En esto de entender la verdad a conveniencia, se distorsiona la realidad hasta casi destruirla. Hoy le toca al PRI; la crítica le reclama ser priísta, regresar a las prácticas políticas de aquel partido que cimentó muchas de las formas de la vida pública en México.
Sí, aparentemente eso, y no seguir los acuerdos con el panismo, al que apoyan los neoliberales de su propio partido, es lo que le reclaman, pero en la realidad lo que no le perdonan es que apoye las ideas del presidente López Obrador. No importa si es bueno o malo para el país, lo importante es impedir que la 4T vaya adelante.
Pero no, nada de eso parece ser cierto. Ahí, dentro del PRI, el de los priístas que buscan el regreso del partido ganador a partir de prácticas que beneficien al país, tienen bien entendido que es imposible sobrevivir dentro de un esquema que les obligue a no mirar al pasado triunfador para poner la vista en un futuro incierto atado a los intereses de una derecha voraz que no tiene ningún compromiso con México.
Entonces, no se trata, para ellos, los priístas, de estar de acuerdo o no con López Obrador. Se trata de sobrevivir sin ser devorados por Acción Nacional, como sucedió a lo muy poco que quedó del PRD después de la creación de Morena.
Desde luego la cosa no queda ahí. Si se analiza el deslinde del PRI del grupo opositor, se verá con claridad meridiana que la idea no va sólo en el sentido de salvar al partido, cosa que no se lograría con la alianza, sino de salvar al actual dirigente, Alejandro Moreno, de la debacle que se anuncia en las filas tricolores.
Para Alito, como se conoce al priísta, se trata también de su persona. Hay en contra de él acusaciones graves que comprometerían incluso su libertad si fueran ciertas, pero que por el momento han ido horadando su imagen pública y que pueden ser golpes asestados con la quijada de un burro, como sucedió en la mitología cristiana.
Total, si se hacen cuentas es muy probable que lo que menos le convenga al PRI, en todos sentidos, es alimentar la alianza del odio. Por falso que se oiga en boca de Alito, el argumento de buscar lo mejor para el país tiene que ver con los principios que alguna vez botó su partido y que ahora él dice tratar de recuperar y que definitivamente le darán mejores resultados que sumarse al panismo con las manos atadas y los ojos cerrados, como hacen ahora sus compañeros de militancia, hoy sus peores enemigos.
Al final la decisión marcará el futuro inmediato de ese partido, que a estas alturas podría estar ya definido. Para el ala neoliberal, sumarse al panismo no es otra cosa que asumir una identidad que se mantuvo en el clóset y que hoy está a la vista de todos; y para quienes aún quieren salvar al PRI es la oportunidad de conseguir un poco de oxígeno para continuar en las lides políticas.
De cualquier forma, lo que está claro es que estamos a punto de presenciar una redefinición del espectro político del país. Los partidos ahora se han vaciado de ideas que los conjunten con las necesidades de la población y sólo se preocupan por la parte comercial, por decirlo de alguna forma.
Ni la derecha partidista tiene sentido –olvidó los pocos principios de su creación y camina sólo por el sendero de la corrupción– ni la izquierda intenta concebir ese algo distintivo que la mantenía como el respaldo ideológico en la búsqueda de la justicia, y ahora sólo parece ser la revancha de los menos favorecidos.
De esa forma, es muy seguro que en poco tiempo el campo de la política nacional describa nuevas formaciones con ideas diferentes. Bueno, eso es lo que esperamos.
De pasadita
De ninguna manera podrá pasar por alto el que Rosa Icela Rodríguez tome la palabra el próximo 16 de septiembre. En todos los ámbitos, lo que diga será trascendente, y luego de ese evento seguramente habrá definiciones, por ejemplo en la Ciudad de México. Aguas.