La feroz política de agresión económica del gobierno de Donald Trump contra Cuba, mantenida, por cierto, casi intacta por Joe Biden hasta la fecha es el centro de este artículo. Pero antes de entrar en esa materia invito al lector a compartir algunas consideraciones sobre la historia de la guerra económica de Estados Unidos (EU) contra la isla.
Esa guerra no comenzó con la orden ejecutiva 3447 del presidente John Kennedy el 3 de febrero de 1962, aunque haya sido el primer paso importante para institucionalizar el bloqueo. Tampoco en 1960, cuando el presidente Dwight Eisenhower suprimió la mayoría de las exportaciones cubanas a esa nación. En rigor, la guerra económica contra la isla y, consecuentemente, los prolegómenos del bloqueo, comenzaron a raíz del triunfo de la Revolución con la acogida por EU de los funcionarios de la dictadura de Batista que huyeron a ese país llevando consigo millones de dólares robados al presupuesto de la nación. Washington les dio asilo y protección, como hizo con los cientos de criminales de guerra y torturadores que lograron fugarse hacia sus costas después de la victoria revolucionaria. Claro, esos fondos nunca fueron devueltos a Cuba. De modo que, visto así, el bloqueo entró en su año 64, los mismos que pronto llevará la Revolución en el poder.
El bloqueo ha sido una política inhumana, pues obstaculiza gravemente el desarrollo económico y social de Cuba y, por consiguiente, dificulta severamente la vida cotidiana de los cubanos y cubanas. Nunca se ha iniciado su desmantelamiento, ni siquiera por el gobierno de Obama, aunque éste facilitara una importante flexibilización de las medidas agresivas contra Cuba y, con el establecimiento de relaciones diplomáticas, comenzara el largo camino hacia una relativa normalización de los vínculos entre los dos países. Pero el bloqueo –siempre ilegal, inmoral y genocida– fue intensificado hasta extremos insólitos por Donald Trump, con la asesoría y activa participación de la mafia de Miami: los Marco Rubio, Díaz Balart, etcétera.
Hay que tenerlo claro, desde entonces comenzó el casi total desmantelamiento de la precaria inserción que, pese al bloqueo, había logrado Cuba en el sistema económico, financiero y comercial internacional. Esto condujo a que el día a día de las personas se convirtiera en un duro rosario de penurias, desde la incertidumbre de cuántas horas de apagón tocarán, cómo alimentar a la familia al día siguiente, cómo transportarse para acudir al trabajo, la incertidumbre de si al llegar a la farmacia encontrarán un medicamento indispensable para la supervivencia, como la insulina, un hipotensor o un simple analgésico para mitigar el malestar.
Mediante una campaña muy bien orquestada de calumnias y presiones diplomáticas contra la colaboración médica cubana, que continúa con Biden, Trump atacó la primera fuente de ingresos de Cuba y privó de atención de salud a millones de personas en el mundo en naciones como Brasil, Ecuador y la Bolivia dictatorial de Áñez, cuyos gobiernos títeres expulsaron a los galenos de la isla. Como reconoció The New York Times, el covid-19 hizo mucho más daño en esos países debido a la expulsión de los médicos cubanos. Igualmente, Trump afectó severamente al turismo, la segunda fuente de ingresos de la isla, al cancelar decenas de vuelos que se dirigían varios días por semana a las más importantes ciudades de provincia y suprimir los viajes de cruceros que visitaban diariamente La Habana, entre otras medidas. También cortó los lazos financieros de Cuba en el mundo al imponer enormes multas a las entidades sospechosas de relacionarse con ella.
En medio de la pandemia, como ha denunciado un informe muy completo sobre el bloqueo de la prestigiosa ONG Oxfam(https://bit.ly/3RUFjUC), el magnate arreció las ilegales medidas coercitivas contra la isla. En ese periodo adoptó 63 medidas contra la economía cubana, sumadas a más de 200 que había tomado antes. No contento con ello, apeló a lo más vil: incluir a Cuba en la ilegal y espuria lista de naciones promotoras del terrorismo que cada año elabora EU, la cual, por sí sola, inhibe a empresas y bancos de hacer negocios con cualquier Estado que la integre por temor a las duras “sanciones” de la potencia norteña.
Pero creo que nada define mejor las diabólicas medidas del bloqueo a Cuba que una frase, citada en el informe de Oxfam, del Departamento de Contraloría del gobierno de EU: “El embargo contra Cuba es uno de los conjuntos más completos de sanciones impuestos a cualquier país, incluidas las demás naciones designadas como promotoras del terrorismo”. El supuesto faro de la democracia y los derechos humanos en el mundo mantiene esta medida extraterritorial contra la opinión casi unánime de los demás Estados de la ONU y contra su propia opinión pública. Pero Cuba continúa en pie de lucha por el desarrollo y el bienestar de su pueblo, con o sin bloqueo.
Twitter: @aguerraguerra