Cada quien que lo interprete como mejor le venga. La invitación convocaba a presenciar el cuarto Informe de la jefa de Gobierno, pero fue algo más: Claudia Sheinbaum exhibió músculo; los invitados, unos 10 mil, hicieron patentes sus preferencias y con un innegable olor a rancio, hizo su aparición una nueva clase política.
La cita era a las 11 de la mañana, pero la jefa de Gobierno empezó su discurso pasadas las 12 del día, cuando parecía que ya todo estaba en calma.
A esa hora, y tal vez con la idea de engañar la vista de la jefa de Gobierno, muchos de los asientos de la parte baja del lugar fueron ocupados a toda prisa por “porristas” o burócratas que ocupaban las butacas, hasta que alguien reclamaba el lugar o hasta que terminó el evento.
Antes, con ese proceder político muy mexicano en el que no se dice lo que se quiere decir, se anunció a los personajes que presenciaron el evento.
El primer gran aplauso fue para Rosa Icela Rodríguez, y para nadie pasó inadvertido que este es el segundo año que la secretaria de Seguridad Ciudadana federal llega al Informe de la jefa de Gobierno con la representación del Presidente de la República, lo que esto quiera decir o signifique.
Omar García, el jefe de la policía, insufló los ánimos del personal femenino, que no contuvo los gritos para el funcionario. Para José Luis Rodríguez, de la Secretaría del Trabajo, tronaron los aplausos; pero para su similar en el ámbito federal, el traspié de la jefa de Gobierno, que no recordó bien su nombre completo.
Además, cuando se escuchó el nombre del gobernador de Guanajuato, el panista Diego Sinhue, el lugar se llenó de abucheos y silbidos con los que la gente mostró su rechazo al personaje y a su partido político.
Pero la jornada se la llevó el gobernador del estado de México, Alfredo del Mazo. Un largo ¡buuu! que los presidentes municipales de Chalco, Miguel Gutiérrez, y de Nezahualcóyotl, Adolfo Cerqueda, acompañaron con toda su fuerza pulmonar, sellaron el sentir de la gente por el mandatario de la entidad vecina.
En otros tiempos se le hubiera calificado de cargada. Panistas, priístas de corazón, gobernadores, presidentes municipales y hasta miembros del pancracio –el heredero del Huracán Ramírez, El Fantasma y algún otro, todos, desde luego, con la máscara puesta, me refiero a los luchadores, a los de las tres caídas sin límite de tiempo–, presenciaron el evento al que sólo le faltó el ruido de las matracas para ser como aquellos de los que nadie quiere acordarse.
Y no fue todo. Ahí, en las butacas cercanas al foro, los de traje pero sin corbata, como dicta la moda, guardaban silencio mientras desde el piso de arriba llegaban las oleadas de aplausos de los otros invitados, cuando de hablar de los beneficios de la justicia distributiva se trataba.
Lo insoportable sucedió justo en el momento en el que la jefa de Gobierno se refirió al Cablebús e invitó a todos a viajar en él como una experiencia inolvidable. Los señores se miraron unos a otros como sorprendidos, ofendidos tal vez.
Al final del evento ya se habían ahorrado muchos aplausos y habían derrochado silencios. Quizá aquello de la mención al cártel inmobiliario, tal vez la reiterada mención a no volver sobre los pasos de la corrupción dejó sin esperanza a muchos.
Total, el próximo fin de semana, en el Congreso de la ciudad, la jefa de Gobierno estará frente a los representantes populares, ante quienes expondrá los logros de su administración en el último año.
De todas formas, eso sí y se interprete como se interprete, ayer se echó a andar una maquinaria grandota. Vamos a ver qué sucede.
De pasadita
De los descubrimientos importantes que ha logrado la Fiscalía General de la CDMX en eso del espionaje que al final del sexenio pasado dimos a conocer aquí, hay que hacer notar que el más vigilado, el más espiado fue el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, y ni la fiscal se salvó. ¡Qué bárbaros!