre son veracruzano y cubano, mientras los músicos, portando sus guayaberas, hacían sonar congas, güiros, bajos, teclados y guitarras.
A mitad de sus actividades, el Afrocaribeño también ha tenido espacio para la parte académica. En el contexto del festival se han presentado libros, como el de la longeva Orquesta Aragón de origen cubano, La charanga y sus maravillas, del autor, compositor y profesor cubano, José Eulalio Loyola Fernández. Presentado por Alberto Díaz López, se trata de la primera vez que el título se anuncia oficialmente en México, a pesar de llevar cuatro años de haber sido publicado en la isla.
Las presentaciones sobre la gastronomía heredera de las tradiciones africanas han sido una de las actividades que más ha llamado la atención de la gente. Tanto en talleres como conferencias, los asistentes han sido numerosos y participativos. Mientras que en los primeros se enseña a preparar recetas a base de ingredientes como el plátano, la yuca o la malanga, ampliamente utilizados en la cocina afrocaribeña; en los segundos se abunda sobre los procesos históricos y sociales que han dado como resultado los diversos platillos que se preparan en estados como Veracruz, Oaxaca y Guerrero.
Es en estos encuentros donde muchos de los veracruzanos han logrado conectar con unos orígenes antes negados o ignorados. En ellos, los asistentes se muestran entusiasmados por compartir sus historias. “Soy María Belén, tengo 18 años, y desde hace como cuatro o cinco años he empezado con la pregunta de ¿qué es lo que quiero estudiar?”, señaló una joven del público. Compartió que entre sus dudas sobre el futuro, había considerado cocina, por gustar de comer y prepararla. “Todo el tiempo he comido cosas que no sabía de dónde venían”, admitió, “es muy bonito que nos hablen de toda esa influencia que nos ha dado el Caribe, Asia, países islámicos. Veracruz es una mezcolanza de todo esto”, agradeció.
La 26 edición del festival, también ha puesto su énfasis en reconocer a los talentos locales. Este año, la comunidad de Mata Clara, del municipio de Cuitláhuac, podrá acceder también a las actividades del encuentro. Comparsa Babalú, originaria de dicha demarcación, o las agrupaciones Marrasa y Juventud Sonera ofrecieron conciertos ayer.