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Mundo

2022-09-20 17:15

El Kremlin busca frenar avances de Ucrania para recuperar territorios

Un militar de la Guardia Nacional de Ucrania inspecciona equipos militares abandonados por el ejército ruso en el norte de la región de Kharkiv, el 20 de septiembre de 2022.
Un militar de la Guardia Nacional de Ucrania inspecciona equipos militares abandonados por el ejército ruso en el norte de la región de Kharkiv, el 20 de septiembre de 2022. Foto Afp

Moscú. En un repentino cambio de estrategia, el mismo día que el ejército ucranio tras cruzar el río Oskol se situó a las puertas de Lugansk, el Kremlin tomó este martes decisiones trascendentales que buscan frenar los avances de Ucrania en su intento por recuperar los territorios ocupados.

Cuatro regiones de Ucrania bajo control del ejército ruso casi completo en dos de ellas y con más de la mitad en las otras –Lugansk, 99 por ciento; Donietsk, 65 por ciento; Jersón, 93 por ciento; y Zaporiyia, 65 por ciento, según diversas estimaciones de expertos que, día a día, recopilan los partes de guerra de ambos ejércitos– anunciaron de modo simultáneo la celebración de referendos de adhesión a la Federación Rusa.

Hasta ayer, el Kremlin había renunciado a la idea de convocar este otoño plebiscitos, posponiéndolos de manera indefinida por cuanto la Oficina de la Presidencia, como se comenta en esta capital, convenció a su jefe, Vladimir Putin, de que la legitimidad de los resultados de la votación, aparte de las dificultades para organizarla, podría generar dudas en condiciones de guerra, sin observadores internacionales y con parte significativa de los habitantes en el exilio o en los campos de batalla.

Otra razón que esgrimieron para posponer las consultas populares es que, al no controlar la totalidad de los territorios que se quiere anexionar, parecería que Ucrania está ocupando parte del territorio ruso, afrenta que desde el punto de vista de la imagen no se puede permitir una potencia nuclear.

Sin embargo, se ordenó desde Moscú que la votación comience esta misma semana y dure cinco días, del viernes 23 al martes 27 de septiembre, y parece ya no importar si son o no reconocidos por otros los resultados que serán dados a conocer cinco días después del cierre de las casillas.

Y ligado directamente a los referendos, los diputados de la Duma aprobaron este martes en tiempo récord varias enmiendas al Código Penal que establecen el fundamento legal para poder anunciar la movilización de la población masculina de entre 18 y 60 años de edad. Quienes siguen de cerca el quehacer político ruso coinciden en que el llamado a filas, en una primera etapa, será parcial para reducir el impacto negativo en la sociedad, quedando en la reserva la posibilidad de hacerlo general.

Los legisladores también impusieron severas penas por eludir el servicio militar, deserción o rendirse al enemigo (hasta 10 años de cárcel), tipificaron también conceptos como “ley marcial” y “movilización general”, así como en otra ley aprobaron la concesión simplificada de la ciudadanía rusa a extranjeros, al cabo de un año y sin trámites burocráticos de ningún tipo, que “quieran enlistarse en el ejército para participar en los combates”.

Estos referendos y las enmiendas sugieren que se está preparando el terreno para sustituir la “operación militar especial” –no más que un eufemismo– con una declaración de guerra en toda regla, en caso de que Ucrania siga intentando recuperar los territorios que el Kremlin tiene la intención de declarar como parte de Rusia, lo cual permitiría gradualmente llamar a filas a rusos ya como obligación y no de forma voluntaria, a cambio de un contrato y un salario, como hasta ahora.

Rusia necesita reclutar refuerzos para contrarrestar la actual superioridad numérica de las tropas de Ucrania, que sí llevó a cabo una amplia movilización, después de tener meses de ventaja en armamento que se fue diluyendo con las armas que Estados Unidos y sus aliados proporcionan a Ucrania.

Muchos se preguntan qué pudo hacer cambiar de opinión a Putin tan rápido y la respuesta tal vez se encuentre en un reciente error verbal del presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, que eufórico por la contraofensiva que permitió recuperar 8 mil 500 kilómetros cuadrados de territorio en Járkov y Jersón, prometió que pronto “vamos a liberar Yalta y toda Crimea”, con lo cual cruzó una línea roja, la exigencia de devolver la estratégica península, algo que nunca va a ceder el actual titular del Kremlin.

A partir de la imprudencia de Zelensky, los miembros más belicistas del entorno presidencial ruso, la mayoría con asiento en el Consejo de Seguridad (CS) y en los servicios secretos, comenzaron a advertir en las redes sociales a través de sus voceros (por ejemplo, Dimitri Medvediev, vicesecretario del CS) que atacar Crimea permite a Rusia usar todos los recursos a su alcance, en alusión a su arsenal nuclear.

La doctrina nuclear rusa, en efecto, autoriza emplear ese tipo de armamento para repeler una guerra contra su territorio y no es difícil suponer que ese es el sentido de los apresurados referendos de adhesión.

Para decirlo con las palabras de la politóloga Yekaterina Shulman, con la incorporación del Donbás (Donietsk y Lugansk), Jersón y Zaporiyia a la Federación Rusa se busca invertir los términos y convertir a Rusia de “país agresor” en “país agredido” y, en la primera fase, se obtiene la justificación para efectuar la movilización.

El Kremlin adquiere con la eventual anexión de más o menos el 20 por ciento del territorio ucranio una palanca adicional –las armas nucleares– para presionar al gobierno de Zelensky a negociar bajo sus condiciones.

En una primera reacción de Kiev, su canciller, Dmitro Kuleba, apuntó: “Ni esos falsos referendos ni la híbrida movilización cambiarán nada. Rusia seguirá siendo, como era, un Estado agresor que ocupó ilegalmente parte del territorio ucranio. Ucrania tiene todo el derecho de liberar sus territorios y continuará haciéndolo, diga lo que diga Rusia”.

Esta noche se esperaba que el presidente Vladimir Putin dirigiera un mensaje a la nación, que todo indica será este miércoles, en el cual los observadores creen que dará las claves para entender hasta qué punto la amenaza de usar el arsenal nuclear –en caso de que el ejército ucranio acepte el desafío de combatir ya no en su patria sino en un territorio que Rusia considera como suyo– es un ultimato.

Tampoco se excluye que el titular del Kremlin tenga dudas y prefiera no ser tan categórico para sólo mantener esa posibilidad devastadora como as en la manga por si no logra hacer retroceder a las tropas ucranias en las siguientes semanas.

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