Moscú. Por segundo año consecutivo el Premio Nobel de la Paz –esta vez compartido con el abogado bielorruso Ales Bialiatski y la organización ucrania Centro por las Libertades Civiles– recayó en otro representante de la oposición al Kremlin, la organización no gubernamental Memorial, que, tras verse obligada a cambiar de nombre dos veces, promueve en Rusia la defensa de los derechos humanos.
Creador del centro de derechos humanos Vesna (Primavera) en Bielorrusia, Bialiatski desde junio de 2021 se encuentra en prisión preventiva, en espera de ser sometido a juicio acusado de “apropiarse de una fuerte suma de divisas (cerca de 90 mil euros)”, por lo cual podrían condenarlo a 12 años de cárcel.
Enemigo de Lukashenko
Era uno de los miembros del Consejo de Coordinación de la oposición bielorrusa y, junto con otros nueve integrantes también encarcelados, sufre persecución por encabezar las protestas pacíficas que sacaron a las calle a cientos de miles de personas por el fraude en las elecciones de 2020.
Bialiatski ya había estado tras las rejas de 2011 a 2014 por supuesta “evasión fiscal”, condena que las principales ONG internacionales calificaron de “infundada y políticamente motivada”. La oposición bielorrusa lo considera “preso de conciencia” y todo un símbolo de la lucha contra el gobierno de Aleksandr Lukashenko.
El Centro por las Libertades Civiles surgió en 2007 con el fin de “defender los derechos humanos y consolidar la democracia en Ucrania”, anota en su programa fundacional, que proclama que “tiene sus puertas abiertas para todas las personas que quieren cambiar el país, difundir los principios de las garantías ciudadanas, ejercer control sobre las autoridades y proteger a los demás”.
Desde 2014 se dedicó en especial a monitorear los casos de violación de los derechos humanos en Crimea y, a partir del comienzo de las hostilidades a fines de febrero de este año, lleva un registro detallado de lo que llama “los crímenes de guerra de las tropas rusas”.
Su directora, Aleksandra Mat-veiuchuk, publicó ayer en Facebook: “Ahora hablan los ejércitos porque antes no se escuchaban en nuestra región las voces de los activistas defensores de las facultades ciudadanas. Si no queremos vivir en un mundo donde las reglas las pone quien tiene el arsenal más poderoso y no prevalece el estado derecho, tenemos que cambiar ese estado de cosas”.
Memorial
Fundada en las postrimerías de la Unión Soviética, al calor de la glasnost (transparencia) del entonces presidente Mijail Gorbachov, Memorial se dio a conocer por su pionera labor de sacar del olvido los nombres de millones de personas, y sus historias, víctimas de la represión estaliniana. Tras el colapso soviético, se convirtió en una de las principales organizaciones defensoras de las garantías civiles en Rusia y, conforme se recortaban los espacios de libertad, empezó a sufrir las consecuencias de sus denuncias.
Después de una larga batalla en las cortes de distinta instancia, el Centro Memorial tuvo que acatar el fallo inapelable de la Suprema Corte de Rusia que ordenó su cierre en diciembre de 2021 por negarse a registrarse ante el Ministerio de Justicia como “agente extranjero”.
Siguió funcionando unos meses bajo un nuevo nombre, Sociedad Memorial Internacional, hasta el 28 de febrero del presente año, cuatro días después del comienzo de la invasión a Ucrania, cuando la misma Suprema Corte de Rusia volvió a dictaminar su liquidación.
La noticia del premio tomó por sorpresa a un grupo de miembros de la organización, que ahora se llama Memorial a secas, quienes estaban a punto de entrar a la sala de un juicio, en el cual la corte Tverskaya de Moscú, horas más tarde, dio la razón a la fiscalía general de Rusia que quiere decomisar el edificio donde tiene su sede desde hace decenios por supuestas “irregularidades”. La sentencia será recurrida en la siguiente instancia.
Yan Rachinsky, fundador y actual presidente de Memorial, declaró ahí a un grupo de reporteros que, después de varios años de figurar en las quinielas, no se esperaba la concesión del premio.
