Moscú. El titular del Kremlin, Vladimir Putin, promulgó ayer las leyes que, desde el punto de vista de las autoridades rusas y sin importarle no tener ningún reconocimiento internacional, concluyeron el procedimiento de anexión de cuatro regiones de Ucrania –20 por ciento de su territorio, incluida Crimea–, que conforman una franja terrestre que permite unir Rusia con la estratégica península, sede de la flota del mar Negro de la armada de este país.
Quedan pendientes ya únicamente cuestiones técnicas, como aprobar en el Parlamento las enmiendas al artículo 65 de la Constitución, en el apartado relativo a la estructura federal, que agreguen a las 85 entidades de la Federación Rusa los nombres de sus cuatro nuevos integrantes, que son las “repúblicas populares” de Donietsk y Lugansk y las “regiones” de Jersón y Zaporiyia, a día de hoy incompletas todas respecto de los límites administrativos que tenían hasta 2014, cuando se produjo la anexión de Crimea.
Las cuatro nuevas entidades, de acuerdo con los decretos presidenciales de ayer, se incorporaron a la Federación Rusa en el momento mismo de la firma de los tratados de adhesión, el viernes 30 de septiembre, pero aún sigue sin aclararse cuál es la extensión de las zonas que Moscú proclama que ya son parte de Rusia.
El presidente Putin, en un encuentro a distancia con profesores, transmitido por la televisión pública, expresó el convencimiento de que “se va a estabilizar” la situación en las regiones ucranias incorporadas y dijo que “a pesar de la actual tragedia, los rusos tenemos un gran respeto por el pueblo ucranio, su cultura, su idioma y su literatura”.
Poco más tarde, su vocero, Dimitri Peskov, aseveró que “serán recuperadas sin falta” las posiciones “temporalmente abandonadas por razones tácticas” desde el pasado viernes y reconoció que en las “nuevas entidades federales” habrá un “difícil proceso de adaptación”, al tiempo que acusó a Estados Unidos de involucrarse cada vez más en la guerra al ofrecer a Ucrania más sistemas de lanzamiento múltiple de misiles Himars, lo que “crea una situación muy peligrosa”.
Algunos analistas apuntan que Putin está convencido de que, a partir de hoy y en el momento que quiera, cuando su entorno más cercano concluya, si llegara a ser el caso, que se agotaron las posibilidades de ganar el actual conflicto bélico convencional (sin armas atómicas), podría realizar el falso enroque de agresor a agredido y declarar la guerra a Ucrania.
En ese escenario, estiman que el Kremlin puede verse tentado a jugar su última carta que es, con apego a su Doctrina Nuclear, emplear todos sus recursos, incluido su arsenal atómico, para “defender sus tierras” y, de paso, intentar forzar la capitulación de Ucrania.
Pero todo indica que Rusia tratará de revertir la situación sin exponerse a una condena unánime por usar armas nucleares.
A juzgar por los mensajes, que están inundando el segmento local de las redes sociales, de personas que días después de ser reclutadas de modo aleatorio durante la “movilización parcial”, sin ningún periodo de adiestramiento son enviadas a los campos de batalla en Ucrania, no hay que descartar que la cúpula castrense le vendió a Putin la idea de que el problema en este momento consiste sólo en el desequilibrio numérico de las tropas enfrentadas.
De ese modo, el Estado Mayor del ejército busca minimizar los reveses que le endilga el sector más belicista de la élite rusa, una de cuyas voces más fuertes, Ramzan Kadyrov, gobernante de Chechenia, recibió ayer por decreto de Putin el grado militar de coronel general, el tercero en importancia en el escalafón castrense.
Mientras Ucrania llevó a cabo una amplia movilización desde febrero, tras tener durante meses la preparación adecuada, a partir de septiembre su ejército recibió cientos de miles de refuerzos, motivados por el deber de defender su patria frente a una agresión, que al menos triplican en número a los agotados soldados rusos que, sin motivación alguna, aparte del dinero prometido si sobreviven, tratan de retener las posiciones conquistadas hace meses con relativa facilidad.
Para calmar los ánimos en la sociedad, Putin anunció ayer que modificó su decreto de “movilización parcial” y que ahora no hay confusión y los universitarios no podrán ser llamados a filas, posibilidad que provocó que, en las dos semanas recientes, muchos dejaran de ir a clases, se escondieran en casas de amigos de su familia o, quienes tenían dinero, de plano salieran del país.
Pero a nadie sorprende que comiencen a conocerse los primeros casos de recientes reclutas rusos que –a pesar de que ya es delito tipificado en el Código Penal y se castiga aquí con 10 años de cárcel–, se rinden voluntariamente en Ucrania a través de un canal creado en Telegram por el gobierno de Volodymir Zelensky, que asegura tener ya cerca de 2 mil solicitudes.
El canal Jochu Zhit (Quiero Vivir, en ruso), que organiza la entrega y garantiza el indulto que ofreció Zelensky a quienes depongan las armas, publicó ayer un video de Mijail Kulikov, de 28 años y oriundo de Orsk, en la región de Oremburgo, que decidió rendirse tras haber recibido el llamado a filas el 21 de septiembre y aparecer en Ucrania cuatro días más tarde con un fusil automático al hombro.
Las próximas semanas, antes de que se instale el frío invernal y dificulte las operaciones terrestres, serán cruciales para ver si el remedio que propone la cúpula militar rusa da efecto para equilibrar el número de tropas en los combates o los “200 mil refuerzos ya reclutados”, que mencionó el martes anterior el ministro de Defensa, Serguei Shoigu, existen sólo en su imaginación.