El prolífico músico español Miguel Ríos admitió en entrevista con La Jornada que después de toda una vida cantando, cuando se sube a un escenario tiene que despojarse: “Tengo que ir quitándome cosas, dejándolas. Todo lo que antes te metías y te servía tanto, ahora juega en tu contra. Ahora, la naturalidad es lo que hace que esa chispa salte en el escenario”.
Después de un periodo alejado de los escenarios, Miguel Ríos está de regreso con la gira acústica Un largo tiempo, título homónimo del disco que presentará en el Auditorio Nacional el próximo 7 de octubre.
El autor de El ruido de fondo adelantó que para este concierto “evidentemente, vamos a cantar los temas del nuevo disco, que está confeccionado con canciones y los sonidos de los orígenes del rock, o sea, el country y el blues. Lo grabamos con una formación muy rigurosa. Cuando lo terminé, decidí hacer una gira acústica porque nunca había hecho una”.
Además, informó que Un largo tiempo ya ha sido probada en varias ciudades y, a decir de él, “es acojonante ver cómo con este lenguaje nuevo la emoción llega más rápido al público que en el concierto eléctrico. Los temas conocidos como Santa Lucía toman una dimensión brutal; la grabé con El Mariachi Azteca Imperial. Es una cosa maravillosa”.
La reflexión que hace Miguel Ríos sobre la décadas de su carrera es que “nunca me he guardado ninguna canción. Yo, por un aplauso, me vendo. Mi fin siempre ha sido entregarme, que es la clave en este oficio. Vengo del pueblo y entregarle a mi clase social todo lo que tengo es mi gran éxito”.
Pensativo y resguardado por tres libreros, reflexiona: “Cuando uno hace música no sabe a qué se expone. Hacerle la vida mejor con canciones a sus semejantes es un gran logro que, cuando te pones a escribirlas, realmente nunca lo piensas. Uno las hace al vuelo y de repente te encuentras beneficiado de ese extra que va más allá del entretenimiento. El fin de este juego es emocionar, llegar al otro. Los temas adquieren vida propia, una canción termina cuando se escucha, no cuando acabas de componerla”.
El rock versus la España de los años 50
Rememora: “Desde muy chico, allá por los años 50, cuando era empleado en unos grandes almacenes pusieron una sección de discos y me enviaron ahí. Entonces ya cantaba en el colegio y sabía lo que era la emoción de emocionar. En esa tienda escuché los discos que me hicieron decidir dedicarme a esto; escuché a gente que fueron mis maestros como Los Teen Tops y Elvis Presley, quien me electrizaba. En aquel momento no se sabía hacia donde iba la movida. Nosotros cantábamos por cantar porque en España la realidad era tan gris que cualquier cosa que nos sacara de escuchar todo el melodrama de los cuplés en la radio y nos diera aire de la represión franquista, era bienvenido, y el rocanrol fue una revelación.
“Después me di cuenta de que en España, Alemania e Italia había grupos que hacían versiones del rocanrol gringo, que era un movimiento planetario y cojonudo.”
Cuando se le pregunta si es consciente de su voz interior creativa y cómo la separa de la cotidiana, responde: “Es interesante cómo se separa el ser cotidiano del que algunas veces roza con la punta de los dedos un trocito de gloria. En todos los conciertos hay un momento en que eres más grande que la vida, mucho más grande que todo, incluso que uno mismo, y esto no se puede equiparar con ninguna otra emoción.
“Yo vivo para esto. Intenté dejarlo hace unos años, pero mientras sigas con facultades y no se te caiga el pelo hay que seguir. Creo en el poder transformador de la música, incluso a algunos les produce una sanación inmediata.”