Las diversas facetas de Enrique González Rojo Arthur fueron conmemoradas el martes pasado en el Palacio de Bellas Artes con un homenaje póstumo al pensador, creador y militante marcado por el amor y gozo con que dotó a cada uno de los ámbitos en que intervino.
En ese acto también se presentó la colección Rojo, editada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) con los textos del autor, fallecido el 5 de marzo del año pasado, Lisístrata, La cueva de Montesinos, Francesca da Rímini, Peter El Rojo y su Informe para una academia, Poema filosófico I, Poema filosófico II y Secretos de la selva Lacandona.
La importancia de Alicia Torres en la creación de González Rojo Arthur fue destacada en este encuentro entre amigos, admiradores y familiares del filósofo. Lucina Jiménez, titular del Inbal, entregó a Torres un reconocimiento dedicado a su compañero de vida. Por su parte, Graciela González Phillips le agradeció “por ser la compañera amorosa, colaboradora en los estudios, coautora en varios escritos, camarada en la militancia y quien lo cuidó hasta su último suspiro”.
González Phillips, maestra en antropología, realizó un esbozo biográfico de su padre “intercalado con algunas reflexiones y sentimientos que he tenido a lo largo de mi vida relativas a mi progenitor. Hablar de él me parece complicado. Es muy difícil separar el análisis objetivo de su gran obra, de la emotividad que encierra el haber sido su hija”. También detalló que su obra en filosofía y poesía, la entrega a la docencia y los orígenes de su pensamiento político del “tercer Enrique que inició siendo marxista y se fue haciendo libertario desde la medianía de su edad, sobre todo a raíz de la crítica a los países llamados socialistas. Una de sus preocupaciones fue tender puentes entre marxismo y anarquismo, ya que ambos tienen aspectos rescatables que podrían conciliarse”.
Añadió que “Enrique permaneció independiente de las mafias literarias y de los grupos de poder. Su crítica a las ideas políticas de Octavio Paz, por ejemplo, le ganó ser relegado de los eventos y no incluido en antologías y suplementos”.
La profesora e investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México dijo que “los cuatro pilares que sostuvieron la vida del tercer Enrique fueron la poesía, la filosofía, el magisterio y la participación política de izquierda. A éstos hay que añadir su amor por las mujeres no sólo por sus ancestras y primas que estaban presentes en casa del abuelo, sino por muchas que conoció y amó”.
Las prácticas sustantivas de su padre, agregó, “se interrelacionaron de tal modo que la política y la filosofía, por ejemplo, influían en su poesía, y su práctica docente se veía enriquecida por todas ellas”.
Durante su intervención, Lucina Jiménez expresó: “me llena de emoción estar aquí porque es una noche muy especial y lo es porque nos ha reunido aquí un poeta, un filósofo, un maestro, un crítico, un militante, un actor fundamental del siglo XX mexicano que logró transitar y poner en escena su palabra, su pensamiento y acción en este siglo XXI.
“Las palabras que le han dedicado aquí son un acto de rebeldía también porque, a pesar de la marginación a la que estuvo sujeta su obra, lo sembrado recoge frutos, florece en el amor y en la comprensión, en el arraigo que tiene la posibilidad de leerlo y de seguir dialogando desde una inteligencia amorosa que es la que realmente transforma, esa que relaciona el corazón y la mente aquí y ahora.”
Hizo hincapié en “la memoria y la obra de un gran intelectual que abrevó de la mitología, de las filosofías de prácticamente todas las culturas, pero también de la literatura universal, de la antropología, de la sicología y de la teoría política. Alguien que logra articular todos esos discursos en un discurso propio, radical, congruente en su pensamiento, palabra y actuación”.
Agradeció la presencia de la familia, de “Alicia Torres, a quien el maestro reconoce siempre como una coautora con una mirada perseverante, crítica, que le permite, decía él, mantener la pureza estilística”.
El ensayista y docente Manolo Mugica sostuvo que las siete obras que inauguran la Colección Rojo marcan “un precedente en la poesía mexicana no sólo por ser el trabajo de la última etapa de uno de los poetas mayores, sino que presenta una victoria para la poesía: dar continuidad a los proyectos de mexicanos que, pese a la enorme calidad de su pluma, han sido excluidos de las más grandes editoriales o de las antologías que gozan de mayores auspicios”.
Luego, el escritor Jorge Aguilera destacó que la de Enrique González Rojo Arthur “es una obra infinita, a la que hay que meterse una y otra vez durante muchos años para leerla, y probablemente no terminaríamos, pero no se trata de terminarla, se trata de ir paladeando cada uno de estos elementos.
“Tanto en sus novelemas como en el resto de su producción filosófica y política es básicamente una experiencia de lectura que nos va abriendo caminos al entendimiento. Si tenemos suerte, nos va abriendo un poco la capacidad de comprender el mundo.”
La velada, conducida por Felipe Vázquez, finalizó con una intervención musical a cargo de Guillermo González Phillips.