En las primeras décadas de la posguerra, Estados Unidos consideró a Irán uno de sus aliados más cercanos, en especial después de que la CIA derrocó al gobierno democráticamente electo de esa nación, en 1953, y restauró el liderazgo del sha Mohammed Reza Pahlevi. Sin embargo, desde la revolución de 1979, que abolió la monarquía y estableció la república islámica, los dos países han sido enemigos mortales, en gran parte por el papel que ha tenido Israel en la región.
Durante las últimas dos décadas, el tema más complicado en la relación ha sido el programa nuclear iraní, el cual afirma Teherán que está enfocado en la energía, no en armamento. Israel se ha opuesto con fuerza a ese programa, a pesar de que se sabe que este país es una potencia nuclear.
Según el acuerdo, llamado Plan Conjunto de Acción Integral, suscrito en 2015 por Estados Unidos y otros países, Irán, que también lo suscribió, está dispuesto a desmantelar gran parte de su programa nuclear y a abrir sus instalaciones para que se inspeccionen a cambio de apoyo económico de emergencia.
Trump retiró el apoyo estadunidense a dicho plan e Israel continuó su política de sabotaje y asesinato de científicos.
Las pláticas actuales entre los gobiernos de Estados Unidos e Irán para restaurar el acuerdo de 2015 se encuentran estancadas y hay pocas esperanzas de avance en el futuro cercano. Naturalmente, Washington culpa a Teherán. La propaganda estadunidense distorsiona la realidad de la situación, según señala Noam Chomsky en esta entrevista.
–Estados Unidos e Irán tienen dificultades para negociar. ¿Por qué se odian tanto y qué papel tiene la sombra de Israel en este drama?
–A riesgo de sonar como disco rayado, me gustaría volver a mencionar por qué siento que todo el marco en que se da este asunto está seriamente distorsionado… un tributo más al enorme poder del sistema de propaganda estadunidense.
Washington nos ha dicho durante años que los programas nucleares iraníes son una de las mayores amenazas a la paz mundial. Las autoridades israelíes han dejado en claro que no tolerarán este peligro. Estados Unidos e Israel han actuado con violencia para enfrentar esta amenaza: guerra cibernética y sabotaje (acciones que el Pentágono considera agresiones merecedoras de respuesta violenta), numerosos asesinatos de científicos iraníes, amenazas constantes de uso de la fuerza (todas las opciones están abiertas) en violación del derecho internacional (y, por si a alguien le importa, de la Constitución estadunidense).
Es evidente que a este tema se le concede la mayor seriedad. Sin duda, queremos saber si hay alguna forma de resolverlo, y sí la hay: establecer una zona libre de armas nucleares (ZLAN) en Medio Oriente, mediante inspecciones, las cuales, como sabemos, pueden funcionar muy bien. Hasta Estados Unidos está de acuerdo en que, antes de que su propio gobierno desmantelara el acuerdo conjunto sobre armas nucleares (JCPOA, por sus siglas en inglés), las inspecciones internacionales del programa nuclear iraní eran exitosas.
Eso resolvería el supuesto problema de los programas nucleares iraníes y pondría fin a la grave amenaza de guerra. Entonces, ¿cuál es el obstáculo? No los estados árabes, que lo han demandado durante décadas. Tampoco Irán, que apoya esta medida ni el sur global (el G-77, o sea 134 “naciones en desarrollo”, la mayor parte del mundo), que también lo apoya enfáticamente, ni Europa, que no ha planteado objeciones. La barrera son los dos casos aparte de siempre: Estados Unidos e Israel.
Hay varios pretextos que podemos pasar por alto. Las razones son conocidas por todos: Estados Unidos no permitirá que el enorme arsenal nuclear israelí, el único en la región, sea sujeto a inspección internacional.
Estados Unidos no reconoce oficialmente que Israel posea armas nucleares, aunque, desde luego, no hay dudas al respecto. La razón, presumiblemente, es que hacerlo implicaría invocar la ley estadunidense, lo cual, podría alegarse, volvería ilegal el enorme envío de ayuda de ese gobierno a Israel… una puerta que pocos quieren abrir.
Todo esto es imposible de mencionar en Estados Unidos, fuera de los círculos de control de armas. En raras ocasiones, los grandes medios se han acercado a mencionar el tema prohibido. Hace un año los editores de The New York Times propusieron “Un paso adelante sobre Irán: un Golfo Pérsico libre de armas nucleares”.
Nótese: Golfo Pérsico, no Medio Oriente. La razón, explicaron los editores, es que el armamento nuclear israelí “no está reconocido ni es negociable”. Para llenar los huecos en esta oración: no está reconocido por Estados Unidos ni es negociable por orden de ese mismo país.
En suma, existe un enfoque claro para enfrentar esta grave amenaza a la paz mundial, pero está bloqueado por la hegemonía global, cuyo poder es tan enorme que el tema apenas si se puede traer a colación. Más bien, debemos adoptar el marco impuesto por el poder estadunidense y limitar las deliberaciones a renovar algún acuerdo con respecto a las armas nucleares iraníes.
