Desde el amanecer, un pelotón de miles de ciclistas avanza entre descampados y bloques de apartamentos en Kennedy, en el sur obrero de Bogotá.
No son profesionales con licras de colores. Van obreros, costureras y estudiantes. En una congestionada ciudad de 8 millones de habitantes que no tiene Metro, el caballito de acero gana terreno frente al coche y el autobús como medio de transporte.
María Ellis es una de ellas. En coche “tardo una hora y media en llegar al trabajo, aunque vivo justo al lado. En bicicleta, tardo 25 minutos y es mucho mejor”.
La gente pierde casi una semana del año en atascos, según una medición de la consultora holandesa TomTom. En los horarios pico cruzar la ciudad puede tardar hasta tres horas.
En 2019, los capitalinos realizaron 880 mil viajes diarios en bicicleta, según el estudio más reciente de la alcaldía, es casi 7 por ciento de todos los desplazamientos y una cantidad muy superior a los 575 mil efectuados en 2015.
Durante el prolongado confinamiento de 18 meses “la bicicleta representaba 13 por ciento de los desplazamientos”, explica Carlos Felipe Pardo, fundador de la ONG Despacio, que promueve la movilidad sostenible.
La ciudad cuenta ahora con 593 kilómetros de carriles para bicicletas, una de las redes más extensas de América Latina, con una distancia similar a la que hay entre Ámsterdam y Berlín.
A veces separados del tráfico pesado por simples bloques de plástico o deformados por las raíces de los árboles, no todos los bicicarriles están en buen estado.
“Para la gente de Bogotá la bicicleta es una forma cómoda de moverse y también porque somos pobres”, señala Pardo. “Muchos la ven como una forma barata de evitar el transporte público”, confirma Deyanira Ávila, la secretaria de Movilidad de esta ciudad donde el salario mínimo es de 25 dólares mensuales.
Pedro Quimbaya, un guardia de seguridad de 53 años, ahorra 150 mil pesos (35 dólares) al mes en pasajes de autobús. El gran problema es el riesgo de accidentes. “En las horas pico el tráfico es muy intenso, hay demasiadas bicis, la vía no es muy buena, hay que tener mucho cuidado”.
En el primer semestre de 2022 unos 50 ciclistas murieron en accidentes. También existe el peligro de los robos, subraya el guardia, víctima de “cuatro o cinco” mientras pedaleaba. Así le robaron una bici valorada en 265 dólares, más de un mes de sueldo. Los asaltos crecen a la par de los ciclistas: en 2020 Bogotá registró 10 mil 856 bicicletas hurtadas, en 2019 fueron 8 mil 129.
Todos los domingos, desde 1974, las principales avenidas se cierran al tráfico de automóviles para dar paso a miles de ciclistas. Los conductores de autos regresan pasadas las 14 horas, pero durante la mañana la ciudad se libra del ruido de los motores y los gases de escape.
Afp