Publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el libro El espíritu del 22: Un siglo de muralismo en San Ildefonso, es muy significativo porque trata sobre las grandes obras creadas en el Colegio de San Ildefonso, y reconoce que en este movimiento pictórico las mujeres no sólo fueron modelos y asistentes, como comúnmente se cree, sino que muchas realizaron obra propia, por ejemplo, Aurora Reyes.
La investigadora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), Dina Comisarenco, quien colaboró en la publicación, sostiene en entrevista que además de mostrar estudios sobre los artistas que formaron parte del movimiento muralista en sus orígenes, el volumen destaca las muchas intersecciones que existían en la década de 1920 entre el movimiento en favor de los derechos de las mujeres y la creación artística, que son los que sentaron las bases para el surgimiento, en la década de 1930, del muralismo femenino.
A diferencia de otros libros sobre muralismo, que se centran sólo en los llamados tres grandes –Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco–, reconocidos especialistas escribieron estudios detallados de Fernando Leal, Jean Charlot, Fermín Revueltas y Alva de la Canal, así como de otros artistas que en ese momento actuaron de asistentes, como Xavier Guerrero y Máximo Pacheco.
A propósito de la intervención de las mujeres en el arte y los movimientos sociales, la historiadora de arte Dina Comisarenco considera importante el movimiento feminista de esa época, porque permite entender las denuncias y las aspiraciones paralelas y complementarias que estaban viviendo las artistas en sus propios tiempos, e interpretar sus obras según sus contextos sociales.
“El estudio de las relaciones que existen entre los movimientos sociales y los artísticos es clave para recuperar el sentido profundo de muchas de las obras de las artistas mujeres con sus contenidos de disenso y resistencia”, explica la autora del texto “Mujeres, artistas y activistas”, que se incluye en el libro.
Fanny Rabel, en las sombras
Para la investigadora, en la actualidad “las mujeres todavía tenemos que luchar por ejercer nuestros derechos en distintos ámbitos sociales, laborales e incluso domésticos; es común la creencia de que en los siglos XIX y XX las mujeres no participamos en el mundo del arte y la cultura.
“Sin embargo, en décadas recientes, por medio del trabajo de investigación de varias académicas con perspectiva de género, hemos descubierto que el movimiento feminista en México comenzó muy temprano (recordemos por ejemplo el Congreso Feminista de Yucatán de 1916), y que las artistas, particularmente en la literatura y en las artes visuales, también comenzaron de manera prematura (Nahui Olin es ejemplo muy revelador del desarrollo intelectual y artístico temprano).
“Muchas, en sus propias épocas, sí fueron reconocidas por la crítica de arte contemporáneo y su desaparición de la historia comenzó después. Pensemos en Fanny Rabel, de quien este 2022 se conmemoran 100 años de su nacimiento; a lo largo de su vida recibió comentarios muy significativos de figuras destacadas del mundo del arte como Frida Kahlo, Diego Rivera, Feliciano Peña y José Chávez Morado, y de la crítica de arte nacional, como Juan Crespo de la Serna, Julio Scherer, Antonio Rodríguez, Alaíde Foppa, Raquel Tibol, José de Santiago Silva y Alberto Híjar; sin embargo, actualmente, pese a los esfuerzos que las historiadoras del arte feministas estamos realizando para conocer y difundir su gran legado, todavía no goza del reconocimiento que merece.”
Datos reveladores
Comisarenco expresa que entre 1920 y 1970, las muralistas fueron muchas menos que los varones. “Con base en datos brindados por Orlando Suárez en su Inventario del muralismo mexicano, Patricia Quijano Ferrer dedujo algunas estadísticas que resultan muy reveladoras en este contexto, pues calcula que fueron alrededor de 13 por ciento, y que realizaron menos obras, pues del promedio de 20 obras realizadas por artistas hombres, sólo tres eran creadas por una mujer.
“Sin embargo, dicha menor cantidad de creadoras y sus pocas tres obras en promedio, revisten gran importancia tanto histórica como estética, pues desafían y desmontan de forma clara y contundente muchos de los prejuicios de género que aún existen en el imaginario colectivo, que sigue creyendo que el movimiento muralista mexicano fue de dominio exclusivamente masculino.”
De acuerdo con la investigadora, “no existen diferencias claras ni absolutas entre los estilos y los temas del muralismo femenino y masculino, pero el estudio de los creados por las artistas mujeres nos ayuda a entender y a reconocer la amplitud del movimiento muralista que va mucho más allá de la temática histórica nacionalista y del realismo socialista con que comúnmente se identifica, para incluir incluso obras abstractas, como la de Lilia Carrillo, o surrealistas, como la de Leonora Carrington”.
Sobre el análisis iconográfico de las obras murales hechas por hombres y mujeres, la historiadora comenta que “resulta revelador constatar que en varias obras creadas por varones las mujeres somos representadas con formas generalmente estereotípicas, que resaltan la maternidad, la abnegación y el sufrimiento, mientras en las creadas por mujeres, suelen aparecer mujeres desempeñando papeles más activos y protagónicos que nos permiten conocer el importante papel social y cultural desempeñado por las féminas a través del tiempo.”
Dina Comisarenco, quien ha dedicado años de estudios a develar, recordar y reconocer a las mujeres muralistas que estuvieron involucradas en la misión de revestir México con sus creaciones, en “Mujeres, artistas y activistas”, habla de Nahui Olin, Tina Modo-tti, Frida Kahlo, Rosario Cabrera, Anita Brenner, Guadalupe Marín, Graciela Amador, Concha Michel, Frances Toor, Aurora Reyes, Carmen Foncerrada e Isabel Villaseñor.
El espíritu del 22: Un siglo de muralismo en San Ildefonso incluye textos de Sandra Zetina, Alberto Híjar, Laura Emilia Pacheco, Tatiana Flores, Irene Herner y Renato González Mello, entre otros.