El viernes de chelas era una reunión recurrente que se promocionaba entre estudiantes de secundaria y preparatoria de la colonia Leyes de Reforma, en la alcaldía Iztapalapa. La invitación se pasaba por medio de las redes sociales y la cita era en calle 31 de Julio de 1859 en el antro El Pasillo, “donde se vende pomo, se junta la banda y hay pachanga”, se leía en los mensajes.
Decenas de adolescentes se juntaron ayer “en una tienda que operaba como antro clandestino, donde asistían menores de 18 años y hay alcohol”, denunciaron vecinos de la zona, quienes aseguraron que cada jueves y viernes ven entrar a muchas personas.
El pequeño negocio tenía un anexo por el que a través del pasillo ingresaban los asistentes a la parte trasera de un predio, “donde se arman las fiestas en las que hay reguetón y perreo”.
Con mochila a las espaldas, los jóvenes llegaron pasadas las 13 horas. Eran estudiantes de secundarias públicas que se encuentran en el área, también del Colegio de Bachilleres y del Conalep.
En pareja o en grupos y muchos con motonetas, se congregaron en esa calle para ingresar por la pequeña puerta que aísla el ambiente de fiesta que se vivía en el predio trasero.
Doña Regina narró que en la zona hay varias chelerías clandestinas que ofrecen promociones para atraer a los menores de 18 años: “Les dan las bebidas al dos por uno y hacen concursos, el que gana se lleva la bebida gratis”.
Johana, quien ayer asistió, comentó que en su grupo cada quien llevó su bebida, como evidencia abrió su mochila y mostró un par de refrescos; sin embargo, su acompañante reconoció que a él le tocó meter el pomo. “Normalmente entre compas se hace la coperacha y dependiendo de cuánto se junta es lo que se compra, ya sea para una caguama, botella o brebajes”.
En las fiestas –que a veces se promueven como eventos privados– cobran desde 30 hasta 100 pesos, según la zona, el número de asistentes o el lugar. También los precios de las bebidas dependen del tipo de local.
Tras las denuncias vecinales alrededor de las 15 horas, cuando apenas empezaba el ambiente, autoridades del Instituto de Verificación Administrativa, de la alcaldía Iztapalapa y policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana llegaron al lugar donde en fila empezaron salir cerca de 500 jóvenes.
Ante la presencia de las autoridades algunos se asustaron, otros trataron de ocultar su rostro porque sus padres saben que deberían estar en la escuela; otros más, entre risas nerviosas y bromas, empezaron a buscar otro sitio dónde seguir la fiesta.
Tras el desalojo se colocaron sellos de suspensión de actividades porque los propietarios no comprobaron su legal funcionamiento y tampoco exhibieron permisos para la venta de alcohol.