Algunos muchachos lanzaron chiflidos, más por echar relajo que por protestar, pero pronto los opacaron las consignas de “¡Es un honor estar con Obrador!” Entonces apareció el Presidente de la República en el balcón central y los muchachos se sumaron a los “vivas” y “mueras”, pese a que en esa porción del Zócalo, en el extremo cercano de la Suprema Corte de Justicia de laNación, los altavoces fallaron y apenas se alcanzaban a escuchar las presidenciales arengas.
La enorme pantalla en la avenida Pino Suárez tampoco sirvió, de modo que los mexicanos ahí congregados no pudieron mirar al mandatario cuando llegó al balcón acompañado sólo por su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller.
“¡Viva!”, gritaron, aunque escucharon a medias. Y “¡muera!”, cuando Andrés Manuel López Obrador añadió tres males al ritual del Grito de Independencia: “¡Muera la corrupción, muera el clasismo, muera el racismo, vivan los pueblos indígenas!”, cerró el Presidente, y todo mundo se dispuso a mirar la pirotecnia.
Pegadas a la pared de Palacio Nacional había gradas. Luego, una zona de vallas metálicas. Ya entrada la noche, los encargados de la seguridad dejaron que los asistentes se acercaran hasta ese punto. En otros sexenios, las vallas para el público se colocaban a la altura de la plancha del Zócalo.
Los ríos de gente habían comenzado a ir y venir cuando la tarde era joven. La lluvia vespertina alejó a algunos, pero a las 10 de la noche la plaza estaba repleta, las gradas junto a Palacio Nacional vacías y seguían entrando personas a montones. “Ya para qué si está lleno, ya no se puede pasar”, dijo un policía que, con sus compañeros, se había resignado a intentar que los hombres fueran por un lado y las mujeres por otro.
En una esquina de la Suprema Corte se aburrían Manuel Oropeza, titular de la Autoridad del Centro Histórico, y un par de colaboradores que pedían a los transeúntes dejar ahí los palos de sus banderas. “Todo muy tranquilo”, se limitó a decir el funcionario.
Faltaba entonces una hora para la ceremonia del Grito y la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, informaba que había 130 mil personas en el Zócalo. Y contando, diría cualquiera, en medio de los empujones.
Jefe de jefes
Poco antes de las nueve de la noche, Los Tigres del Norte se habían arrancado con su clásico Jefe de jefes, luego de una presentación en video en la que los músicos manifestaron su orgullo por tocar este día en la plaza mayor.
Quiso la casualidad que ese mismo día se pospusiera la libertad domiciliaria del narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, a quien algunos consideran el jefe de jefes.
El Zócalo entero meneaba las caderas pero, a decir verdad, era más por los compases norteños que porque la raza presente conociera las letras del amplio repertorio de Los Tigres del Norte (salvo, claro, un par de sus piezas más famosas). Eso sí, la plaza se unió para entonar varios temas que se hicieron famosos en la voz de Vicente Fernández.
Antes de la música, el Zócalo fue una romería. Familias enteras entraban y salían, compraban y lanzaban globos y se pintaban las caras de tres colores.
“¡Es un honor estar con Obrador!”, gritaban aquí y allá pequeños grupos, con chalecos guindas y mantas, algunos de ellos integrados por los congresistas de Morena que sesionan este fin de semana.
Corcholatas
No faltaron los tabasqueños que trajeron mantas de su presidenciable, Adán Augusto López.
Marcelo Ebrard aprovechó su encargo y se promovió en la carrera sucesoria adelantada, sentado entre dos ex presidentes, José Pepe Mujica y Evo Morales. Se los llevó a comer a ese lugar sobrevalorado llamado La Ópera, donde les cantaron México lindo y querido. “Dos ex presidentes y el futuro presidente”, se apresuraron a decir los partidarios del canciller en las redes sociales.
A Claudia Sheinbaum trataron de empañarle la fiesta. En redes sociales, Rosario Robles dijo que le daba gusto que los Tigres del Norte volvieran a estar en el Zócalo, como cuando ella fue jefa de Gobierno.
Al final, los tres personajes mencionados –corcholatas se les dice, gracias al Presidente– aparecieron con sus respectivas parejas en el mismo balcón.
Uno de ellos, o ella, podría ser quien encabece la misma ceremonia el 15 de septiembre de 2025.