Las llamadas fiestas patrias fueron la antesala de las recientes agresiones a la comunidad zapatista Nuevo San Gregorio, en Los Altos de Chiapas. El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba) documentó la actuación de un grupo armado que con total impunidad saqueó casas y la escuela autónoma, lo que, asegura el Frayba, “constata la omisión y aquiescencia de los gobiernos federal y estatal”, pues “los grupos delictivos actúan con toda normalidad”.
La comunidad Nuevo San Gregorio, localizada en el municipio de Huixtán, se conformó en 1994, al calor del levantamiento y recuperación de tierras protagonizados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Se trata de un territorio ambicionado ahora por organizaciones, gente de comunidades o grupos criminales que quieren ocuparlas para acceder al dinero que otorgan proyectos del gobierno como Sembrando Vida, lo cual, en este contexto, resulta constrainsurgente.
Ha sido tal la envergadura del ataque a los zapatistas, que los han despojado ya de 95 por ciento de las tierras que conforman el municipio Lucio Cabañas, del caracol 10 de la demarcación de su autonomía que, como es sabido, abarca proyectos de salud, educación, cooperativas y medios de comunicación, entre otros procesos que siguen construyendo a pesar de los embates.
El Frayba denunció que el pasado 8 de septiembre un grupo invasor robó los bienes de la escuela zapatista y de una casa, y se llevaron materiales escolares e insumos de trabajo. Dos días después acudió personal del centro de derechos humanos a documentar la agresión y fue hostigado por el mismo grupo, que obstruyó la carretera para cerrarles el paso. “Lo anterior”, advierte el Frayba, “configura el aumento de la violencia, junto a la búsqueda de obstaculizar el trabajo de observación de derechos humanos y la solidaridad frente a las acciones de contrainsurgencia”. Lo que sigue, si no se detiene a los agresores, derivará en “un desplazamiento forzado interno” y en “costos de difícil o imposible reparación”.
El grito de “Vivan los pueblos indígenas” debería, por lo menos, ser acompañado del fin del despojo a los mismos.