Ciudad de México. Entre las economías más grandes de América Latina, México es la que mayor proporción de la población tiene viviendo al día, por encima de Argentina, Colombia, Chile, Brasil y Perú, mientras por cada peso gastado en inversión pública, el país estaría desperdiciando 4.7 pesos en fugas de las transferencias, despilfarro en las adquisiciones y en las ineficiencias en el gasto salarial, reporta el Banco Mundial, esto último como una situación generalizada en América Latina y el Caribe.
En su informe “Nuevos enfoques para cerrar la brecha fiscal”, el organismo aumentó las previsiones de crecimiento para México este año, al pasar de 1.7 a 1.8 por ciento; mientras que para el próximo las redujo de 1.9 a 1.5 por ciento, la mitad del máximo estimado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; entorno que se combina con el hecho de que en toda América Latina y el Caribe “las cicatrices de la crisis permanecen y deben abordarse”.
El Banco Mundial acota que, en general, en América Latina el desperdicio del gasto público alcanza 4 por ciento del producto interno bruto (PIB) y 17 por ciento del presupuesto, dinero que se podría redirigir a “prioridades con mayor retorno económico o social”. Abunda, sin matices, que: “si bien estas cifras de despilfarro e ineficiencia se calculan para 2018, cabría esperar que actualmente sean aún mayores, ya que los aumentos en los precios del petróleo y otras materias primas han aumentado la carga de los subsidios en la región”.
En México, mientras la inversión pública representaba 1 por ciento del PIB, el gasto que, de acuerdo con el Banco Mundial, es desperdiciado se ubicaba en 4.7 por ciento también de la actividad económica en el país y en prácticamente una quinta parte, 18.4 por ciento, del presupuesto público. El organismo no hace la separación entre gobiernos locales y federales.
Insuficiente crecimiento para mitigar la pobreza
Como parte de sus revisiones a los estimados de crecimiento, el Banco Mundial estima que el PIB de América Latina y el Caribe crezca 3 por ciento en 2022, una tasa superior a la reportada previamente de 2.5 por ciento, debido al aumento de los precios de las materias primas.
“Sin embargo, la fuerte incertidumbre global producto de la guerra en Ucrania, las mayores tasas de interés en los países desarrollados y las persistentes presiones inflacionarias impactarán en las economías de la región”, por lo que se redujo de 1.9 a 1.6 por ciento la previsión para el próximo año, lo cual abre una tendencia para avances “similares a los deslucidos niveles de la década de 2010 e insuficientes para lograr avances significativos en la reducción de la pobreza”.
Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, declaró que la mayoría de las economías en la región han regresado a los niveles previos a la pandemia, pero “no es suficiente”. Opinó que “los países de la región tienen la oportunidad de reconstruirse mejor después de la crisis y lograr sociedades más justas e inclusivas”, pues se tienen a cuestas los costos estructurales de la crisis: “los años perdidos de educación, las vacunas perdidas y los impactos retardados de la inseguridad alimentaria que oscurece la recuperación del PIB”.
William Maloney, economista jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, agregó que además de inversiones “cuidadosamente consideradas” para promover el crecimiento en lo que se genera suficiente espacio fiscal, se requiere “un mejor uso” de los recursos. “En promedio, se podría ahorrar 17 por ciento del gasto público y en dos tercios de los países, estos ahorros podrían borrar los déficits presupuestarios actuales”, declaró.