Otro asunto que se debe poner al margen, aunque es tan obvio que ni siquiera el más grandioso sistema de propaganda lo puede borrar por completo, es que la crisis actual surgió cuando Estados Unidos destruyó unilateralmente el acuerdo con Irán, por encima de las enérgicas objeciones de todos los demás firmantes y del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que lo había respaldo de manera unánime. Luego Estados Unidos impuso duras sanciones a Irán para castigarlo por el desmantelamiento estadunidense del acuerdo. Una vez más, otros firmantes objetaron, pero obedecieron: la amenaza de represalias de Washington es tremenda, como en muchos otros casos, notablemente las abrumadoras sanciones a Cuba, a las que todo el mundo se opone, excepto los dos casos aparte de siempre, pero que se observan con obediencia.
De nuevo me disculpo por reiterar continuamente todo esto. Sin embargo, se debe entender. Hecho esto, aceptemos la realidad, subordinándonos al poderoso sistema de propaganda de Estados Unidos, y apeguémonos al marco permitido de discusión.
Al referirnos finalmente al tema: primero hay que decir que el papel de Israel es más que estar en la sombra. Ese país está en el centro del juego, tanto con constantes ataques a Irán como con el “no reconocido” arsenal nuclear que bloquea el camino hacia un acuerdo diplomático, gracias a la superpotencia protectora.
Respecto al odio mutuo, debemos recordar que hablamos de gobiernos. Los de ambos países fueron aliados cercanos desde 1953, cuando Estados Unidos derrocó al gobierno parlamentario de Irán y restauró la dictadura del sha, hasta 1979, cuando un levantamiento popular derrocó al sha e Irán pasó de amigo favorecido a enemigo repudiado.
Después Irak invadió a Irán y el entrante gobierno de Ronald Reagan otorgó un pródigo apoyo a su amigo Saddam Hussein. Irán sufrió pérdidas enormes, muchas por armas químicas, mientras los colaboradores de Reagan miraban a otro lado e incluso intentaron culpar a Irán de la guerra química asesina de Saddam contra los kurdos iraquíes.
Al final, la intervención directa de Estados Unidos resolvió la guerra en favor de Irak. Después de ese conflicto, el ex presidente George Bush padre invitó a ingenieros nucleares iraquíes a Estados Unidos para entrenarlos en producción de armas, lo que, desde luego, era una grave amenaza a Irán. Y Washington impuso severas sanciones a Teherán. Así pues, la historia continúa.
Las acusaciones estadunidenses contra Irán son demasiado conocidas y no es necesario revisarlas.
–No es sorprendente que las pláticas sobre el tema nuclear entre Estados Unidos e Irán se hayan estancado de nuevo y es improbable que haya un acuerdo pronto –si acaso llega a haberlo– para restaurar el pacto de 2015. En primer lugar, ¿cuáles serían los aspectos que se derrumban de estas pláticas? ¿Será que Irán hizo una concesión enorme cuando aceptó el acuerdo nuclear sin requerir que Israel también se deshiciera de su propio arsenal de armas nucleares?
–Las negociaciones, a través de intermediarios europeos, parecen haber quedado en suspenso al menos hasta después de las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Existen notables desacuerdos sobre varios temas. El más importante hasta ahora, según se dice, es la lentitud de Irán en la inspección de rastros de uranio que indicarían si tuvo un programa no declarado de armas antes de 2003. En contraste, los programas de armas nucleares israelíes no son negociables por orden de Washington y ni siquiera están sujetos a inspección.
–La relación de Irán con Rusia se ha fortalecido desde el principio de la guerra en Ucrania. ¿Esos actos de los gobernantes de Irán indican la posibilidad de una ruptura total con Occidente?
–Es difícil ver cómo la ruptura podría ser mayor. El acercamiento de Irán con Rusia es parte de una realineación global general, de contornos poco claros, que involucra a los estados asiáticos y los vínculos entre Rusia y China.
–¿Qué probabilidad hay de que Israel ataque las instalaciones nucleares iraníes?
–Israel ha atacado en repetidas ocasiones esas instalaciones con sabotaje y asesinatos. Es probable que continúe sus esfuerzos por evitar que Irán adquiera la capacidad de producir armas nucleares, que muchos países poseen.
Los líderes iraníes han afirmado constantemente que no tienen intención de producir armas nucleares. No tengo idea de cuál sea su pensamiento estratégico. Tal vez estén de acuerdo con la doctrina nuclear estadunidense de que “las armas nucleares deben siempre estar disponibles y listas, porque ‘arrojan una sombra sobre cualquier crisis o conflicto’” (Aspectos esenciales de la disuasión en la guerra fría, Stratcom, 1995). Como ha enfatizado Daniel Ellsberg, en ese aspecto las armas nucleares se han utilizado para permitir otras acciones agresivas con impunidad.
Sean cuales fueren los motivos para Irán o cualquier otro Estado, esas armas deben eliminarse de la Tierra. Las ZLAN son un paso en esa dirección. Un paso más trascendente es el Tratado de Naciones Unidas sobre la Prohibición de Armas Nucleares, ahora en vigor sin la participación de los estados nucleares. Irán participó en su negociación y fue uno de los 122 países que votaron por su adopción, aunque aún no lo firma. Estas preocupaciones deben tener prioridad en nuestra mente, para todos los estados, por la seguridad de toda la vida en la Tierra.
Publicado originalmente en Truthout
Traducción: Jorge Anaya
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