Bagdad. En un Irak políticamente estancado, miles de manifestantes salieron a la calle el sábado en Bagdad para conmemorar el tercer aniversario del levantamiento de 2019 contra el poder, la corrupción y la mala gestión de los servicios públicos.
La protesta sin precedentes empezó en octubre de ese año y se extendió al sur pobre y predominantemente chiita del país.
En esta parte de Irak, rica en petróleo, cientos de miles de manifestantes llevaban meses saliendo a las calles, denunciando el desempleo juvenil, la falta de infraestructuras y la ausencia de democracia.
El movimiento terminó por la represión que dejó cerca de 600 muertos y 30 mil heridos, pero también por los confinamientos vinculados al coronavirus.
Tres años después, la situación no ha cambiado. Los mismos partidos monopolizan la vida política y, un año después de las elecciones legislativas de octubre de 2021, no se ponen de acuerdo en elegir a un primer ministro y un presidente.
"El pueblo exige la caída del régimen", coreaban el sábado miles de manifestantes, la mayoría muy jóvenes.
Con banderas iraquíes y retratos de los "mártires" de 2019, los manifestantes se reunieron en la plaza Tahrir, indicó un periodista de la Afp.
La policía disparó gas lacrimógeno para impedir que los manifestantes cruzaran un puente en el que bloques de hormigón bloquean el acceso a la Zona Verde, un distrito de Bagdad que alberga embajadas occidentales e instituciones estatales.
Los enfrentamientos dejaron 28 manifestantes heridos, la mayoría por asfixia, y 18 policías antidisturbios heridos, según un funcionario del Ministerio del Interior.
Fracaso desde 2003
"Es necesario cambiar este régimen político que sirve a los intereses de los partidos", dijo Ahmed Jomaa, un abogado de la provincia central de Wassit.
"El régimen ha demostrado su fracaso desde 2003", añadió, en referencia al orden político construido tras la invasión estadounidense y la caída de Sadam Husein.
Las conmemoraciones llegan en plena tensión entre los dos principales polos de la política chiita, enfrentados por el nombramiento de un primer ministro y por las elecciones parlamentarias anticipadas.
El influyente líder chiita Moqtada Sadr pide la disolución inmediata del Parlamento. Por otro lado, el Marco de Coordinación, una alianza de facciones chiitas proiraníes, quiere que se establezca un gobierno antes de celebrar elecciones.
El miércoles hubo disparos de cohetes contra la Zona Verde durante una sesión parlamentaria.
El 29 de agosto las tensiones alcanzaron su punto álgido cuando los partidarios de Sadr se enfrentaron al ejército y a los hombres de las Fuerzas de Movilización Popular (PMF), una coalición de exparamilitares proiraníes integrados en las tropas regulares y políticamente opuestos a los sadristas.
Más de 30 prosadristas murieron en los choques.
En política exterior, los políticos son incapaces de abordar las tensiones entre Irán y Turquía, que tienen como consecuencia bombardeos frecuentes en el Kurdistán iraquí para debilitar a los movimientos armados de oposición kurdos, iraníes o turcos.
El miércoles, los ataques reivindicados por Irán mataron a 14 personas e hirieron a 58.
En el frente económico, en ausencia de reformas y con una corrupción endémica, el desempleo afecta a cuatro de cada diez jóvenes en este país de 42 millones de habitantes.
Un edificio de cuatro plantas que albergaba clínicas privadas se derrumbó el sábado en Bagdad, y la defensa civil sacó con vida a 13 personas.
Según el primer ministro, este accidente subraya la importancia de "suspender la concesión arbitraria de permisos de construcción" y, por tanto, de continuar, a todos los niveles, "la lucha contra la corrupción".