En 2016 Guy Rozat Dupeyrón advirtió que se nos venían encima las conmemoraciones del quinto centenario de la irrupción española y la destrucción de la gran Tenochtitlan y que “las maniobras ideológicas y políticas encargadas de nutrir y aprovecharse de estas probables conmemoraciones están en marcha. Ya se han constituido grupos de intelectuales encargados de elaborar los discursos adaptados a las circunstancias. Se ha previsto organizar festejos… Todos los involucrados están trabajando con mucha diligencia, ya que empieza a fluir el dinero”.
Lo que hacían con sigilo, porque “se acuerdan de la recepción ambigua y, en algunos casos, de plano hostil que tuvo el pasado encuentro de dos mundos”. No faltarán, sin embargo, los hispanófilos que dirán que México dio un salto histórico de 5 mil años y que los indígenas fueron liberados y/o civilizados… conclusión en la que parece coincidir “esta nueva defensa del indio, una tendencia académica light abocada… de manera clara o encubierta, a la reconstrucción y difusión de la idea de que la conquista, fuera de algunos acontecimientos deplorables… fue a fin de cuentas un evento benéfico para los pueblos americanos y sus culturas”.
La historia de la conquista, tanto en su versión hispanista como en la de ese “indigenismo light”, ha abonado y sigue abonando a la construcción de la idea del ser del mexicano mestizo, traumado, “hijo de la chingada”, esquizofrénico; un relato claramente eurocéntrico y fatalista (entendiéndose por “fatal”, que la “conquista” era no sólo inevitable, sino necesaria). Encima, eso se haría en un contexto en que muchas voces “hacen notar que jamás el Estado nacional se ha encontrado tan desacreditado, que tan clara es la ausencia del Estado… La presidencia… está desprestigiada en su totalidad”. Además, parecería que “México está enfermo de su identidad. Que su historia está enferma”.
Ante ello, Rozat presentó la intención y los avances del seminario Repensar la conquista, que aplaudo en lo general pero que, lamentablemente, se ha quedado en la marginalidad de la academia. Y aun en la academia está arrinconado, dada su oposición a ese “indigenismo” dominante.
Los temores de Rozat no se cumplieron (o no del todo: leyendo los libros conmemorativos del INAH y algunas universidades las cosas pasaron como él preveía). El cambio de gobierno hizo que en 2019 se propiciare el debate libre y numerosos foros en muchos lugares del país. De alguna manera, el sabotaje de las derechas y la pandemia cancelaron o limitaron ese debate, pero pocos se dieron cuenta de un aspecto central del mismo: el llamado de AMLO a la reconciliación histórica entre México y España.
En efecto: la respuesta del rey de España (secundada por la derecha española y las derechas políticas y académicas en México) a la carta que le envió AMLO opacó lo que realmente estaba proponiendo el Presidente. Dos párrafos de la carta de AMLO al rey son clarísimos: “Para la nación que represento es de fundamental importancia, señor, invitar al Estado español a que sea partícipe de esa reconciliación histórica, tanto por su función principalísima en la formación de la nacionalidad mexicana como por la gran relevancia e intensidad de los vínculos políticos, culturales, sociales y económicos que hoy entrelazan a nuestros dos países”.
Más adelante: “el gobierno de México propone a su majestad que se trabaje a la brevedad, y en forma bilateral, en una hoja de ruta para lograr el objetivo de realizar en 2021 una ceremonia conjunta al más alto nivel; que el reino de España exprese de manera pública y oficial el reconocimiento de los agravios causados y que ambos países acuerden y redacten un relato compartido, público y socializado de su historia común, a fin de iniciar en nuestras relaciones una nueva etapa plenamente apegada a los principios que orientan en la actualidad a nuestros respectivos estados y brindar a las próximas generaciones de ambas orillas del Atlántico los cauces para una convivencia más estrecha, más fluida y más fraternal.”
El historiador Bernardo Ibarrola fue de los pocos que entendieron: “Como puede verse, no se trataba de una simple petición de disculpa, sino de la propuesta de una maniobra política e historiográfica conjunta para superar el desacuerdo y generar un nuevo discurso oficial común”.
Porque la corona (y el gobierno español mediante su cancillería) no podía aceptar ese llamado a la reconciliación, puesto que su discurso oficial sigue fincado en el 12 de octubre de 1492. Frente al rechazo del rey y el gobierno a una reconciliación histórica y la construcción en común de una nueva lectura del pasado, Ibarrola se pregunta:
“¿De qué manera la invasión española a América –seguida de la bestial guerra de exterminio y ocupación y del posterior establecimiento de un sistema explotador colonial sin ambages– constituye la clave de la cultura, la sociedad, la política y la identidad de los españoles de finales del siglo XX y principios del siglo XXI? ¿Por qué un conjunto de comunidades políticas, sociales y culturales como las españolas, complejas, diversas, riquísimas, con un pasado propio repleto de momentos grandiosos y terribles tienen que apelar, como piedra de toque de su propia identidad, a su experiencia colonial?”
Rozat: https://bit.ly/3ShCzRj
Ibarrola: https://bit.ly/3f57lPa.