Cadiz, España, 15 de septiembre. Cada nombre, cada cuerpo, cada símbolo es terreno de combate de las ideas y la justicia. En México es innegable la lucha por saber la verdad sobre dónde están los muchachos de la normal de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, pero también las decenas de miles de personas desaparecidas desde antes de la llamada guerra sucia y todas las acciones de Estado que se llevaron a cabo para reprimir a los disidentes del régimen.
También en España hay una lucha por conocer la represión desatada por el golpe de Estado del verano de 1936 y luego la dictadura militar nacional-católica de Francisco Franco. Se calcula que en este país fueron asesinadas, entre los años 1936 y 1950, unas 140 mil personas, como cifra conservadora, por considerarlas defensoras del gobierno legítimo. El grupo denominado Plataforma por la Recuperación de la Memoria Histórica de Cádiz y el ayuntamiento de ciudad, gobernado por Podemos y Ganemos Cádiz, ha llevado a cabo una pertinaz tarea de encontrar la memoria, los cuerpos de los que fueron asesinados, y hasta de quitar el nombre de instalaciones públicas que llevaban los de personajes que estuvieron relacionados directamente con el golpe de Estado de julio de 1936.
Son más de 20 años los que han seguido buscando fosas en las que están enterrados los represaliados. Han cambiado la nomenclatura de una veintena de calles, la remoción de símbolos franquistas en las calles y destaca la supresión del nombre de Ramón de Carranza que llevaba el estadio municipal de futbol, donde juega el equipo Cádiz. Este cacique conservador de la ciudad, alcalde y gobernador nombrado por los golpistas, financiador del partido fascista español Falange, y su familia realizó en Marruecos los contactos con el gobierno de Adolfo Hitler con el fin de conseguir apoyos al proceso golpista; último responsable de la represión de los trabajadores municipales de la ciudad, que incluyó los asesinatos de 37 de ellos. Estas acciones tienen como uno de sus más conspicuos activistas al historiador gaditano José Luis Gutiérrez Molina, quien forma parte de un colectivo que ha producido decenas de documentos, libros y gestiones para lograr sus objetivos.
La lucha por hacer vigente la memoria de aquellos hechos es indispensable para la salud mental de la sociedad española, asegura el historiador. Desde 2016 hemos trabajado en el cementerio de Cádiz; se han exhumado los restos de casi un centenar de víctimas de aquella masacre, para lo cual se han removido dos fosas comunes y los llamados media sepultura –en los que se ponen hasta ocho ataúdes encimados–. Se les reconoce entre los cuerpos allí enterrados porque casi todos tienen el tiro de gracia.
El arqueólogo municipal José María Gener Basallote, elemento fundamental del proyecto, ha organizado un equipo junto a Francisco Moncayo, Fátima Barreiro Espinal y el antropólogo forense Enrique Estévez Campo, que han removido más de 3 mil toneladas de tierra en la que se aparece incontable cantidad de fragmentos óseos, los que hay que inspeccionar para tratar de integrar los cuerpos, y luego, saber si fueron asesinados y de qué persona se trata. Las muestras genéticas se enviarán a la Universidad de Granada cuando estén todas reunidas, para determinar vínculos con los familiares que reclaman los cuerpos, que hasta el momento son cerca de 50.
“Niños, fetos, partes de cuerpos mutilados es lo que encontramos en las fosas”, cuenta Francisco Quico Moncayo, uno de los entusiastas y comprometidos arqueólogos del grupo.
Pero la derecha española, cada vez más activa por estos años, opone resistencia a cada uno de estos actos. Los promotores de estas acciones temen que si el Partido Popular y, peor aún, Vox llegara al poder, el financiamiento público para la exhumación de cuerpos y las modificaciones a la nomenclatura de la ciudad se vieran suspendidas o aún revertidas. Gutiérrez Molina cuenta cómo un abogado contratado por opositores al cambio de nombre del estadio argumentó que no debiera verse la historia de Ramón de Carranza, sino debiera vérsele como “una marca registrada”, pero no prosperó esa iniciativa y el estadio se llama ahora Nuevo Mirandilla, tomado del nombre del antiguo estadio y es un topónimo de Cádiz.
*Fundador del Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder) y director de La Jornada de Oriente