La ceremonia política del quinto Informe de gobierno de Alfredo del Mazo estuvo plagada de la vetusta liturgia del grupo Atlacomulco. La solemnidad perfumada de buenas formas se prodigaron en el patio central del palacio de gobierno. El gobernador fue arropado por la clase política mexiquense, empresarios, legisladores, magistrados, líderes de partidos, funcionarios estatales y federales y varios aspirantes a la Presidencia de la República. Del Mazo en su intervención quiso maquillar una gestión gris y pobre en resultados. Recurrió a la vieja retórica desgastada de un partido deteriorado y envejecido tras más de 90 años en el poder de manera ininterrumpida. Alfredo del Mazo se reconoció en la recta final de su administración y dio el banderazo ritual para la sucesión de la gubernatura. En otras palabras, el quinto Informe fue antesala de la sucesión en el gobierno del estado de México.
En la parte final de la lectura de su largo texto, Del Mazo llamó a la unidad, a respetar las diferencias como punto de partida para impulsar un proceso con certidumbre, ordenado y transparente. Reivindicó el diálogo, la tolerancia y la inclusión para estimular la consolidación de la democracia y fortalecer las instituciones que la garantizan. Dijo: “Debemos respetar la voluntad de los mexiquenses y cuidar la estabilidad de nuestro estado. Es indispensable tener presente que el resultado debe ser la unidad de los mexiquenses”. Tiene varias lecturas el planteamiento. Una, que las grandes fisuras nacionales del PRI han incidido en plano local. Y segunda, tampoco ha sido fácil para la nomenclatura mexiquense llegar a un acuerdo de quién será su abanderada para encabezar retener el estado de México. Todo apunta a Alejandra del Moral, protegida del actual gobernador.
Es cierto que cada comicio es diferente. Pero la elección de 2023 está plagada de incertidumbres y factores inéditos que la hace particularmente distinta a las demás en la vida política de la entidad. En la batalla electoral de 2023, el PRI afrontará su sobrevivencia no sólo en suelo mexiquense, sino federal. Esta elección es un punto de inflexión para el tricolor. El acto del quinto Informe tuvo como trasfondo la posible ruptura de la alianza electoral. Alejandro Moreno, Alito, dijo sobre la alianza Va por México, que PAN y PRD no podrían ganar una elección por su cuenta, el PRI, sí. Blofea, pues el PRI por sí sólo tampoco le alcanza para retener el poder en la entidad. Los símbolos también cuentan: Del Mazo, fiel a las formas balsámicas priístas, dicen las crónicas, no ofreció un abrazo a Alito, para marcar distancia con el dirigente nacional del PRI.
Arturo Montiel Rojas, cuestionado ex gobernador de la entidad y factor de poder real, se deslindó de Alito. Claro, si los dos cojean del mismo pie: la corrupción voraz. Montiel reiteró así el llamado a la unidad tricolor: “Si trabajamos todos en unidad, estoy seguro de que vamos a tener resultados positivos”. ¿Será que Ana Lilia Herrera, su apadrinada aspirante, declina la contienda?
Está en juego la historia del PRI, su porvenir pende de un hilo. El futuro inmediato dependerá de los resultados la contienda mexiquense de 2023. El partido tiene el desgaste de más de 93 años en el poder de manera ininterrumpida. A pesar de ser el partido hegemónico en la entidad, sus propuestas están envejecidas. Sus líneas discursivas que ya no emocionan ni conmueven a un electorado que lo mira con recelo. El tricolor acusa falta de resultados, ungido por la corrupción como forma de gobierno. En la entidad hay aumento crónico de la violencia e impunidad; se ha convertido en uno de los estados más peligrosos para las mujeres. Pobreza e insultante desigualdad, violencia e inseguridad que ninguno de sus 29 gobernadores emanados de ese partido ha podido corregir.
Telón de fondo del quinto Informe fue sin duda la viabilidad de la alianza electoral que Alito ha dinamitado. Los partidos opositores saben, según los sondeos, que solos no tienen posibilidades de éxito frente a Morena. Sobre el futuro de la alianza, existe tensión e incertidumbre. Son tres los escenarios básicos que ahí se dibujaron: 1) fractura total de la alianza. Sobre todo, muchos militantes y simpatizantes del PAN sostienen que deben ir solos. Puede perder el Edomex pero se perfilaría como la alternativa para la elección presidencial. Y en todo caso transitaría, ante la debacle del PRI, a un sistema bipartidario; 2) resucitar la alianza electoral desde lo local. Aquí trascribo dicha hipótesis que lanzó Jesús Zambrano en Toluca: “Para nosotros lo nacional sigue suspendido, en lo local siguen platicando, porque acá decidirán en todo caso las dirigencias locales de los partidos del estado de México”. Los liderazgos de PAN y PRD negociarían la alianza y la candidatura directamente con el grupo Atlacomulco y con Del Mazo. Pactarían saltándose a Alito y la dirigencia nacional del PRI; 3) echar abajo la manzana de la discordia. Que la polémica iniciativa del PRI sea rechazada, votada en contra por los legisladores priístas, para restaurar el pacto aliancista, que posibilite regenerar el diálogo y acuerdos entre los liderazgos de cada partido.
Se decía que la elección del Edomex, la joya de la corona, incidía en la política nacional. La ecuación se ha invertido: la inestabilidad política federal perturba la elección mexiquense.