Colombia tuvo como presidente a Alfonso López Michelsen (1974-78), un liberal al que llamaban El Pollo. Rigió Colombia en medio de los conflictos en Nicaragua, El Salvador, Panamá, las dictaduras en el Cono Sur, Afganistán e Irán en medio de las presidencias de Gerald Ford (republicano) y Jimmy Carter (demócrata) en Estados Unidos. A este último le pidió tres helicópteros por medio del Narcotics Assistance Act para el control del tráfico de cocaína y mariguana.
Las desconfianzas existían, la fuerza aérea colombiana tenía 72 helicópteros y el presidente Carter le había preguntado a su director de Inteligencia que si los colombianos estaban usando esos helicópteros para traficar drogas. La respuesta era que no existía información de inteligencia que mostrara eso, aún.
Mientras recolectaban información, los helicópteros tardaron. En junio de 1977 los informes de inteligencia de Estados Unidos decían que había reportes de oficiales del gobierno involucrados cercanamente con el tráfico de cocaína y que la corrupción era un tema a tratar. Entre reuniones y misiones, López Michelsen se quejó de que para Colombia era más difícil aplicar la estrategia antinarcóticos que para las dictaduras porque a ellas no les importaba la violación de los derechos humanos. Por fin llegaron los tres helicópteros y López Michelsen agradeció aunque dijo que necesitaba más. Esto ocurrió en su visita a Washington en septiembre de 1977, días después de la firma del Tratado Torrijos-Carter, cuando el presidente colombiano comentó que apoyaría lo que fuera necesario con el tema de Panamá; Carter respondió que “Colombia ya había sido de gran ayuda”. En estos años se cocinó la nueva era en el conflicto armado colombiano: la máscara antinarcóticos para una guerra contrainsurgente continental.
Cuarenta y cinco años después, en un encuentro organizado esta semana por la Cámara de Comercio España-Estados Unidos en Nueva York, fue entrevistado Gustavo Petro, presidente actual de Colombia. El entrevistador hizo un repaso por las situaciones que enfrenta el país y el mundo: la afortunada propuesta de “la paz total” con los actores armados, la relación con Venezuela –con la cual se abrieron las fronteras, pero todavía hay distancia crítica con el gobierno de Nicolás Maduro–, y la guerra en Ucrania. En un punto, Gustavo Petro se refirió a la llegada de tres helicópteros, presumió que en este mes largo ya logró “llevar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) al cuidado de la selva amazónica prestando una colaboración tecnológica al respecto” y agregó que “con Estados Unidos logramos que se cree la primera unidad militar con helicópteros, estos Blackhawk… Doce [helicópteros], que será la primera unidad más que militar, policial, de apagar incendios en la selva amazónica. Es un cambio completo en lo que siempre ha sido la ayuda militar de Estados Unidos y ya es un logro. Ya están tres helicópteros en esa función y quiero seguir jalonando un poco de ese hilo, porque me parece que por ahí se puede construir un diálogo más positivo con Estados Unidos, que lo que hasta ahora ha sido la mal llamada guerra contra las drogas”.
El gobierno estadunidense no es el único motor de la guerra en Colombia, en especial cuando vemos que en la mesa del poder están sentadas las élites, los políticos y los militares/policías –de allá y acá–. Tampoco lo es la OTAN, de la que dudo que la llevemos ahora a “cuidar la selva”. A pesar de esto, ambos actores tienen enormes responsabilidades en Colombia y sus violencias, las cuales están siendo pasadas por alto sin ninguna consideración. Para Gustavo Petro “el alma de la guerra” es la naturaleza multicrimen de los actores armados locales.
Nunca hay que dejar de repetir que “la guerra contra las drogas” ha tratado de todo menos de las drogas. Ya en este momento no se sabe ya si es el inicio o el fin de una guerra, si la serpiente volvió a morderse la cola. Tal vez es la misma, la de siempre, la de tres, 12 o 72 helicópteros, la del alma que vestía de antinarcóticos y ahora es guardiana de la selva, pero que piensa en golpes de Estado y comunistas. Por lo pronto sólo nos rendimos a las palabras de Aurelio Arturo, “este poema es un país que sueña, nube de luz y brisa de hojas verdes”.
* Doctora en sociología, investigadora del Centro de Pensamiento desde la Amazonia colombiana A la Orilla del Río. Su último libro es Levantados de la selva