La mayor enseñanza de Un samurái en la Revolución Mexicana, dijo Carlos Almada durante la presentación de su libro, es poner “una pequeña luz de esperanza” de que es posible conservar la memoria y el agradecimiento para Horiguchi Kumaichi, quien se jugó todo lo que tenía para salvar en 1913 a la familia Madero.
El martes pasado, el ex embajador de México en Japón concordó con los historiadores Javier Garciadiego y Felipe Ávila acerca de la importancia de mantener, a pesar de la distancia y el tiempo, el recuerdo “de una persona que decidió el domingo 9 de febrero de 1913 arriesgar su vida, la de su familia, la de su comunidad, su carrera y todo lo que tenía a su alcance para salvar a sus amigos”.
El volumen gira en torno a la ayuda casi ignorada que brindó Horiguchi Kumaichi a la familia Madero durante la Decena Trágica en 1913 y su intento de proteger al presidente Francisco I. Madero (La Jornada, 20/9/22).
En la sede de la Fundación Miguel Alemán, Almada relató que cuando leyó el diario casi ignoto de Horiguchi Kumaichi quedó perplejo por las entradas del 15 y 19 febrero de 1913. En la primera, ante los rumores de que iban a bombardear la legación de Japón, el diplomático ordenó a su esposa e hijos que protegieran a la familia Madero y se los llevaron al Castillo de Chapultepec.
Añadió que cuando Victoriano Huerta había vencido tras un golpe de Estado, el 19 de febrero el enviado japonés asistió a Palacio Nacional y exigió al nuevo gobernante “clarificaciones sobre los rumores del bombardeo a la legación. A esta perplejidad es a la que quiero responder con el libro.
“La perplejidad existencial de qué hace que un hombre arriesgue la vida de sus hijos, de su mujer y su propia vida y la de su comunidad para salvar a una familia. ¿Cuál es el sentido interno de este gesto? Creo que es incognoscible, que escapa a la mente occidental, en todo caso a mi capacidad de comprensión.”
Puntualizó que su texto, subtitulado Horiguchi Kumaichi y la salvación de la familia Madero, toma partido por la democracia: “Cómo no hacerlo por el experimento democrático de Madero, sobre todo visto desde la actualidad; cómo no conmoverse con este deseo de conciliar la revolución con la legalidad y abonar a la vía de las reformas sociales y económicas graduales, y cómo no tomar partido por la soberanía del país. Cómo no indignarse frente al bombardeo más o menos indiscriminado de la población de la Ciudad de México en estos 10 días absolutamente trágicos. Miles de muertos tratando de que, mediante el terrorismo masivo, la población exigiera, cosa que se logró, la renuncia del presidente. Cómo no tomar por el principio elemental de justicia”.
Por su parte, el ministro Takashi Manabe, encargado de negocios de la embajada de Japón en México, felicitó a Carlos Almada por la publicación de “una obra excelente que relata un episodio tan importante en la historia de las relaciones” entre ambos países. “La labor del señor Horiguchi, con su coraje, humanidad y espíritu de samurái contribuyó al fortalecimiento de lazos”.
En su intervención, Javier Garciadiego, director de la Capilla Alfonsina, destacó que la participación de Horiguchi Kumaichi, encargado de negocios de Japón en México, “es una auténtica aportación historiográfica de la Revolución Mexicana”. Añadió que es un documento primordial para entender la Decena Trágica.
“Este libro nos confirma la propuesta historiográfica de mi maestro Katz de que en la Revolución Mexicana hubo una participación que rebasa la participación de los estadunidenses. Su propuesta es que México es parte de la historia mundial y este suceso lo documenta perfectamente.
“Los invito a leer este libro con el objetivo de ver la Revolución Mexicana como un proceso complejo, en el que había repercusiones mundiales. Aceptemos la complejidad de ese momento histórico, un proceso durísimo de la historia nacional, en el que hubo canallas, semanas de chacales, pero también una postura ética.”
Por su parte, el historiador Felipe Avila, titular del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, y quien compartió materiales para realizar el libro, sostuvo que esta es “una historia muy emotiva en la que, como telón de fondo, y como señala Garciadiego, hubo una actitud ética ejemplar.
“Más que una obra de historia, a mí me parece una historia novelada. Tiene una narrativa muy emotiva y bien escrita, con personajes entrañables que, desde los primeros momentos de la lectura, uno simpatiza, que nos ofrecen una visión humana, íntima de la historia, que no apela a los grandes acontecimientos, las grandes epopeyas o las grandes batallas. A veces, se aprende más de estas pequeñas cosas de la vida, como diría Serrat.”