El enfrentamiento más agudo, dramático y de consecuencias prolongadas que debió enfrentar el presidente Lázaro Cárdenas fue con el grupo de industriales de Monterrey.
Propósito constante de ese grupo ha sido ejercer control total sobre sus trabajadores. Y chocaban con las disposiciones del artículo 123 de la Constitución de 1917.
Los forcejeos entre las autoridades locales y esos industriales se prolongaron por tres lustros. La Ley Federal del Trabajo tardó en aprobarse 14 años. Luis G. Sada, heredero de uno de los dos fundadores de la Cervecería Cuauhtémoc, había promovido la creación de la Confederación Patronal de la República Mexicana. Fundada en 1929, una de sus primeras acciones fue abonar a la demora de la Ley Federal del Trabajo.
Hacia 1936, la Junta de Conciliación y Arbitraje había cobrado carta de naturalización. Y falló en favor de grupos independientes de obreros, tanto de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey como de la Vidriera de Monterrey. En la dirección de ambas empresas participaban los dueños de la Cervecería Cuauhtémoc.
Ante esos fallos y la próxima aparición de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), los industriales regiomontanos convocan a un paro patronal y llaman a una protesta. Por primera –y acaso última– vez las calles de Monterrey ven desfilar, según testimonios, a más de 50 mil personas. En la descubierta marchaban los industriales de la ciudad. Justificaban esa acción con la finalidad de proteger a su patria chica de la “amenaza comunista”.
Cárdenas decidió trasladarse a la capital de Nuevo León para contener los ímpetus empresariales, que ya amenazaban con extender su paro a escala nacional. El mandatario permaneció en la ciudad una semana, entrevistándose con las partes en conflicto. Al cabo, desde el balcón poniente del palacio de gobierno advirtió a los empresarios que, si estaban fatigados, podían entregar sus empresas a los trabajadores o al gobierno. Señalaba, además, que las demandas de los trabajadores nada tenían que ver con “núcleos comunistas” y afirmaba la autoridad del Estado en las relaciones de trabajadores y patrones.
El conflicto social no amainó y se produjo un choque entre trabajadores y los empresarios organizados en la Acción Cívica Nacionalista, inspirada en la Falange Española. El saldo: dos obreros muertos y más de 25 heridos de bala. Los empresarios, indemnes (e impunes), fueron resguardados en la séptima Zona Militar por el general y rico empresario Juan Andrew Almazán.
Tras la expropiación petrolera, el discurso de Cárdenas se fue moderando. En 1939, víspera de las elecciones del año siguiente, todo empezó a cambiar en el ámbito del gobierno cardenista y del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), creado por él en sustitución del Partido Nacional Revolucionado (PNR), fundado por Calles. Entre los cambios fueron notables las críticas a los comunistas, cuyo aporte a la expropiación, a través del sindicato de trabajadores de la industria petrolera, había sido indudable.
Las petroleras expropiadas presionaban al gobierno de Estados Unidos para intervenir en México, según el patrón invasivo de la época. La proximidad de la Segunda Guerra Mundial impidió que así fuese, pero el bloqueo al petróleo y la plata nacionales por Washington afectó seriamente la economía nacional.
En un temprano proceso electoral, los partidarios del perímetro cardenista veían en el general Francisco J. Múgica, constituyente de 1917, al sucesor natural del michoacano; de repente, la candidatura recayó en Manuel Ávila Camacho, general conservador. Cárdenas la justificó por la presión extranjera. El candidato no debía ser un “radical”.
La oposición política se fortaleció con el surgimiento del Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN), liderado por Andrew Almazán, que había defeccionado del PRM, y el Partido Acción Nacional (PAN). Ambos paridos eran patrocinados por los empresarios de Monterrey. La consigna panista de “unidad nacional” fue la enarbolada por Ávila Camacho. Para neutralizar a los grupos empresariales, desde luego el de Monterrey, Miguel Alemán Velasco, presidente de la campaña avilacamachista, negoció con ellos, en secreto, varias de sus demandas (Ariel José Contreras, México 1940. Industrialización y crisis política).
Las elecciones de 1940 pudo ganarlas Ávila Camacho contra Andrew Almazán, el candidato del PRUN, mediante un colosal despliegue de fraudes y violencia.
Con el nuevo gobierno, las relaciones entre EU y México se distendieron. Así, en 1943, Ávila Camacho y Roosevelt se encontraron para firmar un Convenio de Buena Vecindad. ¿Dónde? En Monterrey.
En 1945 se hace efectiva la “unidad nacional” con el Pacto Obrero-Industrial por el cual queda sujeta la clase obrera a no exigir más de lo que el Estado dispone.
Todos esos efectos significaron, para la importante reforma cardenista, una gran derrota política; para la mayoría de trabajadores, una disminución en su calidad de vida.
Políticos acomodaticios, periodistas e intelectuales avenidos a las nuevas condiciones se dieron a la tarea de hacer ver la transición de un gobierno a otro como un proceso de continuidad. No lo fue. Algún escritor lo llamó la muerte de la Revolución Mexicana.
Sólo para recordar.