Otranto es un pequeño puerto situado al oriente de Italia y es parte de la provincia de Lecce, en el estado de Apulia, ubicado en la península de Salento.
Italia se divide en 20 regiones. Cada una cuenta con su propia capital. Puglia, en lengua italiana, es la región más al oriente del país y la que se identifica visualmente como el tacón de la bota italiana por la especial conformación geográfica del país. El Cabo de Otranto es el punto situado más al oriente donde se mezclan dos mares, el Jónico con el Adriático. A sólo cerca de 80 kilómetros se encuentra Albania.
Este punto geográfico ha hecho de Otranto a lo largo de la historia un atractivo sitio que fue ocupado por romanos, bizantinos, aragoneses y turcos, entre otros. Los vestigios de estas ocupaciones han enriquecido de manera notable esta ciudad para convertirla en un destacado centro turístico con cerca de 10 kilómetros de playas.
La belleza de Otranto, población con 6 mil habitantes, ha sido incluida en una congregación de ciudades que el gobierno italiano ha denominada I borghi piú belli d’Italia, que se traduciría como los lugares más bellos de Italia.
El recorrido por sus pintorescas y sinuosas callejuelas, sus innumerables puestos de venta de recuerdos, el irresistible espresso italiano y antes de enfrentarse a la difícil tarea de escoger la trattoria donde degustar de la gastronomía local, algún visitante sin duda alguna buscará la quietud que un templo católico pudiera ofrecer.
La Catedral de Otranto no inspira desde su exterior una obligada visita. Menuda sorpresa se lleva el visitante al ingresar al templo: dos de las paredes dentro de la catedral se encuentran decoradas con esqueletos humanos.
La historia detrás de este macabro monumento para muchos visitantes data de 1480, cuando las tropas del antiguo Imperio Otomano, hoy gran parte de la región de Turquía, llegaron a Otranto; la gente que defendía su ciudad fue fácilmente vencida.
Se trata de 800 hombres de Otranto los últimos que resistieron y fueron trasladados a una colina, hoy denominada Minerva o Colina de los Mártires. Allí, los otomanos, como condición para su salvación, exigieron que renunciaran a la fe cristiana. Todos se negaron y fueron decapitados. Al fin del dominio otomano, los restos fueron llevados a la catedral, donde desde entonces quedaron expuestos como ejemplo de inquebrantable fe.
Los mártires de Otranto fueron elevados a la categoría de santos en 2013 y gran parte de los 800 esqueletos decoran dos de las paredes de la catedral. En Nápoles y Venecia se encuentran otras de estas reliquias de osamentas que hoy se veneran como objeto de culto.
Alia Lira Hartmann, corresponsal