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Política

2022-09-12 06:00

Nosotros ya no somos los mismos

El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, cerca de su despacho en el Palacio de Cobián, en imagen captada el 2 de agosto pasado.
El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, cerca de su despacho en el Palacio de Cobián, en imagen captada el 2 de agosto pasado. Foto Alfredo Domínguez
Periódico La Jornada
lunes 12 de septiembre de 2022 , p. 12

Y usted, ¿por qué razones se toma una fotografía? A mí se me ocurren varias. Por ejemplo, por obligación. A saber: su credencial para votar, la licencia para conducir, o la ficha signalética (de frente y de perfil) para su expediente en el juzgado. También por el gusto de conservar el testimonio de un momento grato: la primera comunión, los 15 años de Lupita, un triunfo deportivo o de cualquier tipo: el sujeto que más tacos comió en 24 horas o quien fue considerado el más ecuánime de los internos en el hospital siquiátrico de Tlalpan.

Las fotografías pueden ser, entonces, fruto de nuestro deseo, nuestra necesidad o nuestros sueños dorados: imagino a un aspiracionista político, que se le atraviesa a nuestro político doble “A”, (Adán Augusto), y le gritonea: “¡Don Adán, tenga lo que le manda mi abuelo Zacarías, dice que se los prometió la última vez que comieron en Cárdenas, son tamalitos de chipilín!” Don Augusto rápidamente contesta: “Dile a Zacarías que me busque ahora que vaya para allá.” Esas palabras permitieron a Ciro llegar hasta don Augusto y pedirle una foto para que su abuelo no tuviera duda de que había cumplido su cometido. Ahora, Ciro está pensando cómo comercializar esa foto para inundar de tamales de chipilines el país y se anuncia ya como el indicado para dirigir la campaña presidencial en el estado de Tabasco (le gusten o no los chipilines).

Otra viñeta imaginada es la siguiente: Bruno, ejecutivo junior o senior de una empresa de telecomunicaciones, está en los jardines del San Ángel Inn, afinando acuerdos con una empresa israelí que asegura que lo sabe todo, si no hoy, a más tardar pasado mañana. De pronto, estos experimentados videntes y oyentes registran que de todas las mesas los señores tuercen los cuellos a izquierda y derecha para ver desfilar, partidora de plaza, a una inconmensurable mujer (esta palabra es la menos indicada porque si algo es mesurable es precisamente ella). El restaurante se normaliza, pero Bruno entra en crisis: ahora o nunca. No pierde de vista lo que sucede en la mesa maribelesca (por cierto, la señora descrita se apellida Guardia) y, cuando más tarde ve que ella se despide, él se excusa: debe ir al sanitario. Sale a la puerta del restaurante, localiza al valet parking que recibió el auto y le inquiere: ¿Viene seguido? Pus, una o dos veces en la semana, le contesta. ¿Cuánto te da de propina? Cincuenta, cien o 200 pesos. Bruno saca un fajo de billetes; le da uno de 200 y le dice: aquí está lo de ella, y éste es tu plus si me dejas que yo le entregue el auto. El joven acepta el trato, le da las llaves a Bruno, quien musita su acostumbrada jaculatoria: Virgencita haz que se me haga. Y que se le hizo: No hay como la fe ciega para producir milagros. Bruno se acerca a la señora Guardia y le dice: su increíble auto, señora. Con un movimiento instintivo la toma del brazo y le previene: ¡cuidado, con esos tacones del 12, fácilmente puede tropezar! Maribel, sorprendida le contesta: ¿Además de valet parking, zapatero? No señora, de zapatos no sé nada, sólo de los suyos. ¿De los míos? Sí señora, lo leí en las revistas del “Samborms” de San Ángel, ese que nos acaban de quitar, allí uno podía verlas gratis. Maribel sonríe divertida, saca unos billetes y se los entrega a Bruno quien, con gesto dolido se niega a recibirlos. Ella vuelve a hurgar en sus bolsos y dice: busca en Televisa al señor Murguía y dale esta tarjeta. No tienes mala facha y a la mejor te deja extrear en mi próxima cinta. Allí nos saludamos. Bruno llama al fotógrafo del restaurante que ha registrado todo lo descrito, le muestra tres billetes grandes, los rompe a la mitad y le ordena: “llévame las fotos a la oficina y te doy la mitad que te falta”. Bruno regresa a su mesa y dice: “perdón, pero me vi en un problema. ¿Vieron a la hermosura de señora? Pues le regalé un auto a cambio de un mes conmigo en Europa, Ahora me sale con que está trabajando y solamente puede ir a cualquier destino dentro del país. Ahora sí voy al baño.”

Los avezados inversionistas se ponen de acuerdo en un segundo. No hay duda de que es de fiar, dice uno. Nadie sin suficientes recursos se atreve a estas galanadas, afirma el segundo. El tercero concluye: y si en el peor de los casos nos falla, su suegro no se va a perder oportunidad única en la vida por unos cuantos millones. Entonces, ¿le otorgamos el crédito? Más bien, ¿nos asociamos?

Si estas viñetas les parecen poco realistas, no han visto nada. Les compensaré con las de la próxima semana, en las que interactuarán los cuatro ex presidentes, si es que aceptan la invitación a participar en esta fotografía panorámica e histórica, a la que la mente alucinada del señor Vicente Fox los ha convocado. Nos veremos, si Dios nos da vida y salud, o el marcapasos funciona.

Twitter: @ortiztejeda

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