“Es toda una sorpresa y habrá que ver qué tenía en cuenta el Comité Noruego (que nombra el ganador) al decir ‘centro ruso Memorial’, pero creo que se refería a todo lo que ha sido y es Memorial y eso, sin duda, es muy satisfactorio. Me lleno de orgullo y alegría por mis colegas, que trabajan en archivos, en zonas de conflicto, en comisiones de observadores, en distintos rincones de la antigua Unión Soviética”, expresó el dirigente de la organización premiada.
Derramamiento de sangre
Para Rachinsky, “en este momento depende mucho de la sociedad civil en Rusia, entre otras cosas resolver la situación actual para poner fin al derramamiento de sangre, creo que es lo que opina la comunidad internacional”.
Desde que el año pasado se concedió el Nobel de la Paz al periodista Dimitri Muratov –por tercera vez a un ruso, después de Andrei Sajarov en 1975 y de Mijail Gorbachov en 1990–, el Kremlin prefiere reaccionar mediante la televisión pública y los diputados oficialistas, cuya tesis principal de todos los comentarios es que este premio “hace tiempo que se ha politizado y carece de prestigio”.
Esta vez no es la excepción y ya se conocen las primeras críticas de legisladores oficialistas, antes de que llegue la hora de los programas vespertinos de la televisión. Así, el diputado Oleg Morozov, uno de los dirigentes del partido gobernante, Rusia Unida, afirmó de inmediato que “el sesgo político (de este premio) no sólo es evidente: es primario”.
Según él, “parece una operación militar, en la que nuestro adversario estratégico lanza un golpe triple contra nosotros desde Rusia, Ucrania y Bielorrusia”.
Serguei Ordzhenikidze, quien de 2002 a 2011, acorde con la cuota de Rusia, ocupó el cargo de director de la filial de la ONU en Ginebra con rango de secretario general adjunto de la organización, arremetió contra el Centro por las Libertades Civiles de Ucrania, al calificar de “burla” que se le haya concedido el Nobel de la Paz, en su opinión, formado por activistas que participaron en “numerosas violaciones a derechos humanos” en 2014.
“El Comité del Nobel siempre toma decisiones políticamente motivadas y, en este caso, favoreció a candidatos que abogan por derrocar los gobiernos de Rusia y Bielorrusia…”, señaló el ex diplomático ruso.
Por simple coincidencia, de Ginebra llegó ayer la noticia de que la ONU aprobó con 17 votos, 24 abstenciones y seis votos en contra que se instituya el cargo de relator especial sobre los derechos humanos en Rusia, petición que formularon hace unos meses 22 ONG rusas. Es la primera vez que esto sucede en relación con un miembro permanente del Consejo de Seguridad.
70 aniversario natal del líder ruso
A todo esto, el presidente Vladimir Putin celebró ayer sus 70 años de edad.
La Oficina de la Presidencia recomendó a los gobernantes de las entidades federales no organizar ningún acto oficial con este motivo privado, pero no pudo evitar que se hicieran del dominio público algunos de los regalos más insólitos que recibió el festejado en su residencia marítima, el Palacio de Konstantin en San Petersburgo, donde tiene lugar una cumbre informal de países ex soviéticos que integran la Comunidad de Estados Independientes.
Sorprendió a todos el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Luka-shenko, al regalarle “un tractor Belarus, el mejor, armado a mano, igual que el mío”, comentó a la agencia noticiosa Belta.
No fue menos su colega de Tayikistán, Emomali Rajmon, que mandó colocar junto a la puerta del palacio dos enormes “pirámides” de melones y sandías.
Por teléfono, que haya trascendido, felicitaron a Putin los presidentes de Cuba, Miguel Díaz-Canel; Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y Sudáfrica, Cyril Ramaphosa.
Otros prefirieron el telegrama de felicitación, como el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, quien puso en su mensaje: “Usted ha conseguido éxitos maravillosos en la grandiosa tarea estratégica de construir una Rusia fuerte y goza del respeto y el apoyo de amplias masas”.
Kiril, patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, deseó a Putin “que Dios lo bendiga y le dé salud y muchos años más al frente de Rusia” y exhortó a los creyentes a rezar dos días seguidos por “nuestro gran jefe de Estado”.