El artículo de mi querido amigo Jorge Durand publicado el 28 de agosto en La Jornada, “Causas de la migración”, resulta una invitación a debatir sobre migración. Reflexionar sobre tan complejo fenómeno y tratar de aportar elementos a la discusión es una buena manera de avanzar propuestas que permitan mejores tránsitos para los flujos migratorios, a partir del respeto a los derechos humanos. Si bien es importante la descripción del fenómeno, de los horrores por los que pasan estos seres humanos en su búsqueda de mejores horizontes de vida, no es suficiente, debemos tratar de explicar un fenómeno que se ha ido complejizando de manera sustancial con el paso de los años. De ahí que el excelente artículo de Jorge tiene la gran virtud de abrir líneas de discusión que, desde mi punto de vista, son muy bienvenidas.
Jorge Durand señala que hay un cúmulo de diferentes causas, de hecho “una veintena de factores que pueden influir en la decisión de migrar y que, a fin de cuentas, es decir todo y nada”. Tiene razón, así descritas como catálogo, y de manera general, son totalmente inasibles ante cualquier propuesta migratoria. Me parece que lo que se requiere es encontrar algunos denominadores comunes, mismos que sólo pueden aparecer a partir de investigar el sistema económico, político y social que las genera, es decir, el sistema capitalista. Sobre todo, estudiar sus crisis recurrentes, y casi necesarias para su supervivencia, por generar nuevos regímenes de acumulación, nuevas estrategias y exigencias productivas que modifican las necesidades de los mercados laborales y explican, en gran parte, los nuevos perfiles migratorios. No sólo se explica el factor histórico de la migración, sino la funcionalidad de la migración para las naciones receptoras que, al provenir esos trabajadores de entornos subdesarrollados con enormes asimetrías salariales, les permite mantener costos unitarios laborales menores.
Es cierto, como dice Saskia Sassen, que hay que desmontar el concepto “desigualdad” y permitir una nueva mirada sobre el tema. En este sentido me parece absolutamente necesario analizar a profundidad el modelo neoliberal que, después de 40 años, ha generado una enorme desigualdad mundial, asimetrías económicas, extendida pobreza, pobreza extrema, desmedida violencia; al tiempo que uno por ciento de la población del planeta detenta 82 por ciento de la riqueza mundial, billones de dólares en paraísos fiscales, inseguridad y corrupción. Y como señala la Cepal, la pandemia puso en evidencia la estructura de la “cultura del privilegio” que ha causado un crecimiento económico insuficiente, alto nivel de desigualdad y destrucción ambiental, factores todos ellos de la movilidad humana. Focos rojos que envuelven directa o indirectamente a las grandes potencias, mismas que retrasan las soluciones y obligan a las poblaciones civiles a huir en contextos de guerra; graves conflictos climáticos cuyos más altos contaminadores son los países ricos. Ante estos escenarios no resulta en absoluto sorprendente que la migración se haya incrementado en forma sustancial al punto de señalar que se ha provocado una verdadera “crisis humana”.
Se menciona la presión demográfica como factor fundamental de la emigración en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, en la actualidad el factor natalidad ya no cuenta, dado el proceso de transición demográfica en México cuya consecuencia fue el decrecimiento de la emigración indocumentada de 2007-2020. Yo difiero de esa visión, la reducción de la emigración no fue tanto producto de la disminución de los niveles de fecundidad en México, sino por la profunda crisis que se desató en Estados Unidos y contagió al mundo entero. Desde mi punto de vista, la crisis hizo evidente que uno de los factores que inhibe a los flujos migratorios son los altos niveles de desempleo del posible polo receptor, y que en el país vecino alcanzó 10.6 por ciento. Cuando Estados Uni-dos recuperó los niveles “adecuados” dedesempleo, ahora es menor de 3 por ciento, los flujos migratorios se reanudaron, y siguen su curso a pesar de la reducción de la fecundidad. Esto es así, porque las condiciones, es decir, las causas para migrar no han cambiado.
Las asimetrías Norte/Sur se han profundizado en beneficio de los primeros. ¿Qué hacer? Cuestionar los modelos de desarrollo actuales que mantienen a México y a la región latinoamericana como la más desigual del planeta que, entre otras graves consecuencias, favorecen los desplazamientos humanos forzados. Cuestionar los términos desfavorables del intercambio comercial, la estrategia agroalimentaria de Estados Unidos que bloquea la autosuficiencia y seguridad alimentaria de la región, los condicionamientos en las relaciones bilaterales o multilaterales en América Latina. Reformar instituciones que son claramente generadoras de desigualdad, entre ellas las políticas fiscales que promueven la concentración del poder económico e impide impulsar políticas sociales universales.
Estos son, desde mi punto de vista, algunos de los urgentes escenarios de discusión si lo que se quiere es abatir en lo posible la migración forzada y eliminar para siempre la posibilidad de que algunos países se arroguen el poder de llamar a un ser humano “indocumentado o ilegal”.