Hace 20 meses falleció, por covid-19, el gran pensador marxista Luis Arizmendi, quien fue profesor de economía política de la UNAM durante 20 años o más, así como del IPN y por 10 años director de la revista internacional Mundo Siglo XXI, que se convirtió en líder del pensamiento crítico marxista en América Latina. La semana próxima, 5, 6 y 7 de octubre, se llevará a cabo por vía digital el Seminario Internacional en Homenaje a Luis Arizmendi, “Crisis epocal del capitalismo”, organizado por la UAZ. Yo participaré en la 1ª mesa (el 5 de octubre a las 10 horas) titulada “Conceptualización crítica de la crisis contemporánea”, junto con Vianey Ramírez Siles, del IPN, y dos colegas marxistas críticos de Sudamérica, Julio Peña y Lillo, de la Universidad Hemisferios de Ecuador, y Julio Gambina, de la Universidad de Buenos Aires. La mesa será moderada por Rubén Ibarra Escobedo, de la UAZ. Nos ha hecho mucha falta Luis y mucha falta Mundo Siglo XXI. Su más reciente publicación póstuma es el artículo, escrito en coautoría con Vianey Ramírez, “Tendencia a estado de excepción planetario y crisis global del siglo XXI” publicado por Estudios latinoamericanos, núm. 47, 2021. En el resumen, los autores señalan que “una evaluación crítica de la historia de las grandes crisis de sobreacumulación demuestra que el Norte Global atraviesa actualmente por su peor fase en la tendencia descendente de la tasa de ganancia. Su articulación con la pobreza, la crisis alimentaria global, el sobrecalentamiento planetario y la geopolítica de las pandemias ha llevado al capitalismo del siglo XXI a detonar catástrofes previsibles a las que imprime el carácter de no prevenibles”. En su ponencia en un seminario internacional en Quito, 2013, titulada Crisis epocal del capitalismo del siglo XXI, Luis señaló que ésta es una de las expresiones que –incluyendo, pero desbordando a la crisis financiera y también a la crisis económica, más aún vinculándose, pero diferenciándose de expresiones como crisis civilizatoria– resulta más adecuada para poner al descubierto la compleja especificidad histórica de la crisis mundial en que estamos insertos y que, lejos de estarse rebasando, más bien, apenas viene comenzando. La definición de la crisis mundial como un proceso puramente efímero o pasajero –presuntamente constatable en la recuperación del crecimiento económico en varios Estados–, constituye el obstáculo epistemológico más pernicioso para descifrar el auténtico alcance de lo que con ella está en juego. La radicalidad de sus impactos se vuelve reiteradamente indescifrable, aunque inocultable, en la medida en que, pese a la gravedad de las diversas configuraciones de la devastación en curso, se insiste en evaluarla desde la definición insensible e insensibilizadora que conforma la noción convencional de crisis. Una noción que la crisis epocal del capitalismo del siglo XXI, sencillamente, está haciendo pedazos.
Yo he retomado, sobre todo en las páginas de Mundo Siglo XXI, esta noción de crisis epocal de Luis Arizmendi y la he vinculado con la idea de los límites objetivos del capitalismo y con la identificación de siete tendencias que anuncian el fin del capitalismo. Esto lo hice en mi artículo “Límites objetivos del capitalismo, múltiples tendencias que anuncian el fin del capitalismo y paradoja de Lauderdale” ( Mundo Siglo XXI, núm. 37, 2015. Las siete tendencias son: 1. La sexta extinción, la consecuencia más grave del cambio climático global. 2. Fin de la sociedad centrada en el trabajo pagado. La automatización generalizada disminuirá a tal grado la participación del trabajo manual e intelectual en los procesos productivos que la sociedad basada en el trabajo asalariado (el capitalismo) ya no podrá funcionar sin cambios radicales como el ingreso ciudadano universal (ICU). 3. Creciente desigualdad y pobreza. La automatización y la desterritorialización de la producción conllevan la desvalorización de la fuerza de trabajo, y con ellos la extensión y mundialización de la pobreza. 4. Estancamiento como estado económico permanente del capitalismo. Como señalaron John B. Foster y R. McChesney: “El estado normal de la economía capitalista madura dominada por un puñado de corporaciones gigantes monopolistas es el estancamiento”. 5. Crisis alimentaria mundial como consecuencia del agotamiento del modelo de agricultura contaminante prevaleciente, cuyos rendimientos se han estancado, agravada por el cambio climático. 6) Fin de la ilusión de que la democracia y el capitalismo son compatibles. Creciente evidencia de la captura por el capital de los poderes ejecutivo y legislativo. 7) Disminución creciente del poder de los medios de comunicación masivos centralizados (favorables al capitalismo monopolista financiero) y crecimiento acelerado de Internet y de las redes sociales que, por su carácter horizontal, pueden ser contrahegemónicos. Hay dos maneras de entender el fin del capitalismo. La primera es, como lo dice el título del libro de Elmar Altvater, El fin del capitalismo tal y como lo conocemos (2011), o fin formal; la otra es el fin de toda forma de capitalismo ( fin absoluto) y su sustitución por un sistema social poscapitalista o la extinción de la humanidad. La sexta extinción apunta al segundo sentido, pues amenaza no sólo con poner fin al capitalismo, sino llevarnos al “fin del mundo tal y como lo conocemos”. La tendencia al fin de la sociedad centrada en el trabajo pagado llevará al fin absoluto si no se adopta una medida radical como el ICU; o bien si se adopta el ICU llevará a un fin formal, es decir, para usar la expresión de R. Heilbroner, a un capitalismo sin el “látigo del hambre” y los miedos y humillaciones a que éste da lugar, es decir, al “fin del capitalismo tal y como lo conocemos”. Estas son las tendencias “duras”, que por sí mismas llevan al fin formal o absoluto del capitalismo. Las tendencias 3 a 5 (creciente desigualdad y pobreza, estancamiento económico y crisis alimentaria) por sí mismas no llevan al fin del capitalismo, sino a su degradación. Un capitalismo sin crecimiento económico pierde la esencia misma del capital como dinero que genera más dinero. La creciente desigualdad, como ha dicho Stiglitz, lleva al crecimiento lento e inestable, la pauperización moral y la pérdida de la ilusión que la democracia es compatible con el capitalismo, la sexta tendencia enunciada. Por su parte, la crisis alimentaria manifiesta en el aumento de los precios reales de los alimentos, en la medida en la cual éstos reflejen insuficiencias de la oferta, se traducen en hambre (el cumplimiento de la profecía malthusiana). Por último, las tendencias 6 y 7: fin de la ilusión que democracia y capitalismo son compatibles, y disminución creciente del poder de los medios masivos centralizados, cambian el terreno y los medios de lucha. Ya no se trataría, en la lucha política, de alcanzar el poder con las reglas actuales sino, sobre todo, de modificarlas a fondo para hacer más difícil la captura del poder político por el poder económico y avanzar a formas de democracia directa y participativa.
Habrá dos mesas en cada uno de los tres días del seminario que será transmitido por: https://www.youtube.com/ channel/UCXSPL9uOj59M-dfcgp78MGQ y por https://www.facebook.com/100057369 1644426/live_videos/